“El Señor me lo dio todo, y quiero corresponder”

A escala mundial, la Iglesia se ve expuesta a ataques, y los escándalos oscurecen su credibilidad. El número de sacerdotes y religiosas disminuye, también en Iberoamérica. Precisamente en estos tiempos oscuros y en uno de los países más hostiles a la Iglesia del continente, un convento tiene ante sí un futuro luminoso: las Carmelitas Descalzas de Florida en Uruguay. 

Son doce en total: ocho con votos perpetuos, dos con votos temporales y dos novicias. Son jóvenes y muchas otras mujeres jóvenes han solicitado el ingreso en su convento. Todas han hecho su experiencia con Dios; cómo las llamó, con reserva, pero perceptible; invisible, pero claro; bajito, pero constante. “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba?” (Lc 24,32): estas palabras de los discípulos de Emaús las podrían repetir cada una de ellas. La Hna. María tenía 16 años cuando en 2013, por primera vez, en una peregrinación, sintió el deseo en su corazón. “Todo me lo diste, Señor, y todo te lo quiero dar”: así rezaba sin saber con exactitud lo que Dios quería de ella. Estaba prometida y amaba a su Fernando. Entonces conoció a una Carmelita y leyó Historia de un alma de Santa Teresita del Niño Jesús. Las señales de la llamada al convento se multiplicaron. “¡Basta!”, decía ahora cuando rezaba, “por favor, no más señales”.

Feliz esposa de Cristo: la Hna. María, 22, en el jardín del convento.
Feliz esposa de Cristo: la Hna. María, 22, en el jardín del convento.

Quería ser Carmelita y al mismo tiempo médico y madre de familia. Junto con su prometido rezó una Novena a San José. Cuando, unos meses más tarde, le explicó su caso a una Carmelita, esta, sin saber nada de la Novena, le dijo: “A ti te envía San José. Aquí en el convento le hemos pedido una vocación”. Sus preguntas se tornaron en certidumbres, y entonces canceló el compromiso. Fernando ya había vislumbrado esta posibilidad y también se había hecho preguntas: hoy es seminarista en Montevideo. Cuando María cumplió 19 años, ya tenía claro que quería ingresar en el convento. Sus amigas y también sus padres intentaron retenerla y para ello rezaron juntos una ronda de oración. Pero también las religiosas del convento rezaron. Una noche, María les escribió una cariñosa carta a sus padres, salió por la ventana y llamó a la puerta del Carmelo. Hoy asegura: “Soy feliz, soy feliz de ser la esposa de Cristo”. También a la Hna. María Belén le ardía el corazón. Cuanto más se comprometía con la vida parroquial, tanto más crecía su deseo de pertenecerle totalmente a Dios. Entonces murió su tío, un sacerdote, en un accidente de coche. En medio del luto percibió los brazos abiertos de Dios. También ella leyó Historia de un alma, y cuando, hace dos años, conoció el Carmelo, supo: “Este es mi hogar, mi puerta al cielo”.

La comunidad crece: tres Carmelitas con la nueva generación.
La comunidad crece: tres Carmelitas con la nueva generación.

Y ya hay más mujeres jóvenes a las puertas del Carmelo que también quieren darlo todo, pero falta espacio para acogerlas. Con una ampliación del convento se podrían habilitar otras cinco celdas. Esto podría ser una señal para nosotros, pues los ingresos de la tienda online en la que venden sus bordados y demás productos de costura no alcanzan para ello. Nosotros les hemos prometido 70.000 euros.

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