Nigeria: A pesar de los ataques y de la radicalización, la fe sigue creciendo

El Arzobispo de Kaduna habla sobre la situación del cristianismo en su país
A pesar de que el Gobierno ha hecho esfuerzos por recuperar el control sobre los territorios ocupados por Boko Haram, se producen una y otra vez ataques a cristianos y a sus comunidades, sobre todo en el noreste. El 2 de noviembre, Matthew Man-Oso Ndagoso visitó por última vez su antigua diócesis de Maiduguri. Dos días después volvió a producirse un ataque. Si bien el actual arzobispo de Kaduna consiguió salvar su vida, «volvió a haber muchos muertos; esos ataques hacen que nuestra vida diaria sea muy insegura», dice Ndagoso. Según datos internacionales, en Nigeria hay actualmente casi 1,8 millones de personas refugiadas en el propio país; al menos 140.000 se han añadido durante el pasado año debido a la continuación de los asaltos. Se producen ataques sobre todo a mercados, así como a iglesias y últimamente —según Ndagoso— también a mezquitas. «Grupos terroristas aducen que vienen a rezar. Se mezclan entre las personas reunidas en espacios donde normalmente nadie espera que se produzca un ataque con bombas». De ese modo se extiende la confusión. El arzobispo menciona como uno de los mayores problemas actuales los secuestros y el rescate que se quiere extorsionar de ese modo.
Últimamente se han radicalizado más grupos, entre ellos miembros del pueblo ganadero nómada de los fulani. Llama la atención que están equipados con armas modernas; una circunstancia que hace pensar «que tras esos grupos hay fuerzas potentes, con relaciones con las organizaciones terroristas EI y Al-Qaeda», explica Ndagoso. Pero por más ataques que se perpetran contra los cristianos, «tanto más fuerte es su fe». No solo ha aumentado el número de estudiantes en los seminarios sacerdotales de Nigeria, sino el de cristianos en general. «En los últimos cuatro años he inaugurado al menos tres parroquias cada año», dice el arzobispo de Kaduna. Y eso que el entorno de su diócesis, al norte de Nigeria, es todo menos sencillo para los cristianos: son una minoría entre la mayoría musulmana; en parte tiene vigencia la sharia, la ley islámica. Una y otra vez se producen ataques contra iglesias; no se aprueba la construcción de nuevas iglesias. La casa de Maiduguri, donde vivía Ndagoso cuando fue obispo de esta diócesis, fue destruida entonces por Boko Haram. Este grupo terrorista surgió en una mezquita sita en el vecindario de la casa episcopal.
Para los cristianos de su diócesis, las actividades de Boko Haram fueron como «un despertador», expone Ndagoso. Un ejemplo: una iglesia de la ciudad de Kaduna, donde en 2012 se produjo un ataque con varios muertos y más de cien heridos. Antes de este atentado se celebraban allí tres Misas a la semana; ahora se celebra la Misa prácticamente todos los días. Desde el atentado, el número de fieles se ha triplicado. Gracias a la ayuda prestada por «Aid to the Church in Need», también se ha podido reconstruir el centro pastoral vecino, que había sido asimismo destruido.
En relación con el papel de los cristianos en su país, Ndagoso subrayó: «Hemos de ser pacientes, como lo ha sido Dios durante milenios con todos los hombres: hemos de tomar nosotros mismos la iniciativa una y otra vez, comprometernos con la verdad… pues nuestro Dios es un Dios de paz y no de violencia».
Las transparentes ayudas de los cristianos en el noreste de Nigeria ha hecho que también organismos del Estado hayan adjudicado a la Iglesia bienes de ayuda para repartirlos a personas desplazadas.

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