Los creyentes de la Diócesis católica de San Clemente del sur de Rusia, con sede en Saratov, esperan anhelantes la llegada de sus sacerdotes. Esto se debe a que los casi 20.000 católicos viven dispersos por un territorio que, con 1,4 millones de kilómetros cuadrados, es casi dos veces tan grande como Francia. A menudo, en una localidad solo hay una pequeña parroquia, y, en ocasiones, incluso solo una única familia católica.
Para atender pastoralmente a los fieles, los sacerdotes tienen que recorrer largas distancias. Eso es esencial para la supervivencia de la Iglesia Católica en la región, pues donde no hay sacerdote, los fieles no pueden recibir los sacramentos. Con el paso del tiempo, el apego a la Iglesia puede debilitarse y evaporarse la fe, especialmente entre los más jóvenes, que ven a muchos de sus compañeros vivir sin Dios y sin la Iglesia. Esto desemboca en un círculo vicioso, porque donde desaparece la fe tampoco hay vocaciones espirituales, y, como resultado, hay aún menos sacerdotes. Como consecuencia, la intensidad de la atención pastoral disminuye, por lo que aún más personas se alejan de la Iglesia y el caldo de cultivo de las vocaciones nativas se reduce aún más. A día de hoy, la mayoría de los sacerdotes de la diócesis provienen del extranjero.
Pero los desplazamientos al servicio de la pastoral son caros, porque devoran mucho combustible. Para que la gente no tenga que esperar en vano a su sacerdote por no poder este pagar los gastos del viaje, ACN apoya con regularidad a los sacerdotes de esta diócesis, y este año vuelve a hacerlo con 15.000 euros.