[vc_row][vc_column][vc_column_text]«Si no hacemos nada, el destino de los niños romaníes está decidido», dice el padre salesiano Martin Jilek de Stara Zagora, situada en Bulgaria Central, a 230 kilómetros al este de la capital, Sofía. «A los 14 años, el clan les casa. Muy pronto tienen hijos y viven del subsidio familiar estatal por hijos, que asciende a unos 40 lev por hijo y mes»; al cambio son unos 20 euros y, para muchas familias romaníes, la única fuente de ingresos.
En Stara Zagora viven unos 28.000 gitanos romaníes; la mayoría de ellos son niños y adolescentes. Malviven en barracones, casas semiderruidas o casas sin terminar. En Bulgaria pertenecen al pueblo romaní aproximadamente un millón de personas; nadie conoce las cifras exactas. Viven en una sociedad paralela, en las que las estructuras de los clanes resultan inextricables para las personas de fuera. Los romaníes son despreciados, odiados y exiliados de la vida pública.
Los resentimientos son tan grandes que incluso a los búlgaros que tienen piel oscura y que por eso parecen gitanos, les resulta muy difícil conseguir trabajo. La formación escolar es en la mayoría de los casos rudimentaria, si es que existe. No hay puestos para formación profesional. Por esta razón, muchos romaníes caen en el desempleo y en la criminalidad, lo que a su vez alimenta estereotipos y crea nuevos obstáculos: el subsidio estatal por hijos es la única fuente de ingresos. Hijos como «seguro de vida»… y un paso más hacia la depauperación, un círculo vicioso.
El padre Martin y sus cofrades salesianos no están conformes con esta situación. Con el apoyo de la fundacion pontificial Aid to the Church in Need (ACN) han construido una sede entre los romaníes y desean ofrecerles mejores oportunidades. El padre Martin explica cómo puede funcionar: «solo es posible a través de los hijos. A los adultos apenas es posible llegar».
“Para muchos es ya una experiencia sorprendente que les llamemos por su nombre”
Los salesianos han organizado, por ejemplo, una especie de atención para hacer tareas escolares, que es mucho más que solo esto. Los niños acuden después de la escuela, comen juntos, juegan y aprenden. Y se les enseña también reglas elementales de comportamiento. «Después de venir algunas semanas por aquí —explica el padre Martin—, comienzan a decir “por favor” y “gracias”. También se vuelven más tranquilos y no están tan excitados». Muchos de ellos no reciben atención por parte de sus padres, vagabundean por ahí y sus compañeros evitan juntarse con ellos. «Para muchos es ya una experiencia sorprendente que les llamemos por su nombre», dice el padre Martin. «Dedicamos tiempo a los niños. Pronto, los padres comienzan a oír hablar de ello y aparecen por aquí».
Los salesianos de Stara Zagora no conocen horarios
En su convento, los romaníes entran y salen las veinticuatro horas del día. Asisten a la Santa Misa, se ocupan de pequeñas ocupaciones diarias, buscan consejo o sencillamente vienen de visita. Los salesianos tienen más planes: han previsto un comedor. «Así tenemos posibilidad de hablar con ellos. Les queremos convencer de que envíen sus hijos a nuestra escuela».
Este es precisamente el principal problema: muchos padres no dejan que sus hijos adquieran formación más allá de la escuela primaria, pues entonces no los pueden casar inmediatamente. «Convencer a los padres de que es mejor tener una formación o incluso estudios superiores que recibir el subsidio familiar por hijos cuesta bastante», explica el padre Martin. Sin embargo, ya comienzan a producirse los primeros éxitos: «muchos romaníes nos conocen ya y saben que queremos lo mejor para ellos».
Esta maravillosa labor realizada por los salesianos en Bulgaria es un ejemplo del impacto – a veces escondido – que es posible gracias a la ayuda de la Fundación Pontificia Internacional ACN. En este caso cofinanció la construcción de la iglesia y del centro para la pastoral de los salesianos con los romaníes en Stara Zagora. En estos momentos ACN busca donativos para otro proyecto en Bulgaria: la renovación de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en Rakovski.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]