¿Cómo es actualmente la situación general en el país?
La República Centroafricana sigue lidiando mal que bien por salir de la crisis por la que se viene gangrenando desde hace más de cinco años. Las nuevas autoridades elegidas democráticamente luchan por hacer valer su autoridad en todo el territorio, si bien más del 80% del mismo está bajo el control de los jefes rebeldes, que ya son unos quince en total. Desde el punto de vista de la seguridad, podemos diferenciar tres zonas (según el orden de importancia): roja, amarilla y verde. Gran parte del país se encuentra en la zona roja de extrema inseguridad, totalmente bajo la dominación de los rebeldes. La zona amarilla es aquella donde se observan actividades mitigadas de los rebeldes y la zona verde es donde la autoridad del Estado parece estar presente.
¿Sigue existiendo la confrontación entre los diferentes grupos rebeldes?
La permeabilidad de las fronteras ofrece a los mercenarios y a quienes aprovechan para sacar un beneficio de esta guerra la oportunidad de hacer uso de los recursos del subsuelo y, especialmente, de la libre circulación de armas de guerra y munición. El embargo sobre las armas con destino a la República Centroafricana hunde al país en un ciclo insostenible de inseguridad, pues mientras que las autoridades legítimas intentan hacer cumplir las condiciones del embargo, los grupos rebeldes obtienen a bajo precio armas de todo calibre.
Los enfrentamientos entre los grupos rebeldes, la amenaza de división del país o de desestabilización del régimen, los asesinatos y el surgimiento de nuevas facciones rebeldes continúan siendo los titulares en la República Centroafricana.
¿Cuál es la situación en su diócesis? Alindao ha estado en el centro de estas luchas fratricidas de los últimos años: ¿Qué ocurre actualmente?
La prefectura de Basse-Kotto en la Diócesis de Alindao es rehén de las fracciones de la Unión por la Paz en República Centroafricana – grupo emergido de los Seleka- y las milicias musulmanas – comúnmente llamadas muyahidines – por un lado y de los autodefensas, también llamados anti-balakas, por el otro. Entretanto, la población civil se encuentra entre la espada y la pared. Desde hace algún tiempo, los dos grupos han desarrollado una nueva estrategia: ahora evitan combatir frontalmente y, en su lugar, organizan emboscadas en las carreteras cuyas víctimas se nutren sobre todo y arbitrariamente de la población civil, una población que intenta, como puede, seguir adelante con sus ocupaciones. Esta nueva estrategia se cobra más víctimas, y la mayoría de los cadáveres no se han encontrado hasta la fecha.
¿Cómo afecta esto a su trabajo en la diócesis?
Hoy por hoy es difícil, si no imposible, desplazarse de una ciudad o de una aldea a otra debido a la inseguridad en las carreteras, por lo que las localidades quedan aisladas las unas de las otras. Los actos de represalia dirigidos contra los civiles son muy frecuentes, tanto por parte de los seleka como por parte de los anti-balakas.
La autoridad del Estado ha sido tomada por la de los grupos armados, y esto es así pese a la presencia de la MINUSCA, del prefecto y algunos subprefectos cuyo papel se limita básicamente a figurar sin ejercer. A falta de un aparato judicial se extiende la justicia popular. Los grupos armados hacen de tribunales de todas las instancias y utilizan impunemente la tortura, la mutilación y la ejecución como medios de represión y castigo contra todos los infractores.
En una zona inmersa en una situación de falta de seguridad como la nuestra, la paz y la estabilidad son una realidad volátil e incierta, porque los jefes rebeldes dictan su ley de la selva y actúan con total impunidad a causa de la ausencia de la autoridad del Estado y el letargo de las fuerzas de la ONU.
La violencia ha hecho que huyan miles de personas: ¿Dónde están los desplazados?
Las numerosas familias que han sido víctimas de la violencia en Basse-Kotto han ocasionado grandes movimientos de desplazados: unos viven hacinados por miles en algunos campos, otros viven dispersos por el monte y también los hay que han elegido el camino del exilio en la República Democrática del Congo. Por ejemplo, solo en la ciudad de Alindao hay más de 30.000 desplazados repartidos por cuatro campos.
¿Quién se ocupa de ellos?
De estos desplazados se ocupan (al menos en la ciudad de Alindao) las ONG internacionales y nacionales, entre ellas, la Cáritas diocesana, en los ámbitos de la salud, la educación, la protección, el abastecimiento de agua, saneamiento e higiene. Las demás ciudades y aldeas, a las que no se puede acceder debido a los actos salvajes de los grupos rebeldes, se ven desgraciadamente privadas de toda acción humanitaria. Aquí se trata de subprefecturas como Mingala, Satéma, Mobaye y Zangba, cuyas poblaciones carecen de todo.
