Desde la caída del régimen de Gadafi en 2011, Libia ha vivido en un estado caótico similar al de una guerra civil. El país está dividido en varios grupos diferentes que reclaman el poder. Además, Libia es un paso de tráfico de personas y armas y un baluarte del Estado Islámico. El mundo entero se ha conmocionado por la violencia extrema, como la decapitación de 30 cristianos ortodoxos coptos llevada a cabo por Estado Islámico en 2015.
Los cristianos de Libia solo suponen el 2,7 % del total de la población. En este contexto de caos político, la Iglesia católica libra una batalla perdida. Hay comunidades que llevan hasta dos años esperando la celebración de la Eucaristía.
Actualmente en Libia solo hay un obispo, George Bugeja. Lamenta la difícil coyuntura política y la catastrófica falta de personal que tiene la Iglesia. En la actualidad, el obispo Bugeja centra todos sus esfuerzos en la ayuda de emergencia a los numerosos africanos que huyen hacia Europa, atravesando el peligroso desierto y pasando por la ciudad de Sabha.