«Intentamos desarmar la cabeza y el corazón»

[vc_row][vc_column][vc_column_text]El Cardenal de Bangui, Dieudonné Nzapalainga, sobre la fuerza unificadora de las religiones en la lucha contra la guerra civil en la República Centroafricana: «unirse como buena miel»

por Benedikt Winkler

Desde hace años, grupos de rebeldes luchan en la República Centroafricana por el poder y las materias primas. En marzo de 2013, los «Séléka» formados en su mayoría por musulmanes— destituyeron al corrupto gobierno de François Bozizé. Como respuesta a los saqueos y asesinatos se formó la «anti-Balaka», un grupo no menos violento, formado principalmente por cristianos. Desde entonces, más de un millón de centroafricanos ha huido al extranjero o a otras regiones del país. Iglesias y mezquitas ofrecen protección contra los ataques a la población civil. Intervenciones militares francesas y misiones de paz de la ONU consiguieron estabilizar algo la situación de guerra civil que vive el país, de modo que en febrero de 2016 se produjo la elección del nuevo Presidente Touadéra. Sin embargo, en los últimos meses ha vuelto a estallar la violencia. «Die Tagespost» se reunió con el Cardenal Dieudonné Nzapalainga —a sus 50 años el purpurado más joven del mundo— en la sede de la Fundación Pontificia Internacional «Aid to the Church in Need» en Kronberg.

Sr. Cardenal Nzapalainga: ¿qué efectos tuvo entre cristianos y musulmanes la visita del Papa a la República Centroafricana en 2015? ¿Cómo se lo explica?

El Papa trajo paz y esperanza al visitar a cristianos y musulmanes y al reunirlos a todos en el estadio. Le puedo decir que su visita fue un momento inolvidable. En las vísperas uno no se podía acercar a menos de 5 kilómetros a lo que, en Bangui, se denomina gueto de los musulmanes; pero el Papa entró allí. Cuando salió fue como el paso del Mar Rojo: del mismo modo que los judíos pasaron por medio del Mar Rojo, muchos musulmanes seguían al Papa andando o en moto, sin tener miedo. Fue la liberación; es un gran milagro.

 

¿Cómo es la situación actualmente en Bangui?

Hoy en día se puede salir y entrar en ese barrio: para los musulmanes, el Papa vino para liberarlos de la cárcel en la que se encontraban en ese barrio. Ahora pueden dirigirse al este, al oeste, al norte y al sur de la capital, cosa que no podían hacer antes. Este es un aspecto que no debe menospreciarse. Y creemos que el viaje del Papa hizo posible que todo el mundo se interesara por la República Centroafricana. Como aquí estuvieron televisiones de todo el mundo que cubrieron la visita del Papa desde el comienzo en la mezquita, se pudo apreciar que el problema no es la religión. Al contrario, el Papa exigió de las religiones que busquen juntas soluciones. Todos tenemos un padre común que se llama Abraham, nuestro padre en la fe. Y así sucede también con el Corán y la Biblia: tenemos todo para unirnos y ponernos en el camino de la paz.

Usted es uno de los tres «santos de Bangui»…

Bueno, eso de los «santos» lo escribió el periódico francés «Le Monde». Como nos comportamos como hermanos y queremos superar la división, en el periódico al parecer pensaron que éramos santos; por eso lo escribieron. Los otros dos son Nicolas Guerekoyame-Gbangou, pastor de la iglesia evangélica y cabeza de la iglesia protestante centroafricana, y el Imán Omar Kobine Layama, presidente de la Conferencia Islámica. Los tres nos hemos unido para constituir un foro y poder decir: el término «religión» significa precisamente «vincularse, unirse». Una característica de la religión es unir a las personas entre sí. En el Corán y en la Biblia hay llamadas inequívocas a que los seres humanos se unan entre sí… «como la buena miel».

¿De qué modo pueden influir, como líderes religiosos, sobre los grupos rebeldes como Séléka y los anti-Balaka?

Nosotros nos dirigimos a las conciencias. No tenemos armas. Nuestra arma es la Palabra de Dios. Somos hombres de la Palabra de Dios. Venimos a llamar a la puerta del corazón de los hombres y mujeres. Las personas lo pueden aceptar o no. Nuestra tarea y obligación es también decirles: no matarás. Y esto lo hacemos también cuando vemos a personas que matan. Entonces les decimos: no, no tienes el derecho de matar. Dios está en contra de que se mate. Y les tenemos que decir que dejen las armas. Intentamos desarmar la cabeza y el corazón: usted puede desarmar a alguien con violencia, quitándole las armas; pero si no está convencido en la cabeza y el corazón, entonces cogerá otro fusil. Por eso, primero queremos que esté convencido en su cabeza para buscar después soluciones y que se respeten mutuamente.

