La República Centroafricana no solo es el país más pobre del mundo, sino también una de las naciones más peligrosas. Desde hace cinco años viven una violenta guerra civil. Es un enfrentamiento permanente entre guerrillas islamistas «Séléka», unidades de defensa «anti-Balaka» de la población no musulmana y el ejército. La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) entrevista al religioso comboniano Juan José Aguirre Muñoz, nacido en España hace 64 años, con ocasión de su participación en una conferencia para los benefactores de la fundación en Alemania. Desde el año 2000 es obispo de la diócesis de Bangassou, en el sureste del país, donde es misionero desde hace más de 38 años.
ACN: La República Centroafricana aparece apenas en los titulares, y, sin embargo, allí se está produciendo una tragedia humanitaria. En medio de todo ello se encuentra la indefensa población civil. Una y otra vez, se suceden ataques brutales, también en su diócesis, Bangassou. Allí, una misión fue atacada el 31 de diciembre de 2018. ¿Qué pasó y quiénes fueron los responsables?
Mons. Juan José Aguirre: La ciudad de Bakouma fue atacada el 31 de diciembre de 2018 por rebeldes armados del FPRC (una facción de la antigua Seleka) encabezados por Nourredin Adam. La ciudad fue destruida y la misión católica, saqueada. Una semana más tarde todavía había cadáveres sin enterrar en las calles de la ciudad. Alrededor de 9.000 personas de un campo de desplazados en la ciudad de Nzacko huyeron al monte en condiciones dantescas, mujeres y niños huyendo de la violencia de estos mercenarios. ¡Además de la población que huía de Bakuma! Muchos llegaron a Bangassou, a 130 km de distancia, sin fuerzas. Sus vidas quedaron destruidas. Nuestro camión iba y venía para ayudar a estas personas extenuadas. En nuestro orfanato «Mama Tongolo» todavía hay decenas de niños que llegaron solos a Bangassou y que no saben dónde están sus padres, si están vivos o muertos, si están escondidos en el monte o si se han refugiado en algún pueblo por el camino. Hace un año, la ciudad de Nzacko, a 80 kilómetros más al norte, también fue atacada por estos mercenarios, en su mayoría extranjeros (chadianos, sudaneses, nigerianos…), que echaron a todos los no musulmanes de la ciudad. La población no musulmana lo ha perdido todo, muchos de ellos también sus vidas. La misión católica fue completamente destruida, arrasada hasta los cimientos: la casa parroquial, el quirófano preparado para operaciones de envergadura, la escuela católica, la antigua y la nueva iglesia… Nos sentimos especialmente perseguidos por estos musulmanes radicales. En el mundo hay millones de musulmanes normales que aman a Dios y respetan al prójimo, pero estos musulmanes radicales de la Seleka que han invadido África Central desde hace cinco 5 años… son malvados, ignoran el Islam.
ACN: Sigue habiendo ataques contra los campos de desplazados de los que se ocupa la Iglesia. En noviembre de 2018 atacaron el que había en el terreno de la catedral de la ciudad de Alindao. Unas 2.300 personas huyeron. ¿Cuál es su situación y cómo se enfrenta la gente a este miedo siempre presente?
Lo que ocurrió el 15 de noviembre en Alindao en el campo de desplazados no musulmanes fue un crimen contra 26.000 desplazados desarmados. Murieron 80 personas, entre ellas, dos sacerdotes: el P. Blaise Mada y el P. Célestin Ngoumbango. Actualmente hay 550.000 centroafricanos en campos de desplazados, y muchos de ellos han sufrido agresiones y crímenes de lesa humanidad. Del mismo modo se crearon otros lugares para personas desplazadas junto a sedes episcopales como en Kaga-Bandoro o en misiones como las de Bria, Ippy, Zemio, etc.
También su diócesis acoge a muchos desplazados. Pero aquí ocurrió justo lo contrario, fueron los musulmanes los que fueron amenazados…
El 15 de mayo de 2018, 2.000 musulmanes de Bangassou fueron hostigados por grupos antibalaka (ATBK), unos grupos de autodefensa no musulmanes violentos y criminales. Entonces fueron acompañados por soldados de la ONU (Minusca) a la mezquita de Bangassou. Pocas horas después, la Minusca abandonó el lugar y entonces 300 francotiradores atacaron sin piedad la mezquita llena de mujeres y niños. Acudí con tres sacerdotes para ponerme delante de la mezquita para que los ATBK pusieran fin a la matanza. En tres días mataron a una treintena de musulmanes a pesar de nuestra presencia directa frente ante las armas. Luego, con la ayuda de la Minusca portuguesa, la comunidad musulmana de Bangassou pidió poder refugiarse en el recinto de la catedral. Este lugar ha estado en funcionamiento durante año y medio. Los ataques de los ATBK son cada vez menos frecuentes. Por su lado, los cabecillas Ali Darass, Abdoulai Hissein o Alkhatin tratan de desplazar a los no musulmanes de sus zonas conquistadas y pretenden partir el país en dos.
ACN: Juan José Aguirre, con un vistazo superficial se podría pensar que la República Centroafricana está sumida en un conflicto religioso. Sin embargo, el cardenal Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de la capital de Bangui, ha dicho en varias ocasiones a la fundación ACN: «Es absurdo asumir que la religión es la única responsable del caos». ¿Cómo lo ve usted y cuáles son las verdaderas causas de la guerra civil?
