El miércoles entró en vigor un alto el fuego para la ciudad siria de Alepo, donde los combates han llegado a adquirir una especial intensidad y violencia. No obstante, los medios de comunicación informan de que la lucha continúa y hablan de actos de violencia perpetrados por las tropas prosirias contra la población civil. El P. Ziad Hilal, Jesuita y gestor de proyectos en Siria para la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), ha apelado en una conversación con AIN a las partes involucradas en el conflicto y a Occidente para que cesen las provocaciones y para que se tomen medidas en pos de una reconciliación.
Andrea Krogmann ha realizado la entrevista.
- Ziad Hilal, ¿cuál es la situación actual en Alepo? ¿Se cumple el alto el fuego?
No, pues tras una pausa se ha reanudado la lucha. Aquí escuchamos cómo impactan las bombas y el disparo de misiles muy cerca de nosotros. Cerca hay dos áreas en las que se han atrincherado los rebeldes, que se resisten a rendirse. Hasta ahora seguimos escuchando el fragor de la batalla.
¿Y en su zona?
En nuestra zona todo está tranquilo. Mucha gente de la parte oriental de la ciudad ha venido a la parte occidental, y hay numerosas organizaciones que prestan ayuda. Ha sido un día de mucho frío.
Pero hace tan solo pocos días, su monasterio fue objetivo de un ataque…
Sí, por la tarde, a las 18:00 horas del sábado, impactó en nuestro edificio un misil que causó importantes daños. Normalmente, a esa hora celebramos la Misa en nuestra iglesia, pero ese sábado acudimos a un retiro espiritual celebrado en el convento de unas religiosas. ¡Eso nos salvó!
¿Cómo evalúa la situación actual en la parte oriental de Alepo?
Hoy, por primera vez en los últimos cinco años, he podido visitar la parte oriental y hacerme una idea de la situación, sobre todo, del barrio cristiano de Al-Midan. Ahí solo he visto una destrucción total. Pero también nuestro centro de San Vardán ha sufrido graves dagnos.
¿Ha podido desplazarse sin problemas a la parte oriental?
Sí, y he sido bien acogido. Existen puntos de control del Ejército, pero a mí me han dejado pasar sin mayor problema.
Los medios de comunicación han informado sobre masacres contra la población civil por parte del Ejército sirio y sus aliados…
Tengo mis dudas acerca de dicha información. Tal vez haya habido casos aislados, pero aquí no hemos escuchado nada de ello. Hay que decir que en estos días se están difundiendo muchas informaciones y también imágenes falsas. De momento, las organizaciones que trabajan sobre el terreno como, por ejemplo, la Cruz Roja no han difundido este tipo de noticias. El problema radica en que la gente tiende a exagerar. Pero precisamente ahora no debemos provocar, sino mantener la calma. De lo que se trata ahora es de animar a la gente, de acogernos mutuamente y de atrevernos a promover la reconciliación.
¿Detecta usted indicios de reconciliación?
Todavía no. Hemos destruido la ciudad porque, hasta el momento, no hemos sido capaces de unirnos en un diálogo. Hemos perdido nuestra civilización y destruido nuestra historia. ¿Y por qué? Esto es una tragedia.
Muchos sirios consideran que los principales culpables de la guerra son fuerzas extranjeras…
No debemos señalar con el dedo a los demás, pues, en primer lugar, somos culpables nosotros. No obstante, también hay que decir que los medios de comunicación están desempeñando un papel muy nocivo en esta guerra, pues provocan a ambos lados y enfrentan a unos con otros. Estas provocaciones deben cesar.
Ahora que la parte oriental de la ciudad ha sido casi vaciada, ¿alberga usted esperanzas en relación con un acercamiento?
La lucha por Alepo ha sido encarnizada, gran parte de la ciudad está totalmente destruida y alcanzar este alto el fuego ha exigido una gran paciencia. No obstante, debemos conservar la esperanza, pues, ¿para qué sino seguiríamos aquí? Alepo ha visto a lo largo de su historia a muchos conquistadores y muchos miles de personas han muerto en esta ciudad, destruida ahora no por primera vez. Y, pese a ello, siempre ha vuelto a renacer. ¡Tengamos esperanza, pues!
¿Qué puede hacer ahora Occidente?
En primerísimo lugar: ¡Dejar de provocar! Hacer que los políticos recobren la razón para que busquen un tono moderado y la reconciliación. Es preciso que Oriente Próximo se convierta en una región pacífica en la que todos puedan convivir pacíficamente. De otro modo, la región será un infierno para nosotros.