Christine du Coudray, responsable del departamento de proyectos para África de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), regresó hace unas semanas de un viaje a Uganda donde visitó los campamentos de Bidibidi e Imvepi en la región noroeste del país. Esta región cuenta con 1,2 millones de refugiados, principalmente de Sudán del Sur, dispersos en los campamentos de la diócesis de Arua, Nebbi y Gulu. A este número hay que sumar los refugiados en los alrededores de Kampala, la capital ubicada en el centro del país. Robert Lalonde recoge en una entrevista las primeras impresiones de este viaje:
¿Por qué decidió visitar esta región?
Fui invitada por tres obispos: Mons. Eduardo Kussala, obispo de Tombura Yambio y presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Roko Taban, administrador apostólico de la Diócesis de Malakal – ambos de Sudán del Sur – y Mons. Tombe Trille, obispo de El Obeid en Sudán. Ellos iban por primera vez a ver la situación de sus compatriotas, desplazados a Uganda por la violencia. Además de la invitación de la fundación estadounidense Sudan Relief Fund con la que ACN está vinculada y con la que cofinanciamos proyectos. Mons. Sabino Odoki, obispo de Arua en Uganda, nos llevó a ver la situación que prevalece en estos campamentos. Fue una semana de gran enriquecimiento y una impresionante experiencia.
¿Cómo describiría la situación que prevalece allí?
Dado que estos son campamentos de refugiados, podríamos creer que hay una situación de angustia. Pero hay que saber que estos campamentos existen desde 2013. Tienen comida, agua potable y medicinas. Incluso tienen un pedazo de tierra para cultivar. Relativamente hablando, las condiciones de vida son muchísimo mejores que en muchas aldeas de África que no reciben ayuda externa. Por otro lado, la situación sigue siendo difícil y por eso esperan apoyo de nosotros, y esto es lo fuimos a evaluar más de cerca.
¿Cuál fue el momento más impresionante del viaje?
Todos nosotros quedamos impresionados por la disposición de acogida de Mons. Odoki y por el liderazgo que demostró. Entre otras cosas, ha puesto a disposición dos sacerdotes diocesanos para llevar a cabo el trabajo pastoral en los campamentos. También nos impresionó mucho cuando supimos que el terreno sobre los que están construidos los 9 campamentos de las diócesis de la región noroeste pertenecía al pueblo ugandés que tuvo la generosidad de ofrecerlo a los refugiados. Esta aptitud de acogida entre hermanos y hermanas en la fe también es de interés para la propia Uganda, que desea que algún día su país vecino viva en paz. ¿No es esto mostrar una gran hospitalidad y una hermosa lección para todos?
¿Cuál es el compromiso de la Iglesia Católica en los campamentos?
La presencia de los obispos fue una gran oportunidad para que la Iglesia mostrara su preocupación por esas personas que no han elegido estar ahí por propia elección sino que han llegado ahí por los avatares de la vida. Sin embargo, ese tiempo de exilio obligatorio fuera de la patria para estos refugiados puede convertirse en una oportunidad admirable para capacitarles y construir la sociedad del mañana. Cuando estas personas vuelvan a casa, la construcción de su país estará en sus manos. La Iglesia ya se ha comprometido y eventualmente se comprometerá aún más en la provisión de otras sesiones de capacitación. El año pasado, ACN envió € 34.000 a la comunidad de Emaús, con sede cerca de Kampala. Esta comunidad tiene una gran competencia en diferentes campos como la catequesis, la pastoral, la doctrina social, el apostolado de la familia y la educación sexual y afectiva para jóvenes, importante en un país diezmado por el SIDA. Ya hay 65 jóvenes formados en los campamentos.
Hablando de los jóvenes: ¿cuál es la situación de los jóvenes en los campamentos?
Estos jóvenes han experimentado un trauma significativo. Algunos han visto a sus padres asesinados en frente de ellos, otros tienen sus caras quemadas… Se preguntan cómo pueden perdonar. La comunidad de Emaús por ejemplo ha puesto en marcha un programa para acompañarlos en el proceso de perdón al invitar a los jóvenes a acercarse y arrodillarse ante el Santísimo Sacramento para orar. Los testimonios de curación se han multiplicado, es como si el Señor hubiera intervenido para apaciguar corazones y mentes.
¿Habrá otras maneras de ayudar a estos refugiados en el futuro?
Algunos obispos se comprometieron a regresar en septiembre para celebrar la misa en los campamentos y pedir a sus sacerdotes que hablan los dialectos de la zona que vengan y hagan apostolado allí. Además, Mons. Odoki, obispo de Arua, nos contó que formó parte de una delegación que se presentó al papa Francisco hace poco tiempo y le habló sobre la situación en su diócesis y la necesidad urgente de la presencia de religiosas para los refugiados. El Papa le aseguró que haría un llamado especial a las congregaciones religiosas para enviar gente.
¿Y cuál será la contribución de Ayuda a la Iglesia Necesitada para respaldar estos compromisos después de este viaje?
Para desarrollar esta presencia del personal de la Iglesia, estamos considerando la construcción de una casa con varias salas que alojaría también a los sacerdotes durante un cierto período de tiempo. Con la ayuda de otras organizaciones, podríamos hacer lo mismo con las religiosas. Esa casa podría ofrecer medio piso por congregación, con una capilla y un comedor comunitario. Respecto a los cursos de capacitación, deseamos enormemente poder continuar en esta área porque está claro que el deseo de los jóvenes por formarse junto con el clima de paz que prevalece en los campamentos, es una situación propicia para a este tipo de proyectos. Los obispos están encantados con la propuesta de ACN. Saben que una vez capacitados en profundidad, los líderes a los que nos dirigimos – los catequistas, los jóvenes, los que estudian la doctrina social de la Iglesia y los que profundizan en el apostolado familiar – compartirán sus conocimientos y sus experiencias con otros refugiados. Entonces construirían juntos el futuro. Uno de estos jóvenes, Santos, describió su experiencia como «más que maravillosa». Mientras más ofrezcamos estas condiciones de capacitación, más se recuperará el país. ¿No es una hermosa perspectiva de esperanza y futuro?