Reinhard Backes viajó, para la Fundación Pontificia Internacional «Aid to the Church in Need», a la ciudad filipina de Marawi. La minoría cristiana que allí vive ha sido reprimida durante meses por islamistas. Una conversación sobre las relaciones entre cristianos y musulmanes en esta región y sobre el modo de afrontar las consecuencias del conflicto.
¿Qué ha sucedido durante los últimos meses en Marawi?
La ciudad es un centro de la fe musulmana en Mindanao, la segunda isla de Filipinas en cuanto a tamaño, que sin embargo tiene mayoría cristiana. Justamente éste es el objetivo que han elegido los extremistas islamistas para sus ataques. Todo comenzó el 23 de mayo de 2017: el ejército filipino había planeado una operación para detener a los líderes del denominado «Estado Islámico» en esta región. Pero los extremistas se adelantaron y ocuparon el casco histórico de Marawi, que mantuvieron hasta muy entrado el mes de octubre. En definitiva, el conflicto fue solucionado con el uso de la violencia; el ejército bombardeó masivamente el centro de la ciudad. Según datos oficiales murieron 920 extremistas, 165 soldados y 45 civiles.
¿Se trataba de un asalto espontáneo o más bien se había planeado la ocupación a largo plazo?
Al parecer, los atacantes estaban bien preparados e informados sobre la operación militar prevista. Posiblemente fueron advertidos incluso por militares. Como muchas otras cosas, esto es especulación porque se sigue sin disponer de información detallada sobre el curso del ataque a Marawi. Cuando visité la ciudad a comienzos de marzo, me dijeron que gran parte de los extremistas eran indonesios: a Mindanao se puede acceder fácilmente por mar desde Indonesia. Al parecer, para el ejército era, y sigue siendo, difícil controlar la vía marítima. Según observadores, el ejército no estaba preparado para tal amenaza.
¿Tuvieron los islamistas apoyos por parte de la población?
Hay que partir de la base de que efectivamente tuvieron un cierto apoyo por parte de la población, pues al parecer los extremistas utilizaron un sistema de túneles en el que se podían mover en el subsuelo; y un sistema así no se hace de un día para otro.
Algunos medios informaron que se habían tomado como rehenes a cristianos, entre ellos un sacerdote. ¿Es esto cierto?
Fueron tomados muchos rehenes; la mayoría de ellos eran cristianos. Al parecer, uno de los primeros objetivos de los ataques de los extremistas en la ciudad fue la catedral católica de Santa María. Posiblemente quisieron tomar como rehén al Obispo de Marawi, Edwin de la Peña; pero en ese momento no se encontraba en el centro de la ciudad. En su lugar tomaron prisioneros al Vicario general, Teresito Suganob, y a otros fieles. Pero los islamistas tomaron también como rehenes a musulmanes, a los que acusaban de colaborar con los cristianos.
¿Se llevaron a cabo en la catedral católica de Santa María profanaciones o actos de vandalismo?
Sí, en realidad la iglesia está completamente destruida, y también todas las figuras, estatuas de la Virgen o crucifijos. Yo vi una estatua de la Virgen decapitada; al parecer, la cabeza fue quemada. Arquitectónicamente, la catedral es sencilla, una especie de nave. Marawi es, en su mayoría, musulmana, por lo que no se deseaba una iglesia cristiana llamativa. La comunidad católica asciende a pocos miles de personas, que ahora han quedado desperdigadas.
¿Cómo eran las relaciones entre cristianos y musulmanes antes de producirse el ataque de los islamistas?
Como en otros países, por ejemplo Pakistán, los cristianos —allí donde son una pequeña minoría entre musulmanes— se esfuerzan por mantener buenas relaciones con sus vecinos musulmanes. Al menos, esto es lo que sé de la parte católica. Por regla general, los cristianos buscan también contactos estrechos con las autoridades musulmanas, y Marawi no era una excepción. Por parte de los musulmanes, la mayoría quería convivir solo pacíficamente con sus vecinos; por ello, las relaciones eran amistosas en la mayoría de los casos. Ahora bien, ahora reina una cierta desconfianza.
