El vicariato San José del Amazonas está ubicado en el norte de la selva peruana, en la frontera con Colombia y Brasil, es en una zona rural en la que no hay carreteras. Sus habitantes se trasladan por los grandes ríos, como el Amazonas y el Napo, y sus afluentes. Los pueblos están dispersos en la jungla y alejados de la única ciudad de la zona, la capital Iquitos, lo que dificulta encontrar productos y servicios básicos. La presencia del Estado es prácticamente inexistente, los niveles de educación y salud son los más bajos de todo el país y hay una gran inseguridad debido al narcotráfico y la trata de personas.
En esta selva fronteriza, olvidada y complicada, 59 misioneros católicos asisten y apoyan a los 14 sacerdotes que atienden a la población indígena en un territorio tan grande como Portugal e Irlanda juntos. Los misioneros provienen de países como México, Polonia, Canadá, Colombia, España, Brasil y la India. También hay peruanos que colaboran con el trabajo misionero en el área. La fundación Aid to the Church in Need les ayuda desde hace más de 25 años en su difícil labor pastoral. Pero según explica a la fundación ACN el obispo del vicariato San José del Amazonas, Mons. José Javier Travieso Martín, atraviesan una situación económica muy crítica, que en estos momentos se ha agravado debido a la pandemia del COVID-19.
Por este motivo, ACN acaba de reiterar su apoyo para los misioneros en esta zona de extrema pobreza “donde la población no solamente no puede aportar para el sostenimiento de su Iglesia, sino más bien necesita muchas veces apoyo como hemos podido comprobar una vez más durante la pandemia los que seguimos viviendo en estas tierras”, porque el sistema de salud desde hace años “está abandonado” y las personas “dejadas a su suerte”, explica el obispo en un mensaje a la fundación.
Gracias a la asistencia de ACN, durante los primeros meses del año 2020, se pudieron cubrir las necesidades de alimentación de 20 misioneros. Actualmente requieren apoyo, especialmente para la comida y la salud, 14 religiosas y 7 laicos.
El vicariato tiene 16 puestos de misión a su cargo. Además de un leprosería, de un hospital, 16 puestos de salud en el rio Napo, cuatro colegios, dos internados y dos centros de rehabilitación para discapacitados. Los misioneros son responsables de los puestos de misión/parroquias y visitan decenas de comunidades. Debido a la falta de sacerdotes en la zona presiden las celebraciones de la palabra, forman a los catequistas e imparten las catequesis, se encargan de la pastoral familiar y la pastoral indígena. También, atienden a los leprosos y enfermos y apoyan con la educación de los niños locales.
Gabriel Grégoire, miembro de la Comunidad del Desierto, es uno de los misioneros que apoya ACN. El misionero canadiense trabaja en la pastoral parroquial y la pastoral social, aunque debido a la pandemia no puede desarrollar esas labores con normalidad. Apoya con la limpieza y desinfección del templo y con los responsorios y servicios litúrgicos cuando el sacerdote se tiene que ausentar para atender a otras comunidades. También integra el consejo de economía del vicariato y asiste al grupo Legión de María, quienes visitan a los enfermos y a varios hogares para orar con la gente.
Junto con Grégoire, vive otro misionero canadiense llamado Alain Lacroix, quien se encarga de un taller mecánico implementado por el vicariato en Iquitos y ayuda con la supervisión de las infraestructuras de la misión de Tamshiyac. Además, socorre a quienes necesitan ayuda con sus vehículos y brinda trabajo a quienes lo solicitan.
También hay familias misioneras como la de Antonio Romero, que con su mujer Mónica Adriana y sus tres hijos vinieron de México para ayudar, el cual cuenta a ACN como todo ha cambiado mucho por el COVID y que toda su labor esta impregnada por la pandemia: “Las llamadas de consuelo por la muerte de un familiar, la enfermedad de los otros, saber que no hay medicamentos ni siquiera paracetamol, ni alcohol, que escasea la comida, que el oxígeno que en la selva antes era puro y gratis, ahora lo debemos comprar a más de 3500 soles los 10m3 y que se les está muriendo el familiar y no hay quien nos preste, alquile o venda un balón (tanque) de oxígeno, después buscar su llenado, que es otra odisea.”
Otra de las misioneras que ayuda a ACN es Dominik Szkatula, laica polaca y coordinadora de la Pastoral Indígena, que vive en el país desde 1982. Durante su labor apostólica, ha vivido en varios pueblos atendiendo a leprosos y defendiendo los derechos humanos de los indígenas. Afirma que, tras 30 años de experiencia como misionera y catequista, “sé por mi propia experiencia que todos podemos tomar parte activa en la misión salvífica de Cristo. Me considero suertuda porque viviendo en la Amazonía uno vive más cerca de Dios y el trato con la gente sencilla y humilde que la habita te permite tocarlo”.