Según hemos sabido, en dichas zonas la tasa de mortalidad es demasiado elevada tanto entre las mujeres embarazadas como entre los niños de entre 0 y 5 años. Las mujeres dan a luz en el monte sin la asistencia de una partera o matrona porque no existe ninguna instalación sanitaria en funcionamiento.
Además, gran número de casas y lugares de culto están destruidas, por lo que la prefectura de Basse-Kotto cuenta con miles de aldeas fantasma. Los campos de desplazados han reemplazado a los pueblos tradicionales.
Pero mucha de la ayuda es dada a través de la diócesis ¿cierto?
La diócesis no puede ser insensible ni indiferente ante este drama humanitario: contribuimos en la medida de lo posible y con la ayuda de nuestros ‘partners’ (socios) a humanizar -aunque sea poco- las condiciones de vida de la población desplazada con algunos modestos logros:
- Alojamiento – La diócesis no solo ha cedido parcelas que ahora ocupan los desplazados, sino que también ha puesto a disposición edificios y otras estructuras de acogida para más de cien hogares.
- Educación – Para 3.000 niños en edad escolar y preescolar, la diócesis ha puesto en marcha, a través de Cáritas, una escuela de emergencia, y en la actualidad, 1.500 niños obtienen una formación para mantener el nivel.
- Salud – La Coordinación Diocesana de la Salud (CODIS) se ocupa de los desplazados asentados a orillas del río Ubangui, desde Mobaye hasta Zangba, mediante un dispensario móvil.
- Atención a los necesitados – La parroquia del Sagrado Corazón de Alindao, con el apoyo del Obispo y otros socios, aporta un apoyo pastoral, espiritual y material a personas pobres, a ancianos y a niños vulnerables. Además, 400 beneficiarios, entre ellos, 250 niños, se han beneficiado de donaciones de alimentos y ropa.
Cáritas, que tiene la responsabilidad de la gestión de los campos de desplazados, trabaja en colaboración con el PMA y el WAF a la hora de distribuir los víveres entre los desplazados y de gestionar la recogida de basura.
¿Qué hay de la MINUSCA? Hay quejas respecto a su papel y eficacia. ¿Qué nos puede decir acerca de ello?
La MINUSCA, presente en algunas grandes localidades de la diócesis (Alindao, Mobaye, Dimbi y Pavica), hace lo que puede, pero no satisface las expectativas de los desplazados ni de la población. En efecto, su presencia es casi solo testimonial, según lo ve la población. Y es que, pese al despliegue de las tropas de la ONU, el modo de operar de los grupos rebeldes no ha cambiado: estos no parecen inquietados ni asustados por el arsenal móvil de las fuerzas internacionales. La inseguridad sigue presente y los excesos contra la población continúan. Los convoyes de vehículos protegidos por los cascos azules no ofrecen una garantía eficaz para la libre circulación de bienes y personas. La connivencia de ciertos contingentes con determinados grupos rebeldes y sus tendencias mercantilistas pone en entredicho sus sagrados principios basados en la imparcialidad, la neutralidad, etc. Esto hace que a veces la población, exasperada, califique a las fuerzas de la ONU de explotadoras, perniciosas e inútiles debido a la mediocridad de su rendimiento.
¿Cómo se ve afectada la pastoral por la violencia circundante?
La vida pastoral en la diócesis, por lo general, está paralizada a causa de la inseguridad reinante. Algunos sacerdotes y fieles están a caballo entre la República Democrática del Congo y la República Centroafricana (se trata de los de Mobaye, Zangba y Kongbo), mientras que otros se han incorporado a la comunidad de Alindao (los de Pavica, Kembe, Mingala/Poudjo y Tagbale). La población cristiana de dichas parroquias y zonas está repartida por los campos de desplazados, algunos se han refugiado en la selva y otros todavía viven en el exilio. Las capillas están en ruinas o han sido pasto del fuego o incluso profanadas por los grupos armados. Los sacerdotes ya no pueden organizar visitas pastorales a las comunidades rurales y a la periferia de las ciudades. Algunas casas parroquiales han sido vandalizadas total o parcialmente (Kembe, Mobaye y Zangba). Solo la parroquia catedralicia de Alindao y la de Mobaye funcionan, mientras que las de Kongbo y Zangba han reanudado tímidamente sus actividades. En cuanto a la parroquia de Kembé, el acceso a las zonas de Mingala/Poudjo y Tagbalé sigue siendo difícil a causa de la inseguridad reinante. Allí, los catequistas asisten espiritualmente a los creyentes.
La última comunidad de religiosas (Oblatas del Corazón de Jesús) se vio obligada a abandonar la diócesis en 2014 porque su seguridad estaba constantemente amenazada.
