Ghana es un país del África Occidental que tiene una población de casi 29 millones de habitantes. Alrededor del 70 por ciento de la población total son cristianos que, en su mayoría, pertenecen a comunidades protestantes, y alrededor del 15 por ciento son católicos. Entre los seguidores de las religiones africanas tradicionales, hay muchos interesados por el Cristianismo: para ellos, la Buena Nueva de Cristo significa la liberación de su miedo a la brujería y a los malos espíritus.
Un ejemplo de una parroquia floreciente donde muchas personas están adoptando la fe católica es la joven parroquia de San Miguel de Kpassa. Esta localidad está ubicada en el este del país, a unos 400 kilómetros de Accra, la capital de Ghana. En 2008 los Padres Capuchinos fundaron allí una misión, que en 2010 fue erigida en parroquia. A esta parroquia pertenecen 34 aldeas, y 17 de ellas ya son oficialmente filiales, lo que significa que sus comunidades cuentan con dos catequistas. Los sacerdotes visitan estos lugares con regularidad para celebrar la Santa Misa y administrar los sacramentos. Actualmente, otros cuatro pueblos están en vías de convertirse en filiales. Estas filiales pueden encontrarse a una distancia de hasta 45 kilómetros de la sede parroquial.
En cambio, otros lugares son tan remotos que aún no se ha predicado el Evangelio allí. Y es que las condiciones en que se encuentran las carreteras son desoladoras, y en la época de lluvias los caminos se convierten en pistas de barro por las que resulta casi imposible transitar. Allí se requiere un potente vehículo todoterreno, pero los tres Capuchinos de la parroquia solo disponen de una motocicleta y un coche viejo. Eso es mejor que nada, pero impide que los sacerdotes puedan atender las filiales remotas con la intensidad necesaria y mucho menos visitar con regularidad las aldeas remotas. Esto es motivo de preocupación, porque no solo se dejan solas a las personas con sus necesidades espirituales y, a menudo, también materiales, sino que, además, allí donde la Iglesia no está presente existe el riesgo de que se extiendan las sectas.
Por todo ello, el párroco, P. Robinson Melkis, nos ha pedido ayuda para comprar un todoterreno. Según nos escribe, los viajes son necesarios para “mantener viva la llama de la fe cristiana en el corazón de los creyentes”. Para ello le faltan 10.000 euros, que nosotros ya le hemos prometido. ¿A quién le gustaría contribuir a esta causa?