A su regreso de la República Democrática del Congo (RDC), donde visitó las diócesis de Kasaï, Christine du Coudray, responsable de proyectos para la fundación Aid to the Church in Need en este país, ofrece un balance de la situación en esa región y cuenta sus impresiones.
¿Podría describir la situación general del país?
Esta ha sido la primera vez que he visitado la región de Kasaï en ese inmenso país que es la RDC, que es cuatro veces más grande que Francia. Esta región que he recorrido durante dos semanas alberga todo tipo de riquezas – diamantes, minerales, oro, petróleo, etc.-, paradójicamente sus infraestructuras están en ruinas. Es una zona especialmente aislada. El estado de las carreteras en todo el país es catastrófico, eso cuando las hay. Pero el Kasaï en particular se encuentra en un estado de completa desolación. Históricamente, la región fue privilegiada en los tiempos de Leopoldo II, rey belga y fundador del Estado Independiente del Congo en 1885. Leopoldo II la convirtió en su escaparate y concedió cientos de hectáreas a la Iglesia Católica, que quería ver implantada allí. Los misioneros del Corazón Inmaculado de María acudieron en gran número, por ello vemos en cada diócesis los restos de edificios construidos por ellos. Como reacción, la región fue castigada tras la independencia bajo el Gobierno de Mobutu, y desde entonces viene padeciendo una ausencia de inversiones, quedando abandonada a su suerte. Las estructuras se están desintegrando. La región de Kivu, que limita con Ruanda y que conozco mejor, está atravesando conflictos más crueles, pero también cuenta con más estructuras.
La situación que describe parece bastante desesperada. ¿Cómo viven las personas con las que se encontró allí?
Me llamó la atención la situación de abandono pero, al mismo tiempo, la increíble energía que los habitantes invierten para salir de ella. Pienso, por ejemplo, en esos jóvenes que en ocasiones parten del lago Tanganica, en el extremo oriental de la República Democrática del Congo, empujando sus bicicletas con cargas de casi quinientos kilos de mercancías que venderán al otro lado del país. Caminan durante días y noches por vías en mal estado, ayudándose los unos a los otros. Conocí a uno de esos jóvenes, que me explicó que se había comprado con sus ahorros una “flamante” bicicleta para convertirse en bayanda -así es como llaman a los que realizan este durísimo trabajo- y que iba a tener que ahorrar ahora más para cambiar los radios de las ruedas para poder transportar cargas aún más pesadas.
Después de años a la cabeza del país, Joseph Kabila finalmente debido a la presión de fuertes protestas provenientes entre otros de la Iglesia no se presentó a las elecciones del pasado mes de diciembre. ¿Cómo perciben las autoridades católicas de la RDC este cambio?
Hubo algunas discusiones bastante animadas en el seno de la Conferencia Episcopal de la RDC, que envió a miles de observadores a los colegios electorales. Finalmente publicó un comunicado en el que declaraba que la elección de Félix Tshisekedi, el nuevo presidente, no se correspondía necesariamente con la “verdad de las urnas”. En definitiva, acogen con satisfacción la transición política, pero, en función de sus observaciones, creen que el ganador proclamado no es el que ha reunido más votos. Pero me parece que hay que considerar sobre todo que el cambio en la jefatura de Estado es histórico, y que esta transición se ha desarrollado casi sin violencia. En enero, todo el mundo pensaba que habría una explosión de violencia cuando la comisión electoral anunciara los resultados, y los observadores siguen sorprendidos de que no haya sido así. No obstante, Joseph Kabila sigue muy presente en el juego político y esta «tregua» es frágil.
¿Cómo es la situación de la Iglesia Católica en el país y en esta región?
En la región de Kasaï hay ocho diócesis, pero por el momento sólo siete obispos, ya que la diócesis de Kabinda es sede vacantis. De estas ocho diócesis, tres están, en mi opinión, particularmente necesitadas: las de Kabinda, Mweka y Kole. Más allá de sus propios problemas, la Iglesia intenta compensar allí las carencias del Estado en todos los asuntos: sociales, políticos, de desarrollo, etc. Por ejemplo, la ciudad de Kabinda padece un terrible problema de erosión -literalmente, corre peligro de derrumbarse- y es la diócesis quien está tratando de resolver este problema.
¿Qué es lo que más le impresionó de este viaje?
Por un lado, el hecho de que una región rica en diamantes pueda estar tan necesitada, y por otro el compromiso de los sacerdotes, quienes realizan un trabajo excepcional. Pienso, por ejemplo, en el P. Apollinaire Cibaka y en la asociación fundada por él, que realiza una labor impresionante: 62 escuelas construidas, 4 orfanatos, 4 centros de salud -uno de los cuales cuenta con un quirófano y la asistencia regular de médicos españoles-, asistencia pastoral a los niños albinos para que puedan ser reconocidos como iguales, a los niños abandonados y a las madres solteras, programas de promoción de la mujer, construcción de un muro alrededor de una prisión para que los reclusos no estén confinados las 24 horas del día en un edificio sin luz, protección del medio ambiente, plantación de 30.000 árboles… Nuestra fundación financió sus estudios de doctorado en España y, a su regreso, le ayudamos a fundar una emisora de radio que es una autoridad en su ámbito. A pesar del aislamiento y a pesar de las dificultades, el coraje y la energía de los habitantes son edificantes. Por eso es tan importante para ACN ir a visitar en persona estos países en los que ayudamos.
