Están en el frente en un doble sentido: en el frente de la guerra y en el frente de la misericordia. Los Hermanos Albertinos se ocupan en Ucrania oriental de personas sin techo, de discapacitados y alcohólicos.
Yuri tiene 69 años y su historia es una historia de calamidades: divorcio, desmoronamiento psicológico, alcohol. Esto le afectó a las piernas: en el hospital le amputaron la pierna derecha y el pie izquierdo, y en cuanto las heridas cicatrizaron, le dieron el alta. Era invierno, no tenía casa y ni siquiera dinero para muletas. De rodillas salió del hospital, se arrastró hasta un banco de un parque y se puso a llorar. Un hombre y su hija se fijaron en él y lo llevaron a la casa de los Albertinos. Allí lo acogieron, le consiguieron una silla de ruedas, una dentadura postiza y le dieron una cama. Así se convirtieron para él en “mis hermanos”. Ahora trabaja de mozo en la casa, y en su tiempo libre se ocupa del huerto. Los Hermanos le dan a “mi vida sentido y color”: Yuri vuelve a albergar esperanza.
Igor, también sin techo y enfermo, estaba sentado en un banco cuando una mujer desconocida se lo llevó a la casa de los Albertinos. “Allí me dieron una cama -algo que extrañaba mucho-, comida caliente y ropa” . Al principioIgor estaba tan débil que recibío alimentación artificial en el hospital. Hoy cocina para los demás. El Hno. Wiesław, que al verle por primera vez le había dado “dos semanas más” , dice: “Pone todo su corazón en esta tarea; las comidas para todos nosotros están muy ricas” .
Los Albertinos dan esperanza y pan: gestionan alojamiento para las personas sin techo, un comedor para los pobres y una panadería. “Nadie va al cielo solo” , solía decir su fundador, San Alberto Chmiełowski. Como Hno. Alberto, el joven artista se unió primero a los Franciscanos; por la noche cuidaba de los desamparados en su taller de pintura, y luego, por consejo de su confesor, empezó a acudir a los albergues de las personas sin techo para estar más cerca de ellas. Él mismo conoció la necesidad y el sufrimiento: a los dieciocho años perdió una pierna en la guerra contra Rusia, y en sus últimos dos años de vida sufrió un cáncer de estómago. Sus cuatro hijos espirituales de la Diócesis de JárkovZaporiyia son, para muchos, la última salvación, y algo similar ocurre con las 45 religiosas de nueve congregaciones en la misma diócesis. También ellas son para muchas personas faros de salvación en esta zona en guerra, empezando por la salud de ancianos solitarios hasta la preparación para la Primera Comunión de los niños.
Gracias a vosotros, este año les volvemos a proporcionar a los Albertinos y las Hermanas una ayuda al sustento (24.500 euros). Para que su luz dé testimonio del amor de Cristo, porque su deseo es: llevarse a todos consigo al cielo.