Carta del card. Piacenza para Cuaresma
Queridos Amigos,
La Santa Cuaresma se celebra bajo el importante signo de la ceniza y la exhortación a la conversión. ¿Pero qué significa la ceniza? La ceniza evoca la realidad de la muerte. Tanto si nos gusta como si no, es una realidad que debemos afrontar, y es saludable hacerlo, pues no hay nada lúgubre en ello, sino que más bien nos anima a vivir bien y fructíferamente nuestro día a día. La muerte es tan solo el fin de un tiempo en el que se nos pone a prueba. Con la muerte llega el momento en el que dejamos de actuar libremente, en el que ya no podemos hacer méritos. Tras ella llega la eternidad: entonces ya no se puede añadir ni quitar nada. En la eternidad podremos disfrutar de lo que hicimos en el tiempo previo. Muchos identifican la muerte con una terrible realidad, pero lo cierto es que es una verdad que irradia luz a nuestro tiempo.
El tiempo cambia las cosas y precisamente es tan valioso por tener un fin: ¡ahora o nunca! O reunimos méritos en la vida terrenal para la vida eterna o ya no podremos hacerlo nunca más. ¡Cada momento puede vivirse como un acto de amor a Dios! A Él podemos ofrecérselo todo: el mérito más pequeño, realizado en un momento brevísimo, ya queda para la eternidad. Y si lo ganado se pierde a causa del pecado, si nos arrepentimos, todo lo ganado vuelve a nosotros. Los pecados, una vez confesados y absueltos, ya no regresan; en cambio, los méritos, sí. Esta es la diferencia entre un asunto de la justicia y el triunfo de la Divina Misericordia.
Nuestros méritos son como un punto minúsculo que, si se extiende, se convierte en una línea que va hasta el infinito; y así ocurre también con nuestros méritos por pequeños que sean. Estos son pequeños, pero no caen en el olvido y serán nuestra recompensa en la felicidad eterna. Y es por ello que seguimos invocando a los santos, incluso a aquellos que se unieron a Dios hace veinte siglos. Sus méritos permanecen para toda la eternidad, como lo hacen los nuestros. Evidentemente, no nos podemos compararnos con los santos y los mártires, sin embargo nuestros pequeños méritos serán eternos al igual que los suyos.
Cuando se realiza una buena obra, el tiempo no se la guarda para sí, sino que la traslada a la eternidad. ¡Cuán magnífica y conmovedora es la misericordia de Dios! La Cuaresma nos invita a reflexionar acerca de cómo empleamos el tiempo. ¿Comprendéis ahora cómo pensar en la muerte sirve a la vida? A todos vosotros os deseo una Cuaresma fructífera y un tiempo pleno de amor divino y de buenas obras de caridad. ¡Preparémonos así para nuestra eternidad!
¡Que Dios os bendiga y que la Virgen os proteja!
Cardenal Mauro Piacenza,
Presidente de ACN