¿Cómo afronta la situación el Obispo de Marawi, Mons. Edwin de la Peña?
Mons. de la Peña se esfuerza mucho por conseguir un equilibro. Por eso, la reconstrucción de la catedral no es para él una prioridad. Lo más importante para él es reforzar el sentimiento de comunidad y reconstruir las relaciones humanas e interreligiosas.
¿Hay determinados proyectos con los que se intenta conseguir esos objetivos?
La diócesis ha puesto en marcha algunas iniciativas como un centro de rehabilitación que ofrece apoyo a más de 200 personas que fueron retenidas durante meses y que sufrieron suplicios físicos y psíquicos. Allí se atiende por igual a cristianos y musulmanes. En terapia de grupo, pero también en conversaciones individuales, se atiende a mujeres que han sido violadas, también chicas de corta edad y adolescentes. O a hombres que sufrieron violencia, que fueron golpeados… incluyendo a niños que, tras esos terribles acontecimientos, han de ser devueltos a la normalidad.
Usted mencionaba otro proyecto…
Se llama «Youth for Peace», «jóvenes por la paz», y es también una iniciativa de la Iglesia local. 184 estudiantes de ambos sexos, en su mayoría musulmanes, de la Mindanao State University visitan campos de refugiados en el marco de este proyecto, pues como consecuencia del conflicto han huido del centro de la ciudad muchos miles de personas, que viven ahora en campos levantados alrededor de la ciudad. «Youth for Peace» tiene como objetivo ayudar a esos refugiados, decirles: estamos aquí, queremos hacer posible de nuevo lo que ya existió, una convivencia pacífica. De esto es de lo que se trata en esa labor de estudiantes. Y no tiene ninguna importancia que los refugiados sean cristianos o musulmanes.
¿De qué modo apoya Aid to the Church in Need esos proyectos?
Ya durante el conflicto, Aid to the Church in Need proporcionó ayuda de emergencia para los refugiados. Ahora queremos ayudar para que el centro de rehabilitación pueda seguir funcionando. Además apoyamos el programa de la Iglesia local «Duyog Marawi-Peace Corridor», del que también forma parte «Youth for Peace». Hasta ahora se han puesto a disposición dos vehículos, una camioneta y una furgoneta de transporte. Se ha previsto más ayuda. También estamos tratando ahora de ayudar a alojar a los refugiados, que llevan meses viviendo en carpas. Con las temperaturas tropicales de mucho más de 30 grados apenas se puede aguantar. Además vuelve a llover, a veces con mucha fuerza. Es decir, esas carpas no son una solución definitiva. Hay la idea de construir casas pequeñas y provisionales, donde podrían ser alojados. Posiblemente ACN participará en ello.
¿Hay una esperanza realista de reconstruir la ciudad durante los próximos años?
La reconstrucción durará muchos años, eso está claro. Nunca antes había visto un centro de ciudad tan destruido como el Marawi. Desde que acabaron los combates, en octubre del pasado año, no se ha hecho mucho. El ejército dice que primero hay que retirar las bombas que no han explotado, los restos de munición y las bombas-trampa que podrían haber dejado los extremistas.
¿Qué resumen hace de su viaje?
Por un lado, es dramático ver cómo los islamistas han usado y destruido toda una ciudad, una antigua cultura; es decir, adónde lleva la ceguera ideológica. Por otro lado, la gente de Marawi me ha sorprendido mucho. Su situación es desastrosa, pero tienen esperanza y actúan. He visto la importancia que tiene para ellos la fe católica, el principio del amor al prójimo que se refleja en ayuda concreta para las víctimas. Los jóvenes voluntarios, tanto musulmanes como cristianos, se relacionan abiertamente, lo cual anima mucho. Casi al unísono han dicho que su esfuerzo común les ha llevado a comprender mejor las convicciones de los otros, pero que también se han visto reforzados en su propia identidad.