En la diócesis de Miao en la India un sacerdote ha de convertirse en «todo para todos»

La Diócesis de Miao, erigida en 2005, se encuentra en el noreste de la India, en uno de los territorios más pobres y subdesarrollados de todo el país. No obstante, pese a la necesidad y la miseria circundantes, los sacerdotes que trabajan allí son testigos del florecimiento de la fe católica entre personas que acaban de conocer el Evangelio.

Y es que la fe católica llegó a esta zona hace tan solo cuarenta años. Por entonces, cualquier tipo de labor misionera estaba prohibida y muchos misioneros fueron detenidos y sufrieron por su fe, entre ellos los Obispos Mons. Thomas Menamparablil y Mons. George Pallipparampil, que sembraron en la región la semilla de la fe católica. Su sufrimiento y la lucha que tuvieron que librar son, hasta hoy, una fuente de inspiración para los misioneros.

En algunas zonas de la diócesis, la gente no ha conocido el Evangelio hasta los años noventa del siglo pasado, pues hay zonas que durante la época de lluvias (de seis meses de duración) se quedan totalmente aisladas del mundo exterior debido a los corrimientos de tierras y los aludes de barro. Y, durante los restantes seis meses, la población padece un duro invierno. Esta zona se encuentra en la cordillera del Himalaya, cerca de la frontera con Birmania. La población, perteneciente a varias tribus de minorías étnicas, está sumida en una pobreza extrema. No hay electricidad ni agua corriente. Mientras que en la época lluviosa se registran a menudo inundaciones, en invierno, los ríos se secan. Debido a las malas condiciones higiénicas, están muy extendidas las enfermedades infecciosas, y la tasa de mortalidad infantil es alta. Los habitantes utilizan un rincón de sus cabañas como letrina, y los cerdos y perros comparten un mismo espacio con la familia; los niños duermen, juegan y comen junto a los animales. Los hospitales están lejos, en las ciudades, y por tanto son inaccesibles para esta población.

Para acceder a las zonas más remotas de la diócesis, los sacerdotes tienen que afrontar a menudo marchas de entre tres y cinco horas por un territorio inhóspito y montañoso. Estos sacerdotes no solo anuncian la Buena Nueva y administran los sacramentos, sino que también prestan una ayuda concreta al desarrollo. Y es que el 95% de los adultos no saben leer ni escribir y tampoco entienden por qué sus hijos deberían aprender a hacerlo. A ello hay que añadir las cuestiones de la higiene y la atención médica… En pocas palabras: en este territorio, el sacerdote tiene que convertirse en todo para todos y realizar, junto a las obras espirituales de misericordia, también las físicas.

Para apoyar a los 98 sacerdotes de la diócesis, les hacemos llegar estipendios de Misa; como contrapartida, estos sacerdotes celebrarán la Santa Misa por las intenciones de los de los benefactores de Aid to the Church in Need.

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