En los últimos tiempos, la dura crisis económica y social que está afectando a muchos países, así como la desigualdad social que sufren, ha provocado una dramática fragmentación de la sociedad. Todo esto repercute directamente en el trabajo de las fuerzas del orden que han sufrido fuertes críticas por sus actuaciones en varios países del mundo.
María Lozano, periodista de Aid to the Church in Need internacional, entrevista al padre Nicolás Daniel Julián, capellán mayor de la Policía de la provincia de Córdoba en Argentina. El sacerdote es un pionero con su proyecto de atención a los policías ante los grandes retos que conlleva esa profesión.
ACN: ¿Por qué una pastoral policial? ¿Qué es lo característico de esa parte de la ciudadanía que necesita una pastoral especial?
Es la atención cualificada al policía y a su entorno familiar en las situaciones concretas que se presentan en su vida. La tarea que tengo es la dimensión pastoral, sacramental, misionera y formativa, en bien de los fieles que nos son encomendados. No es un mero servicio religioso. El Estado dota a un policía de características muy especiales que lo diferencian del resto: autoridad y armas. Tienen poder de decisión sobre la vida y sobre la libertad de los demás. Es por eso por lo que la Iglesia quiere ocuparse específicamente del cuidado, acompañamiento y atención del policía. En lo común le acompaña su parroquia, la pastoral cotidiana de la Iglesia, en lo específico es donde la capellanía quiere acompañar. Por eso nuestro lema en Córdoba es: “acompañar en lo propio”.
Daniel Julián: La sociedad, por medio de los gobiernos, da ese encargo tan específico e importante a las fuerzas del orden ¿Cuál es el reto más grande para ellos?
Cuando suene la señal de alarma, el policía va a salir. Muchas veces no sabe a qué. Puede ser que vaya a un lugar donde a una abuela se le escapó su gato y está arriba de un árbol o puede ser que vaya a un hogar donde un papá mató a su esposa y tiene de rehenes a sus hijos y en esa desesperación esa persona termina suicidándose. Así es la vida de un policía, tal vez van dos policías y solo uno regresará con vida. Es muy tensa la vida de un policía, muy tensa.
Por eso, insistimos en la formación. Hemos visto que el policía tiene mucha instrucción, sabe qué tiene que hacer. Nosotros aportamos desde la doctrina social católica y la formación ética el por qué lo tiene que hacer y cómo lo tiene que hacer. Creo que el policía en ningún lugar del mundo tiene que olvidarse que el delincuente es persona, también ese delincuente tiene un alma que salvar.
Se critica mucho a las fuerzas del orden ¿no es también importante realzar la dignidad del policía en bien de la tarea que se le ha encomendado?
Cómo se dice, tal vez vulgarmente en Argentina, le toca hacer el trabajo sucio, la limpieza de lo que no está bien en la sociedad, preservar el orden y restaurarlo cuando se ha resquebrajado. Es ingrato, donde hay una situación de peligro la sociedad huye, el policía la enfrenta y no sólo tiene que estar instruido y capacitado, sino que tiene que estar armado interiormente y tener muy claras las ideas.
Es una profesión peligrosa donde cada día puede pasar cualquier cosa. ¿Cómo se preparan para afrontar esto?
Nosotros les decimos que deben tener muy ordenada su vida, tiene que haberse despedido de su familia sin dejar cosas pendientes. Muchos policías caen en acto de servicio. Cuando usted hace mal su tarea hay un mal artículo, no sé si va a perder su trabajo por eso, tal vez sí. Cuando un panadero hace mal su trabajo, ese día la familia no tiene pan. Cuando un policía realiza mal su trabajo, alguien puede morir, alguien puede perder la libertad o perder sus bienes. El trabajo, la materia prima, perdón por decirlo así, del trabajo de un policía es la vida y la libertad. Es un servidor de la vida.
Eso es una carga psicológica terrible. Un policía, en realidad, está todo el día esperando a ver si pasa algo y deseando que no pase nada y eso un día tras otro. La vida de cualquier persona es en parte cierta rutina, pero la de un policía no puede ser rutina porque estamos hablando de vida y libertad. Ese peso psicológico, me imagino, que puede llegar a ser un peso espiritual por los grandes valores que tienen que defender. ¿Usted cómo atiende esa necesidad? ¿Cómo alivia esa carga?
