Venezuela: «Sin la solidaridad de los cristianos no podríamos sobrevivir»

Venezuela fue en el pasado, gracias a las elevadas exportaciones de petróleo, el país más rico de Sudamérica. Mons. Manuel Felipe Díaz Sánchez (63), desde 2008 a la cabeza de la archidiócesis de Calabozo – a unos 300 kilómetros al sur de la capital Caracas – explica durante su visita a la oficina nacional alemana de Aid to the Church in Need (ACN) cómo la Iglesia a pesar de las dificultades intenta ayudar a las personas y contribuir a la unidad del país. La entrevista corrió a cargo de Tobias Lehner.

 

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Mons. Manuel Felipe Díaz Sánchez (63)

 

ACN: Venezuela fue en el pasado uno de los países más ricos de Sudamérica. Hoy en día está sufriendo una inflación de hasta un millón por ciento; gran parte de la población está sumida en la miseria. ¿Qué significa esa crisis para las personas en concreto?
Mons. Manuel Felipe Díaz Sánchez: Un ejemplo de la vida diaria: alguien va a un comercio y pregunta cuánto cuestan unos comestibles determinados. Va a por el dinero y vuelve una hora más tarde; en esa hora ha subido el precio. Hay carencia de todo. Muchas personas se alimentan tan solo de arroz y judías. La situación es especialmente crítica en los hospitales: no hay medicinas. En parte las tienen que conseguir los pacientes mismos, para lo que venden sus objetos de valor. Muchas personas ven en la emigración la única solución.

Se oye una y otra vez que se vuelve a agravar la situación en la frontera con Colombia. Incluso se ha tenido que cerrar la frontera en alguna ocasión. Muchas personas se quedan allí porque no tienen dinero para los documentos de salida. ¿Qué sabe sobre la situación allí?
Es sobre todo la Iglesia la que se ocupa de las personas. Esto puede decirse del lado venezolano, pero también de Colombia, Ecuador, Perú y Chile, que son los países adonde se dirige el mayor número de personas. Las comunidades en la frontera proporcionan alimentos y ofrecen posibilidades para pasar la noche o ayuda médica. Comparten lo poco que tienen. Agradecemos mucho esa solidaridad.

Venezuela se presenta a sí misma como un Estado socialista moderno. ¿Comporta eso también dificultades para la Iglesia?
El sistema político de Venezuela es un mosaico de diferentes influencias: socialistas, conservadoras, mezcladas con ideas ateas y espiritistas y muchas más. Siempre ha habido intentos de dividir a los obispos; pero no lo han conseguido. Al mismo tiempo, Chávez y el actual Presidente Nicolás Maduro también han reconocido los tratados firmados por los gobiernos anteriores con la Iglesia católica. Esto se refiere sobre todo a las escuelas católicas: el 10 por ciento de las escuelas de Venezuela es de titularidad eclesiástica, entre ellas muchas escuelas de formación profesional. Eso favorece también, por supuesto, al Estado. Muchos políticos se presentan también conscientemente como muy religiosos. Al mismo tiempo, los representantes públicos no participan ya, por ejemplo, en las ordenaciones de obispos. Es una situación ambigua.

¿Cómo es la vida eclesial?

El 75 por ciento de los venezolanos es católico y se ha mantenido fiel a la fe. Una y otra vez oigo decir que la Iglesia es la institución en Venezuela que mayor credibilidad tiene. Pero naturalmente, la crisis también influye sobre la vida eclesial: por ejemplo, por razones económicas no es posible organizar actividades multitudinarias como unas Jornadas para la juventud o un Encuentro de familias. Y donde no hay ese encuentro, no hay comunidad. Especialmente grave es la situación de los sacerdotes: muchos quedan aislados porque tienen que atender solos una parroquia muy extensa, frecuentemente en el mundo rural. Por motivos económicos no les es posible acudir a reuniones o comprar objetos de primera necesidad. Se han dado también casos en que congregaciones han tenido que abandonar el país porque no estaban económicamente en condiciones de mantener el convento y su labor.

¿Puede hacer algo la Iglesia en Venezuela para subsanar las necesidades de las personas?

No cejamos en nuestro compromiso en el campo de la escuela y la educación. Queremos ofrecer a los jóvenes la posibilidad de que construyan un futuro mejor. En algunas parroquias, los sacerdotes reparten medicamentos que reciben del extranjero. Una acción de mucho éxito son las llamadas «ollas solidarias»: con donativos de alimentos, voluntarios en las parroquias cocinan para personas especialmente pobres. Estos están muy agradecidos porque saben que también los medios que tiene la Iglesia son muy limitados.

¿Qué puede hacer concretamente una organización como Aid to the Church in Need para ayudar a Venezuela?

No estoy acostumbrado a pedir limosna; por eso estoy especialmente agradecido a que Aid to the Church in Need nos haya ofrecido ayuda. La gente necesita apoyo para comprar comida y medicamentos. Pero también necesitamos ayuda pastoral. Los sacerdotes y los fieles necesitan oportunidades para relacionarse y fortalecerse. A los encuentros diocesanos ya me he referido antes; son muy importantes. También hacen falta biblias y materiales para la catequesis. Muy importante es el mantenimiento de los sacerdotes: los estipendios de misas son para muchos la única fuente de ingresos necesarios para sobrevivir.

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