Madagascar es el segundo país insular más grande del mundo, y está considerado un paraíso natural con una biodiversidad exuberante. Pero a esta visión idealizada se opone la extensa destrucción y explotación de la naturaleza a la que el país se ha visto expuesto en las últimas décadas. Tres cuartas partes de sus 25,6 millones de habitantes viven en la pobreza. Las consecuencias del confinamiento debido a la pandemia de coronavirus causaron grandes dificultades a la Iglesia local en 2020. ACN ayudó sobre todo a los sacerdotes con estipendios de Misas, ya que estos no pudieron ganarse el sustento durante la pandemia.
La islamización avanza en Madagascar inexorablemente. Es cierto que un 50% de los habitantes profesan religiones africanas tradicionales y hay un 40% de cristianos (entre ellos, 4,7 millones de católicos), pero la Iglesia local deplora el hecho de que se esté promoviendo la expansión de un islam radical con el dinero de los países del Golfo. Se construyen mezquitas incluso en lugares en los que aún no viven musulmanes. A los no musulmanes se les induce a convertirse al islam con incentivos económicos, y a las mujeres se les paga para que lleven el velo integral. En los últimos años se han producido numerosos ataques islamistas.
La política migratoria actual intensifica aún más la islamización, ya que se está fomentando masivamente la inmigración de países musulmanes, sobre todo de Turquía. Si hace diez años solo había un 1% de musulmanes, ahora ya hay casi un 7%, y la tendencia es ascendente. En el pasado reciente se han multiplicado los ataques islamistas a edificios cristianos. Muchas comunidades cristianas viven desde entonces atemorizadas.
Los ataques islamistas y las consecuencias del coro-navirus perjudican grave-mente a la Iglesia loca
No obstante, el miedo quedó en segundo plano en 2020 a causa de la pandemia. En Madagascar también hubo un confinamiento, durante el cual todas las diócesis católicas se esforzaron por seguir atendiendo a sus fieles con la mayor intensidad posible incluso a través de los medios de comunicación. Para ACN, la prioridad principal fue ayudar a los sacerdotes con estipendios de Misas, ya que estos son irremplazables para la atención pastoral y la pandemia de coronavirus les ha arrastrado a la miseria. También se siguió financiando la formación de seminaristas de varias diócesis del país.
Una capilla para presos
El padre Henryk Sawarski es misionero en Madagascar desde hace más de 40 años. En 2015 se convirtió en párroco de prisión en Port-Bergé. Al principio él “predicaba” solo con acciones, ocupándose de la mejora de la higiene y del tratamiento médico, entre otras cosas. También llevaba alimentos y ropa a los prisioneros. Pero pronto los presos le solicitaron su oración y su bendición, le pidieron consejo para cambiar de vida y quisieron celebrar servicios religiosos. El problema era que para eso no había sitio. Para resolverlo, ACN ayudó a construir una capilla de prisión que fue inaugurada solemnemente en 2020.