Muchísima de la capacitación que tiene un policía está orientada al delito. En la sociedad, a Dios gracias, son más los buenos que los malos. Nuestra propuesta es que teniendo en cuenta todo lo que es delito y todo lo que son los distintos códigos, leyes y normativas con respecto al delito, se centre en el servicio. Eso hace mucho bien porque completa la vida. Nosotros les acompañamos en la formación en lo que se refiere a la ética y la moral profesional. Entre otras cosas, redactamos una oración para el policía que en un fragmento dice: “Señor, que sea capaz de los trabajos más duros sin endurecerme, de los servicios más nobles sin vanagloriarme”. Es fundamental.
Ha nombrado un par de peligros que pueden tener las fuerzas del orden en general y la Policía en particular. Una de las que hemos hablado es la vanagloria, es el abuso de poder. ¿Cómo transmite usted esa vocación de servicio en vez de abuso de poder?
Nosotros hablamos de “servir a” nunca “servirse de”. En definitiva, es lo que dijo Cristo: que nadie tiene amor más grande que aquel que es capaz – y el policía lo es – de dar la vida por los que ama. Cuando no hay amor y convicción es muy fácil ser un simple empleado público, cualquier tentación es muy fácil para un policía, porque tiene autoridad, tiene un arma y puede decidir sobre la vida y libertad de otro. Nosotros, en el acompañar, trabajamos mucho en la formación, la formación intelectual, la formación profesional, pero también hacemos muchísimo hincapié en el cuidado espiritual. Alcanzar una firme convicción es fundamental, ningún protocolo de actuación o legislación positiva será suficiente cuando la vida propia está en riesgo. ¿Quién se para frente a una bala por un millón de dólares? Diríamos que un loco. El policía no se enfrenta el delito por el sueldo, por una orden a cumplir o una ley. Sólo cuando hay una firme convicción no se duda servir hasta perder la vida si fuera necesario.
Un policía está mucho en contacto con el mal, con la violencia, con la corrupción, robos, trata de personas, drogas. Entre tantos males… ¿cómo logran no quedarse en esa visión negativa del mundo?
No es fácil para ellos. Están muy atentos a ver lo que el común de las personas no ve, lo descubren muy fácilmente. Tal vez un sacerdote todo lo ve desde la fe, tiene visión de Iglesia decimos nosotros. Un periodista lo mira desde su punto de vista o profesión. Un policía también lo mira desde la suya. Ellos se ven muy expuestos a la contaminación con lo que les toca, lo oscuro, lo turbio, lo malo de la sociedad. La espiritualidad y la familia lo ayudan, lo sostienen, porque esta carga emocional es un peso psicológico muy duro por sus cargas horarias y por las tensiones propias del oficio.
Es decir, ¿qué la familia es muy importante para las fuerzas del orden?
Me parece que ese es el gran escudo que tienen, su familia, porque quieren volver limpios a su hogar. Un policía me dijo en una oportunidad: “Yo hago investigaciones y pericias de incendios sobre cadáveres. Termino mi trabajo, me pongo mi ropa civil y voy a casa, abrazo a mi hijo y tengo que ayudarlo a hacer la tarea de la escuela como si nada hubiera pasado. No es fácil”. Un bombero, en el cuartel está tranquilo, acomodando su equipamiento, haciendo instrucción, se dispara la alarma. En 45 segundos, ya tiene su uniforme contra incendio puesto y al minuto ya está en la calle. Esa tensión psicológica requiere no sólo de una preparación técnica, profesional, sino un equilibrio emocional y espiritual. Y ahí hemos tenido buenos resultados. A nosotros nos toca sostenerlos, porque para nosotros es una derrota cuando un mal policía es noticia o se suicida.
Su labor pastoral también se encarga de las familias. ¿Cuál es su pastoral dedicada a las familias de los policías? ¿En qué se orienta o en qué se enfoca?
Complicada pero hermosa. Porque el policía está muy desarraigado, un tercio de su vida lo vive vestido de uniforme… Comienza su actividad en un horario determinado y no sabe cuándo va a volver con su familia. Pasa mucho tiempo fuera de su hogar, en horarios difíciles, en muchísimos casos el policía no comparte la vida social o momentos importantes con los suyos. Además, Argentina está pasando dificultades económicas. Eso requiere que trabaje más tiempo y que esté menos tiempo en su hogar. Intentamos formarlos para que no descuiden aquello que anhelan tanto. Un policía tocaba la imagen de la Virgen en la entrada de la jefatura de la Policía, le pregunté “¿qué estás diciéndole?” y me contestó: “Señor, cuida tú de los míos que yo debo velar por los demás”, fantástico. Lo pusimos en la oración del policía.