Dos vocaciones en la vida de la religiosa Marija Bešker, croata de Bosnia
«Es más fuerte que Tito», dice un médico de la cirugía traumatológica del Centro Clínico de la Universidad de Sarajevo. Y ella responde rápidamente: «Por supuesto. El Presidente Tito murió hace ya tiempo y yo —gracias a Dios— estoy bastante viva». Marija Bešker procede de una familia de 14 hijos. Ha pasado toda su vida trabajando en una clínica, después de seguir su primera vocación, cosa que le sobrevino de repente: «Mi tía era religiosa. Cuando yo era pequeña, un tío me dijo que podría llegar a ser la superiora de esa tía. Lo rechacé de plano. Pero una vez que estuve visitándola en Bijelo Polje, vi por todos sitios una flores preciosas. El jardín me encantó. Fue entonces cuando me dije a mí misma que quizá algún día llegara a ser religiosa».
Con 14 años tomó la decisión, e ingresó en el convento de las franciscanas de Cristo Rey de la provincia croata de Mostar, en Herzegovina. Aid to the Church in Need (ACN) ha apoyado en diversas ocasiones a esta comunidad religiosa. Si bien la principal tarea de esta congregación era dedicarse a huérfanos, bajo el régimen comunista en la antigua Yugoslavia, a las religiosas no les estaba permitido dirigir un jardín de infancia o un orfanato, y mucho menos trabajar en una escuela. De este modo, tuvo que elegir otra profesión y se hizo enfermera.
Resistir en Sarajevo, también durante la guerra
«El auténtico prestigio ni se puede comprar ni se puede aprender. Tiene que ver con una forma de vida honrada, con una postura profesional en el trabajo y sobre todo, con la caridad». Esta religiosa de 61 años está convencida de ello. En 1980 hizo la profesión solemne. Tres años antes de que cayera el Telón de Acero, Sor Marija llegó a la capital de Bosnia-Herzegovina, Sarajevo. Le ofrecieron ir a la pintoresca ciudad de Dubrovnik, la ciudad de las artes y de los poetas, sita en la costa croata. Pero se quedó en Bosnia, también cuando poco después estalló la guerra en la región. Se trataba de resistir a «la realidad del mal», recuerda. «Sin embargo, de esa época de guerra extraje algo positivo: también cuando las luchas eran más encarnizadas, el personal médico no hizo ninguna distinción para salvar a un croata o a un serbio; a un cristiano o a un musulmán».
Un modo de emplear bien el tiempo
Cuando se trata de su trabajo, subraya: «no es suficiente con tener una formación en medicina. Se necesita la actitud correcta, hay que verlo como una vocación». Esta postura hizo que ascendiera: hoy es la enfermera jefe en el departamento de cirugía traumatológica. Nunca le ha supuesto ningún problema el hecho de pertenecer a una congregación católica. «Todos los compañeros me tratan con mucho respeto». Pero esto no es suficiente. «Cuando voy a pedirle algo a un médico, rezo en silencio: “Acuérdate de mí, Madre misericordiosa, para que esté de buen humor y me haga el favor”. Tales favores son para personas que necesitan intermediarios, alguien que les ayude sin esperar nada a cambio. Después de su jornada de trabajo, sor Marija visita a enfermos, a personas que tienen dificultades en una sociedad que aún no ha superado el trauma de la guerra, desde el punto de vista social, económico y psicológico.
El deseo de tener un jardín tan bello como el que vio cuando visitó a su tía se ha cumplido: «cuando los capullos florecen no siento el cansancio», dice sor Marija. Para ella, la oración, tanto la comunitaria como la individual, es lo más importante en la vida de la orden. «De las hermanas mayores he aprendido que tendré que rendir cuentas del tiempo perdido. Sor Marija sonríe con picardía. Trasmite de verdad lo que dice: «cuanto más se dedica una persona a los otros, tanto más satisfecha y feliz es».