Justo antes de las elecciones presidenciales del 31 de marzo en Ucrania, la atención internacional pone su atención de nuevo en este país, donde la guerra y la crisis continúan aunque parecen ser algo muy lejano en los medios.
La preocupación por los ucranianos “causa insomnio” a Mons. Edward Kawa, obispo auxiliar de la archidiócesis de Lviv, en Ucrania occidental. No obstante, este franciscano menor, de 40 años, no pierde la fe. La Iglesia católica romana en Ucrania es una minoría, pequeña pero muy vital, de aproximadamente un millón de personas. La Iglesia católica griega, unida a Roma, cuenta con unos cinco millones de creyentes.
Con ocasión de un evento organizado por la fundación Aid to the Church in Need (ACN) en Colonia (Alemania), Tobias Lehner habla con el obispo auxiliar sobre la juventud en Ucrania, las nuevas esperanzas y el compromiso de la Iglesia.
ACN: A finales de 2018, Ucrania volvió a salir a la luz cuando, en la isla de Crimea —anexionada por Rusia— se produjeron disputas por los derechos de paso de barcos ucranianos. Como consecuencia de ello se decretó la ley marcial durante 30 días. ¿Tiene la población miedo de que se produzca una guerra?
MONS. Edward Kawa: El miedo es omnipresente, no solo desde la proclamación de la ley marcial, porque la guerra comenzó realmente en 2014: primero con lo que se llamó la «revolución de la dignidad», es decir, las sangrientas protestas en la plaza Maidan de Kiev, luego con la anexión de Crimea y con los combates en el este de Ucrania. La situación sigue siendo muy tensa.
La guerra en Ucrania oriental, que se mantiene desde hace ya cinco años, tiene, por así decirlo con “exclusión de la opinión pública”, rara vez se habla de ella en los medios de comunicación. La población de las regiones afectadas, Donetsk y Luhansk, está aislada. ¿Qué sabe de su situación?
Tengo contacto con muchas personas que viven en la zona de guerra. Las necesidades materiales son enormes. En el distrito de Luhansk la situación es dramática. La gente está cansada de los enfrentamientos entre Rusia y Ucrania. Simplemente quieren vivir en paz. En Donetsk y Luhansk hay pequeñas iglesias católicas que siempre están llenas. La gente anhela un oasis de paz y esto es lo que la Iglesia trata de darles.
Las protestas en el Maidan de Kiev , que se llevaron a cabo de noviembre de 2013 a febrero de 2014, son difíciles de olvidar, incluso para las personas de Occidente. ¿Qué papel desempeña esa «revolución de la dignidad» para los ucranianos de hoy?
Después de las protestas en Maidan, mucha gente esperaba un cambio. Pero esas esperanzas se evaporaron, lo cual supuso una decepción. Muchos están peor que antes y desean recuperar la dignidad. Esto también se hace presente en las oraciones de las iglesias. La gente espera y confía en que la situación en Ucrania mejore.
Cuando fue ordenado, en mayo de 2017, era usted el obispo más joven de toda la Iglesia, a nivel mundial. Usted está muy cerca de los jóvenes a través de su labor. Muchos de los cuales no ven futuro en Ucrania y se van al extranjero. ¿Qué se puede hacer para detener esta tendencia?
Sobre todo, intentamos mantener el contacto con los jóvenes que se han ido, ya sea con los que están fuera por un corto periodo como con los que creen que no volverán. Queremos que cada joven se sienta parte de la comunidad y sea bienvenido en todo momento. Se trata de que los jóvenes, aunque estén en el extranjero, no vivan su fe cristiana anónimamente. Tratamos de animarles a ello, a través de intercambios, seminarios y encuentros, con temas que interesan a los jóvenes de hoy. Mi impresión es que los jóvenes que descubren esta comunidad por sí mismos ya no quieren salir de su país, por difícil que sea a veces. Prefieren quedarse y cambiar la situación.
Los cristianos en Ucrania siguen ocupando el cuarto puesto entre los países que apoya Aid to the Church in Need. ¿Qué mensaje le gustaría trasmitir a los benefactores?
En toda Ucrania vemos los frutos de «Aid to the Church in Need», que Dios nos ha regalado. Después del comunismo, nuestra Iglesia ha experimentado un nuevo florecimiento, gracias a esa ayuda, que agradecemos a diario. Sabemos que ese apoyo dará frutos, también en el futuro. Gracias a la ayuda de «Aid to the Church in Need» somos también conscientes de que nosotros, en Ucrania, no estamos aislados. Nuestra Iglesia es como una familia: hay que compartir con los hermanos y hermanas todo lo que se tiene.