La lucha religiosa es sólo una pantalla para ocultar la verdad. Miles de mercenarios, algunos de ellos centroafricanos de las etnias rounga y ngoula, pero en su mayoría extranjeros, han invadido la República Centroafricana desde el norte del país, asistidos y armados por los Estados del Golfo y Chad, con la complicidad de otros países de la Unión Africana como Sudán, Níger, etc. Lo que quieren es dividir la nación y beneficiarse de su riqueza como depredadores despiadados: allí hay oro, diamantes, mercurio, platino, ganado, etc. Bajo la capa de pintura de la lucha entre musulmanes y no musulmanes (que también es real) o del enfrentamiento cultural, se esconde un instinto depredador respecto a la riqueza de la República Centroafricana.
ACN: Las facciones rebeldes parecen disponer de un arsenal inagotable de armas. ¿Sabe usted algo de sus proveedores? ¿Existe alguna forma de que la comunidad internacional contribuya a la reducción del conflicto?
Los rebeldes están muy bien provistos de armas, municiones, vehículos, avituallamientos… Creo que todo viene de los países del Golfo con la complicidad del Gobierno de Chad. Las Fuerzas Armadas de la República Centroafricana (FACA) están sujetas a un «embargo» de armas impuesto por las Naciones Unidas. Está bien ver llegar a los instructores mercenarios rusos, pero si las FACA durante el entrenamiento no están armadas, ¿qué clase de ejército es ese? El hecho de que los enfrentamientos se desarrollen de manera imparcial depende de los cinco países que tienen un puesto permanente en las Naciones Unidas y que imponen un embargo de armas a la República Centroafricana. ¿Quién de ellos quiere ver a la República Centroafricana hundirse en un agujero negro? En los últimos cinco años, las principales decisiones relativas a la República Centroafricana se han tomado fuera de la República Centroafricana. Hay una agenda secreta para dividir la nación en dos, promovida por países musulmanes y con la complicidad de diferentes estados en la sombra como Chad, Níger o Libia. Al final, son los más pobres siguen pagando los platos rotos de esta política y las facturas que no han firmado: Las mujeres y los niños, los jóvenes perdidos que no saben qué hacer, las niñas que han sido violadas en los campos de desplazados, los ancianos acusados de brujería a los que protegemos en las Casas de la Esperanza en Bangassou, los niños huérfanos de la guerra… Nosotros, los misioneros del Evangelio, estamos con ellos para animarles, para infundirles esperanza en el futuro, para decirles que Dios es el Dueño de la Historia. Aunque las ONG se hayan ido por miedo a perder sus vidas, la Iglesia Católica siempre permanece sobre el terreno con los más pobres. En numerosas ocasiones, en momentos extremos, la gente corre hacia la misión católica para encontrar refugio.
ACN: La espiral de la violencia sigue girando. Los no musulmanes también toman las armas. ¿Qué hace usted como obispo para prevenir la escalada?
Durante los últimos cinco años hemos organizado encuentros para la cohesión social entre musulmanes y no musulmanes con el fin de entablar un diálogo, hemos creado plataformas de mujeres por la paz y celebrado encuentros intercomunitarios por la cohesión social. Todo ello ha ido bien. Eso sí, las comunidades musulmanas moderadas participan en el diálogo hasta que se producen nuevos ataques; entonces, las reuniones ya no tienen razón de ser porque los no musulmanes acusan a sus vecinos de ser cómplices en su corazón.
Por otra parte, denunciamos casos de crímenes de lesa humanidad perpetrados por parte tanto de los seleka como de los ATBK, e incluso por parte de los soldados de la Minusca cuando algunos contingentes no defienden a la población civil y la dejan perecer en masacres, como ocurrió el 15 de noviembre en Alindao con el contingente mauritano.
En muchas zonas de alto riesgo hemos abierto escuelas católicas, tanto en zonas bajo el control de los seleka como en las controladas por los ATBK. Miles de niños musulmanes y no musulmanes acuden allí por las mañanas. Juegan, estudian juntos, llevan el mismo uniforme se agrupan… En estas escuelas se crean un ambiente relajado que puede servir de espejo a los adultos de la zona. Es una inversión de futuro. Me quito el sombrero ante los profesores que quieren ir a una zona de alto riesgo para acompañar a los sacerdotes, incluso arriesgando sus vidas.
ACN: ¿Cómo ve usted el futuro de la República Centroafricana y qué pueden hacer organizaciones como ACN para contribuir a un desarrollo positivo?
ACN ya nos está ayudando de manera significativa. Nuestros sacerdotes, nuestros seminaristas, nuestros catequistas que permanecen como firmes pilares en zonas muy complicadas, se han formado con la ayuda de ACN que también apoya cursos de formación para los hogares cristianos… Hay lugares en la diócesis donde muchos cristianos han muerto mártires, y el hecho de que la escuela católica todavía funcione es un milagro. Y en este milagro está presente ACN porque nos ayuda a hacer regresar a las familias exiliadas, a reconstruir sus casas, colabora con los niños huérfanos y desplazados y apoya a los maestros… Las misiones de Bema y Zemio de nuestra diócesis, funcionan gracias a ACN y sus benefactores. ACN anima a los agentes pastorales, a los sacerdotes y a las religiosas a recobrar el aliento, a participar en sesiones de distensión y a encontrar ayuda para aquellos que se ven afectados por el estrés postraumático. La Iglesia misionera está viva en todo el mundo por la gracia de Dios y gracias a la labor de ACN. Por último, decir que a través de publicaciones y de los medios de comunicación, ACN da visibilidad a las tribulaciones que la Iglesia misionera, que está experimentando actualmente en todo el mundo.