Ucrania es un país en el punto de mira: el conflicto con Rusia en el este del país sigue produciendo muertos.
La Fundación Pontificia Internacional «Aid to the Church in Need» viene ayudando a los cristianos de Ucrania desde hace cinco décadas. Tobias Lehner informa sobre las viejas heridas y los nuevos desafíos en el país, después de regresar de un viaje de la fundación pontificia «Aid to the Church in Need».
ACN: Hace poco más de cuatro años, la opinión pública mundial puso su mirada en Ucrania. Actualmente, la situación parece haberse tranquilizado en el país. ¿Es una tranquilidad engañosa?
Tobias Lehner: Efectivamente; Ucrania es un país en guerra. Esta está omnipresente en los relatos de la gente, aunque vivan en una seguridad y paz relativas. A pesar de dos acuerdos de alto el fuego, en la región de la Cuenca del Donets se siguen produciendo disparos. El número de víctimas ha crecido hasta alcanzar más de 10.000. Me encontré con un sacerdote que viaja una y otra vez a la región en guerra y que ayuda a la población. Me refirió que justo el mismo día en que estábamos hablando habían disparado al convoy de otro sacerdote, que resultó pasto de las llamas. Gracias a Dios, el sacerdote y los voluntarios pudieron bajarse del vehículo y ponerse a salvo. En Járkov, cerca de la frontera rusa, me encontré con una mujer que, una semana antes, había abandonado su casa a toda prisa, con su marido y dos hijos pequeños; vivían en la región en guerra. No tenían nada más que lo que llevaban puesto. Ahora les atienden en un centro de la diócesis. Esos encuentros le llegan a uno al alma.
Otro foco de conflicto sigue siendo la península de Crimea, que fue anexionada por Rusia en marzo de 2014.¿Qué ha podido saber de la situación de allí?
El Obispo auxiliar de la diócesis de Odessa-Simféropol, Jacek Pyl, responsable de la minoría católica en Crimea, me habló de una situación ambivalente: por un lado, la población vive en paz, aunque está sea frágil; la Iglesia puede trabajar también en una paz relativa. Por otro lado, la situación humanitaria es muy tensa para muchas personas que viven allí. Los precios de los alimentos han crecido mucho y por eso sobre todo las familias con niños y las personas mayores no pueden conseguir lo más necesario para vivir. La diócesis ayuda con paquetes de alimentos y cuenta para ello con el apoyo de «Aid to the Church in Need». Mi impresión es que la herida de Crimea duele mucho; pero la Iglesia se ocupa de la situación, tal como es, e intenta ayudar a la gente, independientemente de la política.
Se ha referido a la compleja relación entre las confesiones cristianas. ¿Cuál es la situación del ecumenismo?
Para europeos occidentales, la situación es realmente confusa: en principio, en Ucrania existen tres Iglesias ortodoxas, y también la Iglesia católica se presenta en dos formas distintas: la católica-romana, la que nos es familiar, y la greco-católica. Esta última sigue la liturgia y las costumbres orientales, pero tiene plena unidad con el Papa. Pero, debido a las influencias históricas y políticas, las relaciones entre las iglesias son bastantes tensas. Sin embargo, hay señales de un acercamiento; por ejemplo, a comienzos de junio tuvo lugar en Kiev una gran «marcha por la vida», organizada por el Obispo católico romano de Kiev. Cristianos de todas las confesiones, y también representantes de los musulmanes, se manifestaron contra la ideología de género, por el derecho a la vida y por la protección de la familia. ¡Eran unas 10.000 personas! Toda la sociedad ucraniana precisa urgentemente tales señales.
¿Qué quiere decir con esto?
Ucrania amenaza con desgarrarse no solo por la corrupción y la guerra, sino también por la pobreza y las drogas. Visité una casa para madres e hijos en Járkov, dirigida por religiosas. Allí encuentran alojamiento mujeres embarazadas, muchas de ellas procedentes de condiciones difíciles y frecuentemente drogadictas. Una, que a los 18 años ya tiene dos hijos, decía: «sin las religiosas habría abortado. La calle me habría hundido». En Ucrania he podido experimentar lo que significa una ayuda católica, es decir «universal»: ayuda sin acepción de personas y de religión. Esta es la gran diferencia respecto de las sectas, que cada vez tienen más adeptos en Ucrania. El Obispo de Kiev, Vitaliy Krivitskiy, me decía: «La Iglesia es la única institución en que todavía confía la gente».
Esto sorprende si uno tiene en cuenta que Ucrania tuvo una ocupación comunista durante tres cuartos de siglo. En parte, a la Iglesia se la perseguía encarnizadamente. ¿Cómo es la vida eclesial hoy en día?
Quedé muy impresionado al ver una Iglesia católica tan viva en Ucrania, a pesar de ser una minoría de unos cinco millones de personas, pues los ucranianos son en su mayoría ortodoxos rusos. A los servicios religiosos acuden muchas personas, muchos jóvenes y niños. Para la difusión de la fe es también muy importante la labor con los medios de comunicación, que «Aid to the Church in Need» también apoya. Hay muchas vocaciones. En Leópolis (L´viv), por ejemplo, se encuentra uno de los seminarios sacerdotales más grandes del mundo, perteneciente a la archi-eparquía greco-católica: ¡202 seminaristas y 40 candidatos del primer curso! Da alegría ver cómo las iglesias que habían sido expropiadas son reconstruidas y cómo vuelven a revivir monasterios que habían sido cerrados. Al mismo tiempo se aprecian por todos lados las heridas de la persecución: el recuerdo de los mártires durante el dominio comunista, edificios eclesiales que no han sido devueltos aún, la precaria situación de muchos clérigos y fieles.
Un párroco de Odessa me decía: «prefiero ahorrarme el dinero que iba a gastar para tratarme el cáncer, para poder construir una capilla para la comunidad de mi pueblo». Una entrega así caracteriza lo que he visto en toda Ucrania.
Es decir, que aún sigue habiendo muchas posibilidades de ayudar…
Hace 55 años, el Fundador de «Aid to the Church in Need», el padre Werenfried van Straaten, comenzó con la ayuda a Ucrania. En el seminario sacerdotal de Leópolis y en otros lugares donde estuvimos nos decían: «sin la ayuda de “Aid to the Church in Need”, no hubiéramos podido sobrevivir». Y esto sigue siendo así. Si bien la Iglesia en Ucrania no es ya perseguida, sigue sufriendo. Esto puede decirse tanto de las necesidades materiales como espirituales de las personas, que viven en las condiciones más precarias y no ve futuro en su tierra. El país corre el peligro de desangrarse. También por esta razón, Ucrania sigue estando en el puesto número 4 entre los más de 140 países en los que ayuda «Aid to the Church in Need». Y los frutos de esta ayuda pueden verse por todos lados.