En el norte de Camerún, los terroristas de Boko Haram cometen una y otra vez atentados suicidas
por Eva-Maria Kolmann
En Maroua-Mokolo, la gente tiene miedo, pues esta diócesis situada en la región fronteriza con Nigeria es, una y otra vez, escenario de atentados por parte de Boko Haram. Cuando el Obispo, Mons. Bruno Ateba Edo, celebra la Santa Misa, los fieles muchas veces se cogen de las manos para formar una cadena humana. Quieren así impedir que se introduzcan entre las personas que rezan quienes quieren cometer atentados suicidas. Antes de la Misa, los asistentes son registrados por voluntarios por si alguien lleva armas o explosivos. Las bolsas grandes están prohibidas.
«Muchos de los atentados suicidas son cometidos por personas muy jóvenes. Solo hace un mes, en el mercado de Mora se hicieron estallar dos muchachas jóvenes. No tenían ni siquiera 20 años», dice el Obispo a la Fundación Pontificia Internacional «Aid to the Church in Need». «La gente vive permanentemente con miedo de que se produzcan atentados; han desarrollado ya una psicosis».
El peligro es especialmente grande cuando se reúne un elevado número de personas. Sin embargo, los fieles católicos no dejan por ello de reunirse para rezar: «La oración es nuestra fuerza y nuestra esperanza. ¡Necesitamos la oración! ¡Queremos rezar! Especialmente la oración en comunidad es un signo de esperanza», dice Mons. Ateba. Cuando en la población de Mémé y en febrero de este año, dos suicidas cometieron un atentado que se cobró la vida de al menos 20 personas, y docenas resultaron heridas, la oración salvó vidas humanas: «en el momento en que se produjo el atentado, muchas de las mujeres que trabajan en el mercado y otras personas de la población se encontraban en la iglesia, para participar en el Vía Crucis. Y han comentado: “seguimos vivos porque estábamos en la iglesia. Si no hubiera sido por el Vía Crucis, estaríamos muertos”».
Mons. Ateba está decepcionado de que la dramática situación en su diócesis no sea comentada prácticamente nunca por los medios internacionales. «Me gustaría que lo que está sucediendo aquí, en el norte de Camerún, llamara más la atención. Cuando sucede algo en Europa, la noticia se extiende inmediatamente por todo el mundo; es como un terremoto. Pero cuando mueren personas aquí, en Camerún o en otro país africano, apenas interesa. Mucha gente piensa probablemente que las víctimas son “solo africanos”. Y eso que muchas veces se dice que el mundo es hoy en día una aldea. Los medios deberían hacer más presión; tienen fuerza y poder. Me gustaría decir a los medios: ¡miren bien allí donde sucede algo malo y hablen de ello!».
A la tensión que producen los ataques terroristas se viene a añadir un problema humanitario, pues en la diócesis de Maroua-Mokolo viven 80.000 refugiados de Nigeria en un inmenso campo de refugiados. «Muchos de ellos querrían volver a su país, pero necesitan seguridad y perspectivas. Muchos llevan allí cuatro o cinco años y no pueden volver a sus casas», expone Ateba. Los refugiados católicos cuentan con la atención pastoral por parte de un sacerdote nigeriano, que habla su idioma. «Aid to the Church in Need» ha proporcionado 14.900 € para la construcción de una capilla. El obispo está muy agradecido: «en el campo viven casi 5.000 católicos. Todos los domingos se celebran allí dos Santas Misas. Un lugar de oración es un signo muy importante. Gracias por habernos ayudado».
Además de los refugiados nigerianos hay más de 50.000 cameruneses que han huido de los poblados situados directamente en la frontera, donde la situación es especialmente peligrosa. La mayoría de ellos han sido acogidos por familiares, amigos o conocidos. Cuentan también con el apoyo de la Iglesia católica. Por esto, «Aid to the Church in Need» proporcionó el pasado año ayuda de emergencia por un importe de 75.000 euros, para atender a esas personas que han perdido sus casas, pues el Obispo mismo es pobre: vive en una pequeña habitación sin cuarto de baño. No tiene ni siquiera una iglesia episcopal. Su riqueza son las personas de su diócesis.
Sobre todo se alegra porque no faltan vocaciones. Actualmente se están preparando para el sacerdocio 30 jóvenes de la diócesis de Maroua-Mokolo. Mons. Ateba ha celebrado ya dos ordenaciones sacerdotales, y en la fiesta de Todos los Santos ordenará de diáconos a tres jóvenes.
También hay otras cosas agradables que referir: a pesar de los problemas con Boko Haram hay un «diálogo maravilloso» con los musulmanes, dice Mons. Ateba. Muchos niños musulmanes —e incluso los hijos de líderes religiosos— acuden a escuelas católicas. «Los musulmanes normales están en contra de Boko Haram», añade.
Todos los días, los fieles católicos rezan después de la Santa Misa para pedir a Dios que les dé la paz. La situación ha mejorado un poco, pues al menos ha descendido el número de ataques armados que Boko Haram viene cometiendo desde el pasado en la región, pues la organización terrorista se ha debilitado con las acciones militares de tropas procedentes de Nigeria, Níger, Camerún y Chad. «Sin embargo, la esperanza de la gente reside sobre todo en su fe en Dios —subraya una y otra vez el Obispo—. Confiamos en la oración. La oración es nuestra fuerza. Rezamos porque necesitamos paz. Y, a pesar de los atentados, no dejaremos de reunirnos para pedir unidos a Dios por esa paz».