Para una familia católica paquistaní, la pobreza es una amarga realidad

Tras cinco años de matrimonio, Gulzar Masih y su esposa, una pareja católica, adoptaron a un bebé en un hospital local con la ayuda de un amigo de la familia. Esta niña, llamada Meerab, vive ahora en Sargodha, Pakistán, y tiene 19 años de edad. Aquí le habla a la fundación pontificia ‘Ayuda a la Iglesia Necesitada’ de las dificultades de su vida y de sus objetivos para el porvenir.

“Mi padre era Gulzar Masih, mi madre es Naasra Bibi, y tengo un hermano, Shahryar Gulzar, de ocho años de edad. Pertenezco a una familia católica. Mi padre trabajaba a jornal de obrero de la construcción y pintor. Ganaba 200 rupias paquistaníes al día, lo que equivale a dos euros, pero algunos días no tenía trabajo, y ese día no comíamos. Cuando afrontábamos un gasto extraordinario, mi padre siempre tenía dificultad para pagarlo, pero, no obstante, le estábamos agradecidos a Dios por Sus bendiciones.

“Un día mi padre enfermó gravemente y mi madre lo llevó al hospital. Allí el médico le diagnosticó diabetes. No teníamos recursos económicos para que tuviera un tratamiento adecuado, y, como resultado, mi padre murió.

Esta niña, llamada Meerab, vive ahora en Sargodha, Pakistán, y tiene 19 años de edad.
Esta niña, llamada Meerab, vive ahora en Sargodha, Pakistán, y tiene 19 años de edad.

“Tras el fallecimiento de mi padre, mi madre, pese a estar hundida en el dolor y la pena, encontró trabajo como criada para poder satisfacer nuestras necesidades domésticas y educativas. Los ingresos familiares eran bajos y los gastos, altos, razón por la cual en un momento dado incluso interrumpí mis estudios. No obstante, mi madre me animó a no perder la fe en Dios, diciéndome que Él nos mostraría el camino. Por la noche pensaba en mi padre y en la necesidad de mi familia, y así decidí ayudar a mi madre, cuya salud no es robusta: a menudo está enferma y tiene la tensión alta.

“Le dije que la ayudaría después de la escuela, que o bien la apoyaría en su trabajo o que trabajaría en su lugar. Un día que acudí sola al trabajo, el propietario de la casa, que tenía unos 40 años de edad, me pidió que le preparara un té. Cuando iba a servírselo, me agarró con fuerza del brazo y me besó. Tenía muchísimo miedo de contárselo a mi madre, porque pensaba que me pegaría. Sin embargo, cuando volvió a ocurrir, se lo conté, y entonces ella me prohibió volver al trabajo. Me pregunto si también ella sufrió los mismos abusos.

“Siempre le rezaba a Dios, con la esperanza de que nos ayudara y nos mostrara el camino. Algunas personas acudieron a nuestra casa para ofrecernos su ayuda. Yo continué mis estudios en la escuela primaria de Santa Ana de la Iglesia Católica. Mi hermano por entonces también iba a la escuela, pero debido a nuestra situación económica, la dejó para trabajar como pintor en una obra.

“Cuando cursaba octavo grado, la Sociedad de San Vicente de Paúl, presente en la diócesis, contribuyó a cubrir los gastos. Al principio, la beca mensual ascendía a 500 rupias; dos años más tarde se incrementó hasta mil rupias. Más tarde me admitieron en una escuela superior gestionada por una organización católica, que es una de las mejores escuelas de nuestra ciudad. Le estoy muy agradecida a nuestro director, que renunció a cobrarme las tasas escolares, por lo que pude continuar mi educación sin esa carga económica.

"Yo continué mis estudios en la escuela primaria de Santa Ana de la Iglesia Católica".
«Yo continué mis estudios en la escuela primaria de Santa Ana de la Iglesia Católica».

Gracias a la buena gente que Dios nos envió, estoy en condiciones de participar en programa preparatorio de Medicina en la universidad. Allí tengo que soportar la discriminación religiosa, pues es un centro musulmán, pero yo sé que Dios está conmigo. Vivo en una zona muy pobre, por lo que por las tardes ofrezco clases particulares gratuitas a 200 niños. Mi deseo más profundo es ser médica y ayudar a los pobres, para que nadie muera como lo hizo mi padre.

En 2017, ‘Ayuda a la Iglesia Necesitada’ destinó más de 900.000 dólares en ayudas a la Iglesia de Pakistán. Dicha ayuda se invirtió, entre otros, en apoyo a los seminaristas y ayudas al sustento de religiosas, así como en una serie de proyectos pastorales.

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