Esperamos la llegada de nuevas religiosas a la parroquia de Mobaye para el inicio del año pastoral 2018-2019, pero todavía tenemos que rehabilitar el convento, que ha sido saqueado y vandalizado por los seleka.
¿Se puede en estas situaciones dar respuesta a las necesidades espirituales de su rebaño?
Ante la precaria seguridad y las condiciones socio-económicas drásticamente deshumanizadoras que hunden a la población en la desolación, la resignación, el fatalismo y la incertidumbre, hasta el punto de ver cómo se desmorona imparablemente la fe cristiana, es un imperativo para la diócesis dar prueba de solicitud y solidaridad, y estar atenta a las necesidades espirituales de los creyentes.
En el contexto actual, la pastoral social y la misión evangelizadora se presentan difíciles, pero no imposibles. Por eso es importante lo que podríamos llamar “el ministerio de presencia/proximidad”: Aunque en las otras parroquias y zonas los agentes de la pastoral están ausentes porque temen por su seguridad, hay sin embargo un pequeño remanente del clero que asegura una presencia significativa con el apoyo paternal del obispo en los emplazamientos de la Iglesia Católica, en Kongbo y en la comunidad parroquial de Mobaye.
Con el clero hacemos frente a diario al miedo, a las amenazas y a la inseguridad para mostrar una presencia activa que tranquilice a los desplazados. Aunque es más que una simple presencia, desarrollamos la proximidad a través del encuentro, la escucha, la visita, el consejo, el compartir momentos de alegría y dolor… Esta pastoral de presencia incluye además la administración de diversos sacramentos y servicios en los campos de desplazados: unción de los enfermos, viático, bautismo, penitencia, confirmación, lectio divina en las comunidades eclesiales de base/movimientos y fraternidades… Todo esto da testimonio de que los peligros de la vida no podrán impedir jamás que la Iglesia prospere y prolifere.
¿Qué otras prioridades tiene en su diócesis?
“¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!”, exclamó San Pablo (1 Co 9, 16). Anunciar el Evangelio sigue siendo una necesidad para todo cristiano según el mandato misionero recibido de Cristo. Nuestras comunidades cristianas que todavía funcionan son asiduas a la escucha de la Palabra de Dios durante las celebraciones eucarísticas en estos tiempos de crisis. La Palabra de Dios sigue siendo el fundamento del consuelo y la esperanza de nuestros fieles.
También, en el corazón de esta crisis, la formación de nuestros laicos es una gran prioridad pastoral: una formación orientada a los catequistas, a los líderes de las comunidades, a los movimientos y a las fraternidades, pero con especial atención a los movimientos de niños y jóvenes, porque muchos de nuestros jóvenes se han embarcado en aventuras sincretistas muy comprometedoras para su fe y su futuro.
Por último tenemos presente también el trabajo ecuménico. La comunidad parroquial se reúne dos veces al mes con las otras confesiones religiosas presentes en el lugar para organizar vigilias ecuménicas de oración y ayuno.
Según usted, ¿están preparados los sacerdotes y las religiosas para hacer frente a estas dificultades?
La magnitud de la crisis, especialmente al final del primer semestre de 2017, sorprendió a más de uno, porque no estábamos preparados para ello. Muchos sacerdotes están traumatizados porque han sido víctimas de saqueos, otros han asistido impotentes al asesinato de sus fieles, otros han sido agredidos o amenazados de muerte, etc. Desgraciadamente, hasta la fecha no han recibido ninguna atención psicosocial, pero se esfuerzan por tener la moral alta para reconfortar a los fieles desesperados, que tienen una necesidad aún mayor de ser “destraumatizados”.
¿Quién los ayuda? ¿Quién les aporta consuelo mientras se espera que ellos lo infundan en otros?
El clero encuentra consuelo en su fe en Cristo y en la inquebrantable solidaridad que une a los sacerdotes en torno a la vida de oración, las celebraciones eucarísticas y las oportunidades de compartir momentos de alegría y dolor. He notado que en este tiempo de crisis la presencia casi permanente del Obispo en la Diócesis ayuda a elevar la moral de los sacerdotes y de los fieles. Así mismo las visitas paternales del Cardenal Nzapalainga a la Diócesis de Alindao y Mobaye han sido de gran ayuda para revitalizar y reconfortar tanto a los cristianos como a toda la comunidad de desplazados que languidece en los campos desde hace más de un año.
¿Cómo evolucionan las relaciones entre cristianos y musulmanes?