¿Y cuál fue el momento más triste?
Me conmocionó la noticia de que pocas horas después de nuestra visita, el seminario filosófico de Kabwe hubiera sido atacado y destrozado, lo cual es un signo de la fragilidad de la Iglesia local.
¿En qué consiste la ayuda concreta de ACN a la RDC?
Dadas sus numerosas solicitudes de ayuda, estamos en estrecho contacto con los obispos para hablar con ellos de sus proyectos y tener en cuenta sus prioridades. Lo importante es que seamos capaces de ayudarlos rápidamente. Nosotros destinamos nuestra ayuda sobre todo a la formación espiritual de los sacerdotes y a mejorar sus condiciones de vida, a la formación de religiosos y catequistas, y a difundir las enseñanzas de San Juan Pablo II para la familia.
¿Qué tipo de ayuda presta ACN a sacerdotes y seminaristas?
Queremos hacer todo lo que esté en nuestra mano para que esta Iglesia tenga “sacerdotes santos”. Un obispo me dijo una vez en relación a nuestros proyectos: “Lo que ACN brinda, no lo ofrece ninguna otra organización”.
De un seminario a otro, las estructuras son muy dispares. Así, por ejemplo, en el seminario filosófico de Kabwe no hay baños ni duchas, y la fosa séptica está obstruida. Resulta difícil dejarlos en esas condiciones. Además, los seminaristas sólo comen carne una vez cada tres meses.
En cuanto a la formación de los futuros sacerdotes -ciertamente una de las prioridades de ACN- nos centramos en la formación de los equipos docentes de los seminarios. Por ello enviamos grupos completos en fase de formación durante cinco semanas a Roma cada verano. Además de poder vivir la experiencia de Iglesia Universal con formadores de todo el mundo, allí aprenden a vivir, a trabajar y a rezar juntos. Los resultados y sus testimonios de satisfacción y de renovación espiritual son conmovedores.
Y en cuanto a las condiciones de vida, financiamos coches que permiten a la iglesia local desplazarse hasta los confines de sus diócesis. En otras ocasiones sin embargo es mejor una motocicleta con la que se puede llegar más lejos. También ayudamos a los sacerdotes con estipendios de Misas y contribuimos a la renovación de sus casas parroquiales que, a menudo, están en tan mal estado que apenas se atreven a mostrárnoslas.
Pero también ha subrayado el apoyo a los religiosos. ¿Cómo se concreta esta ayuda?
Estamos muy atentos a las necesidades de los religiosos y, especialmente, a las de las religiosas contemplativas, que desempeñan un papel importante en el crecimiento de la Iglesia a través de su presencia y oración. En mi viaje he visitado las comunidades de Clarisas contemplativas de Mbuji-Mayi y Kabinda.
Esta fundación francesa antes se sostenía gracias a la congregación madre, ahora dependen totalmente de sí mismas. No es fácil garantizar la subsistencia diaria de 40 religiosas, incluidas novicias y postulantas: disponen de una huerta, crían cerdos, aves de corral, tienen un taller de producción de formas eucarísticas y también una casa de acogida que es un lugar de silencio y oración abierto a todos. El convento está lejos de la ciudad de Mbujimayi y necesitan un vehículo todoterreno que nosotros queremos comprarles para que puedan hacer las compras y también por si las religiosas necesitan atención hospitalaria.
¿Tiene ACN algún proyecto relacionado con las diferentes guerras internas que afectan al país?
Desde 2016, la región de Kasaï ha venido siendo escenario de una violencia tribal de inusitada crueldad, y los propios etnólogos están perplejos ante este estallido de brutalidad que mezcla la política con creencias fetichistas. Según se ha sabido, la milicia Kamwina Nsapu ha asesinado entre 4.000 y 23.000 personas, y ha ocasionado el desplazamiento de 1,4 millones de habitantes. El conflicto terminó repentinamente con la elección del nuevo presidente, oriundo de la región, en enero de 2019. Sin embargo, las secuelas son inmensas, tanto visibles como invisibles.
Las secuelas son visibles porque las estructuras de la Diócesis de Luebo se conviertieron en el blanco: obispado incendiado, convento de las Hermanas del Inmaculado Corazón de María y catedral quemados después de haber sido saqueados, casa parroquial destruida, noviciado y propedéutico calcinados, edificios oficiales saqueados, personas degolladas… Desde junio de 2017, el obispo permanece refugiado en la parroquia de Ndeseka. Nosotros le hemos prometido ayuda para la reconstrucción de su sede episcopal y del convento de las religiosas, cuyo papel es importantísimo para las poblaciones traumatizadas.
Pero son también invisibles las secuelas que han quedado en los corazones y requieren un programa de reinserción a largo plazo para personas de todas las edades. Fue un horror, ¡nos han contado casos de niños de 7 años que bajo el efecto de drogas decapitaron a personas después de salir de la iglesia donde acababan de ayudar a Misa! Tras estos actos de enorme violencia todavía “inexplicables”, la Iglesia Católica está llamada además a reconsiderar su pastoral para lograr una evangelización en profundidad, para que Cristo reine en los corazones gracias a un encuentro personal y profundo. La misión de ACN reside en acompañar esta nueva evangelización.