¿Cómo es la situación política en la República Centroafricana bajo la presidencia de Touadéra?

En nuestro país no tenemos una crisis religiosa, sino una crisis político-militar. La religión es instrumentalizada por algunos para conseguir poder y riquezas del subsuelo como oro y diamantes. En Centroáfrica, el poder estatal se ha debilitado: de las 16 prefecturas, 14 están controladas por rebeldes. El cabecilla de los rebeldes es el que tiene poder fáctico; puede decidir sobre la vida y la muerte de una persona.

Hablando de diamantes, ¿qué tendría que hacerse en su opinión para que haya más justicia y menos corrupción en el país?

Pensamos que, después de lo que ha sucedido en nuestro país, se debe hacer justicia a las víctimas. Hay civiles que lo han perdido todo. Y hay personas que han matado y que tienen que reconocerlo. Ha de acabar esa creencia de que con la corrupción se puede conseguir mucho dinero. Han de volver el derecho y el orden. Queremos que todos estemos sometidos a la ley. Queremos que cuando se mate a personas se vaya a la cárcel; pero actualmente no se penaliza el asesinato: quien mata no va a la cárcel, y esto ocurre una y otra vez. Es decir, tiene que volver a haber justicia. Se mata por dinero, por diamantes, por muchas cosas y por todo. Quien tiene armas toma la decisión. Si se quiere tener una sociedad sana hay que conseguirlo de otro modo.

¿Qué tiene que suceder?

Primero hay que dar objetivos claros a las personas. Una de las causas de nuestras dificultades son las riquezas naturales. Centroáfrica es un país rico en recursos minerales. La gente viene de todos los sitios para conseguir beneficios y vender las riquezas naturales: a Sudán, a Camerún, a Chad. Como el Estado no controla ya nada, los rebeldes pueden vender los diamantes en el extranjero y se hacen ricos así. El Estado continúa siendo pobre. Por eso hay que conseguir que esto termine. Tenemos que construir carreteras, escuelas y centros de salud: éste es el camino que hay que seguir.

 

Desde que estallaron las hostilidades en mayo de 2017, unas 2.000 personas han buscado refugio en el seminario católico de Bangassou. ¿Cómo es la situación en los alojamientos de emergencia de la Iglesia?

La situación es muy difícil, por no decir desastrosa. La gente llegó sin más e incluso hemos acogido a musulmanes Séléka. El obispo tuvo la valentía de acoger a todos esos musulmanes en su territorio. Pero los jóvenes armados quieren matarlos. Por eso está allí, para protegerles. Asume así el riesgo de morir. Hay que entenderlo: cuando alguien no tiene nada de comer se convierte en una especie de lobo. Por eso estamos en esa situación extremadamente delicada. La Iglesia está con ellos y les ofrece protección, pero la Iglesia necesita también que le ayude la comunidad internacional.

¿Qué significa ser católico en Centroáfrica?

Suelo decir a la gente: la Iglesia católica es una iglesia universal, y eso significa: diversidad. Si realmente soy católico también tengo que acoger a los musulmanes y hacerles el bien; también tengo que hacer el bien a los protestantes: son hijos de Dios. Y eso es lo que hicimos en la crisis; acogí al imán seis meses en mi casa. Y si la Iglesia nos apoya aquí, tenemos la obligación de construir puentes entre las religiones, con los protestantes y con los musulmanes. Nos reunimos para rezar juntos, nos reunimos para hablar de nuestros miedos y para hacer algo en común.

¿Habla también de miedo?

Sí, por supuesto. En el interior del país hay muchos campamentos de refugiados. La gente no puede salir al campo para trabajarlo. La gente no puede ir a pescar; en todos los sitios tienen miedo porque no hay seguridad. Y están recluidos en sus campamentos. La situación es catastrófica, como ya le decía antes. La Iglesia está al lado de las personas para seguir apoyándolas y acompañándolas. Gracias al apoyo de la Iglesia en todo el mundo con sus programas de ayuda, como los de Aid to the Church in Need  (ACN), podemos realizar proyectos conjuntamente.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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