Los 1.350 millones de católicos en todo el mundo representan alrededor del 18 por ciento de la población mundial, y cuentan con 5.377Obispos y 414.000 sacerdotes. El futuro está en los seminarios: en ellos, 116.000 jóvenes se preparan para el sacerdocio. Uno de cada ocho recibe vuestro apoyo.
La mayoría de ellos estudian y rezan en África. Incluso en Mongo, un Vicariato Apostólico del Chad donde los cristianos constituyen solo el uno por ciento de los 3,5 millones de habitantes (el 95 por ciento son musulmanes), hay seis futuros sacerdotes: Matthieu, Apollinaire, Jean-Baptiste, Emmanuel, Louis y Gregoire-Marie. “Conocen el país y la vida en los pueblos. Llevarán la Buena Nueva a la vida”, asegura el Vicario General de Mongo. Este vicariato es tan grande como Francia, las seis parroquias son gigantescas y la red vial es ínfima. Los años de sequía han dado lugar a cosechas escasas, y la pandemia del coronavirus ha ocasionado costes adicionales.No obstante, la formación no debe estancarse, pues especialmente en esta región se necesitan urgentemente sacerdotes nativos. Nosotros tapamos los agujeros del presupuesto del seminario con 3.000 euros.
La Diócesis de Inongo de la República Democrática del Congo no llegaría lejos con esta cantidad. Sus 57 futuros sacerdotes tienen problemas similares: región pobre, coste de la pandemia y distancias enormes. No obstante,también allí el amor a Cristo es inquebrantable. En el caso de Joel Nzenza, uno de los 57 seminaristas, este amor prendió al ver una sotana. “Fue la primera vez
que vi a un sacerdote. La sotana blanca era radiante”. Joel solo tenía diez años. “Vino a nuestro pueblo y habló de Jesús con tanto entusiasmo que creí que el Salvador estaba entre nosotros”. Hoy sabe: “Eso fue así porque el sacerdote nos habla en el lugar de Jesús”, y eso es lo que también él quiere hacer. “Mi formación me ayuda a entender el misterio del sacerdocio y a vivir según el
corazón de Jesús”. También Ferdinando Ikela descubrió su vocación a través del ejemplo de un sacerdote. Tenía ocho años y la forma en que el sacerdote de su parroquia vivía y trabajaba le impresionó profundamente. “Quería entender cómo se podía vivir así; quería ser como él”.
Ferdinando le preguntó a su padre qué había que hacer para convertirse en sacerdote. La respuesta: “Tienes que ser bautizado, ir a la escuela, acudir a Misa a diario y hablar con el sacerdote para que te diga qué más hacer”. Ferdinando hace preguntas, asiste a catecismo, es bautizado e ingresa en el seminario menor. Sin embargo, se ve obligado a abandonarlo porque cuesta demasiado. Entonces, su padre, un maestro en paro, vende todas sus pertenencias y costea así elresto de su formación hasta el seminario mayor. Ahora el Obispo de Inongo, Mons. Donatien Bafuidinsoni, pide ayuda para Ferdinando y los demás, y también ha llamado a nuestra puerta. Nosotros lo apoyamos él y a sus 57 futuros sacerdotes con 28.500 euros este año. Porque, como dice el Papa Francisco,
“ninguna vocación nace por sí misma o vive por sí misma. La vocación surge del corazón de Dios y brota en la tierra buena del pueblo fiel, en la experiencia del amor fraterno”.