Piter Essa, un cristiano siro-ortodoxo de 17 años de edad, terminó su Bachillerato en Alepo, Siria, esta primavera. Piter cuenta a Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) algunas de sus dolorosas experiencias en el conflicto de los últimos ocho años:
“He sobrevivido a esta horrible guerra, y ahora empiezo a vivir mi vida como antes. Mi escuela no cerró en ningún momento, por lo que pude continuar con mis estudios; este año he terminado el Bachillerato.
“Tuve que separarme de muchos amigos que se vieron obligados a huir. Yo, personalmente, experimenté la violencia en forma de fuego de mortero y misiles, que causaron daños físicos y psicológicos. Traté de mantenerme fuerte por mis seres queridos: yo les cubría las espaldas y les decía que todo acabaría bien, incluso cuando yo mismo no me lo acababa de creer del todo.
“Quiero mencionar aquí un incidente, uno de los muchos similares que ocurrieron durante la guerra: un día, cuando estaba ayudando a mi papá con las compras y estábamos caminando y charlando tranquilamente, una enorme nube de fuego apareció frente a mí. Fue una explosión de mortero. Solo oía a bebés gritando y un silbido agudo; no se veía nada más que cadáveres, y había sangre por todas partes. Mi padre y yo corrimos sin mirar atrás y no nos detuvimos hasta que llegamos a una zona segura.
“En ese momento, no estaba enfadado ni triste. Estaba aterrorizado. No había visto nada parecido antes, excepto en las películas. Fue horrible, y es algo que me persigue hasta hoy. A veces sueño con ese día, con la gente inocente asesinada por nada, absolutamente nada.
“El momento más triste llegó cuando tuvimos que irnos de casa. Estaban cayendo demasiadas bombas a nuestro alrededor, y no podíamos seguir arriesgando nuestras vidas. Así que nos mudamos a otro barrio.
“Rezar me ayudó a seguir adelante, al igual que el apoyo de mi familia; ellos se ocuparon de mí y me permitieron llevar una vida de adolescente. Mis pasatiempos también me distrajeron de la violencia: escuchaba música todo el tiempo porque esta me ofrecía una vía de escape de lo que estábamos pasando. También llevaba un crucifijo colgado del cuello para recordar que, incluso cuando me sentía perdido, no estaba solo.
“Hoy me siento seguro de nuevo. Ya no hay fuego de mortero, misiles, explosiones o gritos, y mi comunidad está saliendo adelante. He encontrado verdaderos amigos que me entienden y aceptan como soy, y la fe de mi familia ha perdurado. Amo a mi país y su historia. Me siento conectado a él.
“Tengo previsto estudiar en el extranjero y especializarme en el ámbito de la Inteligencia Artificial. Después regresaré a Siria. Para mí, Internet es una herramienta de comunicación importante que uso todos los días, y que me permite ver cómo reaccionan otros países ante nuestra crisis. En mi opinión, pocos países se preocupan realmente por nosotros, y muchos otros sólo fingen hacerlo. Tengo la impresión de que a la mayoría de la gente no le importa y que no reaccionan.
“Pero aún tengo fe, y la fe era todo lo que teníamos para sobrevivir. Y sueño con que, algún día, todos podamos disfrutar en nuestro país de una paz duradera”.