[vc_row][vc_column][vc_column_text]Mientras permanecía escondido junto a otros sacerdotes, el P. Yovane Cox, misionero chileno en Centroáfrica, se contactó con la Fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) para pedir urgente nuestra oración. “La catedral de Bangassou está siendo atacada”, nos escribió el pasado viernes 19 de enero. “La situación es bastante crítica porque este ataque estaba ya anunciado y las fuerzas de la ONU que están a cargo de la seguridad aquí no han hecho caso de lo que se les ha dicho. Pareciera de que hay una voluntad de que una masacre pase aquí en la catedral y en el sitio donde viven los musulmanes”, nos cuenta el sacerdote.
En mayo de 2017, 2.000 musulmanes se refugiaron en el terreno de la Iglesia católica (a 200 metros de la catedral, en el seminario menor de la diócesis) en busca de protección. Hoy quedan un poco menos que mil. “Detrás de todo este lugar, está rodeado de hombres armados esperando que algún musulmán salga para matarlo”, cuenta el Padre Yovane mientras se refiere a las condiciones inhumanas en las que permanecen. “Los musulmanes intentan salir del campo para ir a buscar leña, otros para aprovechar de robar en las casas que han sido abandonadas alrededor del sitio (en busca del alimento necesario para sobrevivir)”, dice. Ayer, uno de estos musulmanes fue atrapado por los antibalakas (grupo rebelde anti musulmán) y asesinado en el pueblo. Eso exacerbó muchísimo los ánimos de los musulmanes que están refugiados en el terreno de la Iglesia. Según cuenta el Padre, si no fuera por el contingente camerunés que se interpuso, se hubiera vivido una situación aún más crítica.
Desde la misión católica ven con impotencia cómo, en cualquier minuto, los antibalakas van a entrar en el campamento con el objetivo de matar a los musulmanes que se encuentran refugiados. Esto, sin que nadie intervenga para impedirlo. “Lo que se está buscando con esta quietud de las autoridades del Estado y con esta quietud de las Naciones unidas al no querer movilizar a estos pocos musulmanes que quedan en este sitio, es buscar simplemente que haya un afrontamiento entre los grupos y que haya un baño de sangre. Eso es lo que estamos denunciando y lo que estamos pidiendo: que por favor deslocalicen el sitio porque es la única manera de salvar a los que quedan, que son la mayoría mujeres y niños”, nos dice el sacerdote chileno.
Han pasado ya nueve meses desde que los enfrentamientos entre los rebeldes antibalakas y los musulmanes no dan tregua. En este país, cuya historia está marcada por la violencia y la guerra, hoy se vive uno de los capítulos más duros. “Se vive una situación en la que ninguna persona tiene el control: ni el Gobierno, ni las Naciones Unidas, ni las autoridades locales y menos nosotros como Iglesia Católica” dice el Padre, quien también nos ha comentado que la Iglesia es la única organización que permanece ahí para ayudar: “no hay otro organismo, la mayoría se han ido. El último fue Médicos sin Fronteras”.
Cuando le preguntamos sobre la situación que viven los cristianos en la diócesis nos cuenta que “los cristianos viven en su mayoría escondidos en sus campos o en los barrios. Con mucho miedo de reunirse en las iglesias o en la catedral. La Misa se hace los domingos y los que vienen no superan las 15 personas. Los sacerdotes nos vemos limitados y las pastorales totalmente inactivas, una parte del clero se encuentra en la capital y el resto limitando nuestras actividades”. Esto, debido a que hay una división muy grande entre las posiciones radicales de los musulmanes que ven a la Iglesia Católica como cómplice (junto a los antibalakas) y, por otro lado, los antibalakas que la ven como traidora al guardar a los musulmanes en su seno. “Hay una incomprensión, un antagonismo muy grande y la que se encuentra al medio es la Iglesia que, de un lado y de otro, es un cible (objetivo) perfecto para cualquiera que pierda las riendas de la situación”, cuenta con preocupación el Padre.
En estos momentos, solo dos de las ocho parroquias de la diócesis están abiertas y la mayoría de los sacerdotes se encuentran en la catedral de Bangassou por razones de seguridad. La violencia en la zona ha obligado a cerrar las escuelas de la diócesis. “No podemos tener a los niños en las escuelas sabiendo que hay una gran dificultad para poder tenerlos en seguridad en las salas”, cuenta el Padre Yovane. Así, ha visto cómo se posterga su sueño de abrir un nuevo colegio en Bema -su parroquia- para educar a 400 niños.
El llamado que nos hace es a rezar. “Sabemos que la única seguridad es la que nos viene de Dios y en Él ponemos toda nuestra vida y nuestra confianza”, dice. “Sentimos que la Iglesia diocesana de Bangassou está en medio de una pelea de hombres, tratando de poner un poco de paz y su voz apenas se escucha”, es la sensación que describe el sacerdote. Sin embargo, agradece a la Fundación por “ser esa voz de los que aquí nadie escucha; la voz de los que son olvidados…”[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]