El padre Juan Carlos Cortez es el párroco de San Juan Saturnino en Santiago de Chile. Fue ordenado hace 16 años y se hizo cargo de la parroquia en un estado desolado. La vida parroquial se había estancado, el centro parroquial había colapsado por completo en el terremoto de 2010 y la iglesia parroquial estaba tan dañada que corría el riesgo de colapsar en cualquier momento. No había dinero ni siquiera para demoler el edificio, un monumento protegido, y mucho menos para la renovación y la reconstrucción del centro parroquial que se necesitaba urgentemente.
Sin embargo, ahora hay un verdadero zumbido de actividad en el espacio muy estrecho del improvisado centro parroquial y sala polivalente. Gracias al compromiso de este sacerdote y de numerosos voluntarios no remunerados, la parroquia se ha convertido en el lugar más importante al que recurrir cientos de refugiados haitianos en la capital, y la vida espiritual de la parroquia está floreciendo una vez más.
El padre Juan, que comparte su sencilla cabaña de madera en una esquina del terreno con una familia refugiada, es un brillante ejemplo del deseo del Santo Padre de que “los pastores deben tener el olor de las ovejas sobre ellos”. “Su manera amorosa con sus feligreses muestra inmediatamente que no es movido por nada más que el amor de Cristo. Qué hermoso es cuando un sacerdote como él puede decir que el trabajo pastoral en la parroquia es particularmente satisfactorio para él y que incluso después de todos los años todavía siente que está de luna de miel con su sacerdocio” dice Ullrich Kny, jefe de Sección de América Latina II en ACN.
