En su primera Carta, San Pedro escribe a los cristianos de Asia Menor: Construíos vosotros mismos, como piedras vivas, sobre la piedra angular de Cristo, un templo de Dios para un santo sacerdocio (v. 1 Pe 2,5).
Los Carmelitas de la República Centroafricana entienden esto de forma literal y en doble sentido, pues ellos se ven a sí mismos como piedras vivas de la Iglesia y, además, fabrican piedras, ladrillos para escuelas, iglesias y hospitales. Esto ya lo hacían los primeros misioneros hace más de ciento veinte años. Ahora hay que reconstruir el país tras décadas de luchas por el poder y de guerra civil. “Nuestros ladrillos serán más fuertes que la guerra y el odio”, dice el P. Federico, y también aquí se refiere tanto a las piedras vivas de los Carmelitas como a los ladrillos de las casas. Pues mientras que antes los ladrillos hechos de barro cocido se desmigajaban al cabo de los años, los ladrillos actuales, hechos de barro, tierra, cemento y un poco de agua y prensados por una máquina, aguantan casi eternamente, al igual que la fidelidad y la constancia de los Carmelitas. Bodelo, de veinte años de edad, que al huir con su familia encontró refugio entre los Carmelitas, exclama entusiasmado: “Mbi ye ti ga maçon: Quiero ser albañil”. Al igual que el joven Bodelo, muchos refugiados encontrarán trabajo en la reconstrucción.
Y es que los Padres también quieren vender los ladrillos, por ejemplo, al centro para niños desnutridos que ahora se construye en Bangui por deseo del Papa. “El Papa como primer cliente”, ríe el P. Federico, “no es mal comienzo”. Pero más importante para él -y, sin duda, también para el Santo Padre- es que vuelven a llamar más jóvenes a las puertas del monasterio. “Son piedras con las que aquí construimos la Iglesia de Cristo”. La diferencia radica en que un ladrillo necesita una semana para estar listo para un muro, mientras que un joven Carmelita, desde el principio de su vocación y hasta morir, no deja de construir los muros de la Iglesia viva. “Y mientras que todos los ladrillos son iguales, cada Hermano es diferente.
Todos ellos persiguen la misma meta y todos arden de amor, pero cada uno construye con este amor otras viviendas en el Reino de Dios”. Desde hace diez años, el P. Federico es el responsable de la formación de los postulantes, novicios y seminaristas. A nosotros nos ha pedido ayuda para los 38 jóvenes Hermanos Carmelitas de los monasterios y seminarios de Bangui, Bouar y Yaundé (Camerún). Son 22.800 euros destinados a que estos jóvenes corazones sigan ardiendo y se conviertan en piedras vivas para la reconstrucción de las almas.