El padre Alfonso Delgado, sacerdote español que llegó a Venezuela en los años setenta junto a otros misioneros, fue quedando solo con el paso del tiempo: todos sus compañeros fallecieron. Cuando este sacerdote, muy querido en la diócesis, enfermó de cancer encontró su último hogar entre las hermanas de la Obra Misionera de Jesús y María, congregación que él mismo ayudó a fundar en Carora hace más de medio siglo.

«Hace unos meses, cuando el cáncer me golpeó, no sabía a dónde ir. Estaba solo, sin fuerzas y sin un lugar donde me cuidaran. Fue entonces cuando las hermanas me recibieron. Me abrieron las puertas de su casa y me cuidan con mucho amor”, escribía el padre Alfonso Delgado en una carta dirigida a Aid to the Church in Need (ACN). En esa misiva, enviada a ACN antes de su fallecimiento, el sacerdote pedía apoyo a la fundación para que las hermanas pudieran adquirir un vehículo que les ayudara a seguir con su misión y contaba, además, cómo era su vida con ellas. Y daba un testimonio conmovedor del amor y la generosidad que las hermanas brindan a todos los necesitados. “Cuidan de los niños, los enfermos, los ancianos. Y ahora, me cuidan a mí”, decía el sacerdote en el mensaje. “Son muchas las obras de misericordia que ellas hacen con los pobres y necesitados, llevando a los enfermos a las clínicas, realizando su misión de evangelización, ayudando a las niñas que cuidan y asistiendo a las familias en situación de emergencia”.
El padre Alfonso falleció en octubre de 2024, después de haber servido 71 años como sacerdote.
“Conozco la historia del padre Alfonso. Era un sacerdote muy querido por todos en la diócesis. Cuando quedó solo y enfermo y sin ninguna protección, quiso ir a la casa de las hermanas y ellas, con todo el cariño, lo cuidaron, lo llevaban al hospital, ya que padecía cáncer y muchos problemas cardíacos. Lo que las hermanas hicieron por él es un reflejo más de su generosidad”, cuenta monseñor Carlos Enrique Curiel, obispo de Carora a ACN. “Durante sus últimos años, muchos sacerdotes, también entre los más jovenes, iban a confesarse con él por el gran carisma que tenía”, recuerda el obispo.
Y el vehículo llegó: la misión continúa.
“Las hermanas llevan más de 50 años aquí, haciendo el bien sin pedir nada a cambio, atendiendo a los necesitados”, continúa Mons. Curiel. La Obra Misionera de Jesús y María se dedica a cuidar y formar a los niños en un ambiente lleno de amor y valores cristianos, creando espacios como los “jardines infantiles”. También atienden con ternura inmensa a los ancianos y enfermos, llevan comida, ropa y medicinas a los mas necesitados, así como brindan a todos un acompañamiento espiritual que les permite ofrecer su dolor con esperanza.
Gracias a la generosidad de los benefactores de ACN, las hermanas recibieron ese vehículo todoterreno que ha sido crucial para su misión. Este apoyo ha facilitado enormemente su labor, permitiéndoles llegar más lejos y ayudar a más personas.

En aquella carta, el padre Alfonso no solo compartía su gratitud, sino también una despedida serena, confiando en que la ayuda llegaría: “Queridos benefactores de ACN, que Dios les recompense con el ciento por uno todo lo que hagan por las hermanas. Que el Señor los bendiga siempre.” Y llegó el vehículo, la ayuda, el respaldo, pero también quedó algo más: el recuerdo de un sacerdote que, al final de su largo camino dedicado a la misión en Venezuela, encontró en las religiosas que el había ayudado a fundar el mejor refugio.
Por Lucia Ballester.