La relación entre cristianos y musulmanes varía de una localidad a otra. En algunos pueblos, la convivencia es casi imposible. Por ciertas carreteras o caminos no puede transitar esta o aquella comunidad a riesgo de enfrentarse a lo peor. Sin embargo, en otras ciudades y pueblos, cristianos y musulmanes están en contacto sin que ello sea sin embargo una garantía de convivencia. En esta aparente convivencia, cada comunidad desarrolla una actitud de desconfianza hacia la otra. El miedo al otro se ha convertido en una nueva forma de vida que ahora caracteriza las relaciones humanas e intercomunitarias.
En cualquier caso, confiamos en que la reconciliación sea posible porque estamos convencidos de que en la República Centroafricana no se libra una guerra de religiones. Trabajamos desde el comienzo de la crisis para que las comunidades religiosas comprendan esta realidad, e igualmente no dejamos de concienciar a la gente para promover la cohesión social. Aunque estas iniciativas parecen dar fruto, seguimos aplicándolas con paciencia.
¿Habla de reconciliación, cuáles serían en su opinión las condiciones para que está sea posible?
Estamos convencidos de que la reconciliación es posible a condición de que la autoridad del Estado se reimplante en Basse-Kotto, se garantice la seguridad de la población civil, los grupos rebeldes sean desarmados y se haga justicia para las víctimas. Además es importante que todos los líderes religiosos y comunitarios se impliquen sincera y valientemente en la promoción de la convivencia.
Uno de los principales problemas es la falta de formación y los jóvenes que han abandonado la fe cristiana, seducidos por el animismo y la superstición. ¿Cuál es la respuesta de la Iglesia?
Es obvio que durante esta última crisis muchos cristianos (sobre todo, jóvenes) han abandonado su fe en favor de prácticas sincretistas (charlatanería, fetichismo y ocultismo).
Por este motivo, en el centro de esta crisis, hemos convertido la formación de movimientos infantiles y juveniles en una prioridad pastoral.
Hemos desarrollado también una pastoral de escucha y acompañamiento catequético para profundizar y discernir con estos jóvenes las motivaciones profundas de su comportamiento y ayudarles a redescubrir progresivamente su fe cristiana. Algunos de ellos han dado el paso de la conversión -como el hijo pródigo- y han sido acogidos y han encontrado su lugar en la comunidad cristiana, tras marchas penitenciales. Pero el verdadero desafío para la Diócesis consiste en ofrecer a estos jóvenes la oportunidad de una reinserción socio-profesional.
De hecho, debemos admitir que las prácticas animistas y supersticiosas no son un fin en sí mismo. No es necesariamente el animismo o la superstición lo que seduce a la juventud, sino que el objeto de su seducción son más bien las supuestas ventajas que se derivan de su integración en los grupos rebeldes. Así, estas prácticas folclóricas son un medio para que estos jóvenes ociosos se doten de una nueva personalidad para integrarse en los grupos armados en busca de determinados intereses; porque en un país donde la tasa de desempleo u ociosidad es incuestionable, los grupos armados parecen haberse convertido en una «profesión» que atrae ciegamente a la juventud. Así, la respuesta de la Iglesia al abandono de la fe consistiría también en la ocupación útil de los jóvenes mediante la formación profesional y la concesión de micro-proyectos.
¿Qué mensaje(s) le gustaría transmitir a los benefactores de ACN?
Rendimos un sentido homenaje a todos nuestros benefactores por su generosidad y solidaridad porque, gracias a vosotros, la Diócesis ha podido responder a la situación deshumanizadora de las poblaciones en los ámbitos de la salud, la educación, la formación cristiana de los fieles y el cuidado del clero. Muchas gracias por la atención que nos prestáis.
La presencia de sacerdotes y su sentido misionero de abnegación entre los fieles desplazados que viven en la miseria siguen siendo un fuerte testimonio de nuestra joven Diócesis que, desde su infancia, sólo ha conocido tiempos difíciles, y que ahora está luchando por renacer de sus cenizas. Encomendamos a todos nuestros agentes pastorales (que día y noche se dedican a aliviar el sufrimiento e infundir esperanza en los corazones lastimados de miles de desplazados) a las oraciones de nuestros bienhechores y a su generosidad.
Reconocemos abiertamente que la Diócesis de Alindao sigue siendo un amplio solar en obras donde todo está por reconstruir tras los dolorosos acontecimientos que continúan desestabilizando la República Centroafricana. No cabe duda de que nos enfrentamos a un gran número de retos urgentes: el cuidado de los agentes pastorales, la logística, la reconstrucción de las infraestructuras, la pastoral y la formación profesional de los jóvenes, la salud, la educación y la promoción de la convivencia intercomunitaria, etc. Confiamos en que siempre estaréis a nuestro lado para ayudarnos a afrontar estos retos a largo plazo. ¡Porque la situación es grave!