«Eritrea tiene hambre de Dios»

Entrevista acerca de las primeras impresiones del P. Andrzej Halemba en su reciente visita a Eritrea.

Por Maria Lozano

Usted ha estado recientemente en Eritrea. ¿Qué impresión le ha causado este país?

Es la primera vez que he logrado ir allí, tras muchos años de intentar obtener el permiso para visitar el país. Casi el 50 % de la población es cristiana, y la otra mitad, musulmana. La mayoría de los cristianos pertenecen a la Iglesia Ortodoxa. El Estado reconoce a las Iglesias Católica, Ortodoxa y Protestante y también al Islam. En Eritrea hay unos 150.000 católicos. Sin lugar a dudas, podemos afirmar que este país está muy marcado por el Cristianismo. En él hay iglesias impresionantes y hermosas, e increíbles campanarios. Pero también la espiritualidad de la gente es impactante, y esta espiritualidad también se refleja en sus rostros y en la ropa que llevan. Allí se puede ver a mujeres vestidas de blanco, lo cual simboliza su adhesión a la espiritualidad, pues así toman conciencia del cielo. Además, estas ropas contribuyen de alguna manera a un ambiente espiritual.

¿Cómo es allí la vida de los cristianos?

Pese a todas las dificultades que atraviesan, que son ampliamente conocidas, podemos afirmar que el Cristianismo está sobreviviendo en estos difíciles tiempos. También cabe resaltar que la Iglesia Católica está manteniéndose a sí misma, que intenta ser autosuficiente y que dirige proyectos sociales. La Iglesia Católica es la única organización religiosa del país que gestiona jardines de infancia, escuelas, etc., y que también ofrece diferentes tipos de apoyo a la promoción de las mujeres, ofreciéndoles instrumentos para ganarse ellas mismas el sustento. Esta labor de la Iglesia es especialmente notable, pues –como todo el mundo sabe– muchos hombres de edad media están en el Ejército, por lo que las mujeres tienen que hacerse cargo de familias generalmente numerosas. En Eritrea hay muchas familias mantenidas solo por mujeres. La Iglesia Católica ha detectado esta situación e intenta afrontar el problema mediante una oferta de cursos de higiene, cocina, bordado, costura y muchos más.

¿Cuáles fueron los momentos más emocionantes del viaje?

Hubo muchos momentos emocionantes, pero si, como sacerdote, tuviera que elegir uno, escogería la gran determinación de los jóvenes sacerdotes y religiosas para aprender. Como la velocidad de Internet no es grande, tienen que permanecer despiertos hasta muy entrada la noche, hasta después de la medianoche, para hacer sus deberes, descargarse archivos y preparar los documentos para el día siguiente. Los he visto trabajar durante muchas horas y estudiar por la noche con el fin de obtener su licenciatura. Esto resulta sorprendente, y lo mismo vale para las religiosas. También es hermoso ver cuántas personas están interesadas en convertirse en catequistas y en impartir Religión. Para ellos esto no es solo una fuente de ingresos, un salario, sino una vocación que sienten en su interior.

Como es bien sabido, los sacerdotes no pueden celebrar la Misa en cualquier lugar, por lo que, en estos casos, son las religiosas las que se encargan de las parroquias. Son ellas las que preparan a la gente para la Primera Comunión y las que atienden a los enfermos. Recuerdo presenciar cómo un anciano que acudía a ellas era tratado con gran familiaridad, como si fuera un abuelo. Era un albino y estaba claro que estaba enfermo y atravesaba otras dificultades. Sin embargo, con ellas se sentía como en casa, lo cual demuestra que las religiosas mantienen una gran cercanía con la gente.

También me conmovió mucho ver cómo las religiosas gestionan un orfanato. Fue hermoso presenciar cómo las chicas jóvenes y algo más mayores trataban a las Hermanas, y fue realmente bonito verlas danzar, impartir clases y todo lo demás.

Otra imagen que me viene a la mente es la de un sacerdote casi ciego que dirige un orfanato a donde trajeron un hombre discapacitado, pues el centro es para huérfanos, pero también para personas con minusvalías. Allí percibí que estos centros no son instituciones, sino que en ellos se forman algo así como familias cuyos miembros se cuidan mutuamente.

¿Qué cabe resaltar de la labor actual de AIN en Eritrea?

Eritrea tiene hambre de Dios. Puedo afirmar que su determinación y espiritualidad, su hambre de Biblias es realmente impactante. Según me aseguraron, la gente solo quiere leer obras relacionadas con la religión. También me dijeron que les gustaría tener literatura religiosa, pero que no es fácil de conseguir. Sin embargo, cuando hay una oferta, la gente compra, aunque le resulte caro. Además, hay muchas vocaciones, tanto para el sacerdocio como para la vida religiosa. Cuando visité el seminario menor les pregunté a los chavales si querían ser sacerdotes, y las repuestas eran maravillosas, de todo tipo, pero maravillosas: “Quiero servir a Dios”, “Quiero dirigir a la gente” o “Amo a Dios y me gustaría que los demás también amaran a Dios”. Evidentemente, no todos ellos se convertirán en sacerdotes, porque, a veces, se encuentran solos con esta decisión. Por ejemplo, cuando son el único hijo varón de la familia y los padres no quieren que sean sacerdotes; otros realizan el servicio militar y no pueden abandonarlo. Ciertamente, hay obstáculos, pero las respuestas son maravillosas.

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