El Doctor de la Iglesia Alfonso María de Ligorio escribe en un libro –que él considera el más importante de sus escritos– una frase dura para nuestros contemporáneos: “Quien reza sin duda se salva; quien no reza sin duda se condena”.
El libro se titula ¿Es necesario rezar? Las religiosas responden con el ejemplo de sus vidas. Algunas rezan mucho a través de su trabajo, y para otras, la oración es la actividad principal. Rezar siempre es social. La labor social sin oración ayuda, pero no salva, y esto lo dan por sobreentendido las Clarisas de Madagascar, que viven repartidas en cinco conventos porque los problemas sociales no se resuelven solo con trabajo. “Queremos hacer realidad el maravilloso sueño de salvar muchas almas con el sacrificio de nuestras vidas”, dice la Hna. Laura, que es una de las seis Hermanas de un convento recién fundado. Al igual que sus otras tres Hermanas Chiara, Gloria y Celeste proviene de Sicilia, mientras que las otras dos, Agnes y Francisca, son de Madagascar. Con su convento llamado Kintana Manazava (convento luz de luz) quieren iluminar la Diócesis de Ambanja.
Quieren que la luz ilumine las oscuras condiciones de vida de la gente y, sobre todo, de las mujeres, que a menudo están solas con sus hijos porque en Madagascar apenas se sabe lo que es la cohesión familiar. Solo hay pocas escuelas, la tasa de analfabetismo es alta y también la vida espiritual carece de suficientes conocimientos y las prácticas supersticiosas están muy extendidas. La pobreza y el desempleo, la prostitución y las drogas pertenecen al duro día a día. La electricidad y el agua corriente son un lujo, y muchos no han visto nunca un coche.
Para iluminar esta oscuridad, las religiosas empiezan por la luz de la fe, la oración. Para la fundadora de la orden, siempre fue muy importante el equilibrio entre el trabajo y la oración, concediéndole siempre el primer lugar a esta última. En el capítulo 7 de la regla de las Clarisas dice así: “Las Hermanas… deben trabajar fiel y devotamente… de tal suerte que… no apaguen el espíritu de la santa oración y la devoción, a las cuales las demás cosas temporales deben servir”. Para ellas fue una señal del Cielo que una comunidad de creyentes les regalara una imagen de la Virgen por la fundación del convento. Se trata de una Virgen de La Salette itinerante, porque en los meses marianos de mayo y octubre se lleva de casa en casa para que los creyentes recen el Rosario ante ella.
Las seis religiosas y cuatro novicias, así como las cuatro postulantes, viven en una pequeña casa donde se consagran a la oración y la formación. El terreno está pagado, pero faltan recursos para la ampliación de la casa y la construcción de una capilla que también permanecerá abierta a los fieles y, sobre todo, a las mujeres, para que todos saquen fuerzas de la oración. Nosotros hemos prometido financiar una parte de las obras con 200.000 euros, porque queremos que el sueño desinteresado de las religiosas se haga realidad