ACN.- Padre Salar Kajo es uno de los sacerdotes que ha acompañado a los más de 120.000 cristianos que tuvieron que huir de sus casas ante la invasión del Daesh, y que han vivido estos tres últimos años como desplazados en su propio país, Irak. Fue el primero en regresar cuando las tropas del ejército iraquí consiguieron repeler a los yihadistas. El padre Salar coordina, a través del Comité de Reconstrucción de Nínive, los trabajos de recuperación de nueve pueblos en la Llanura de Nínive.
“La Iglesia es la única que está trabajando con los cristianos de Irak y otras minorías para que recuperen sus vidas. Si las familias no vuelven a sus casas, desaparecerá el Cristianismo de Irak”, afirma con rotundidad durante su visita a la sede española de la fundación pontificia Aid to the Church in Need.
¿Cuál es la situación actualmente en los pueblos de la Llanura de Nínive?
En la zona norte de la Llanura de Nínive, unas 1.000 familias ya han podido regresar a sus hogares. Todo esto ha sido posible gracias a la Iglesia, que ha posibilitado el regreso. Pero hay que seguir trabajando para que vuelvan todos.
¿Cómo viven los que han podido regresar?
El gran reto en muchos casos ahora es encontrar trabajo para estas personas. Ellos pensaban que no tendrían la posibilidad de regresar a sus hogares, habían perdido la esperanza, aunque no su fe en Jesús. Un ejemplo de su profunda fe es que han podido perdonar al Daesh y a sus vecinos que colaboraron con los yihadistas. Creen firmemente que sólo el perdón podrá cambiar los corazones de aquellas personas que han ejercido tanta violencia contra ellos.
Fue uno de los primeros que regresó a estas localidades. ¿Qué se encontró?
En el mismo día de la liberación de pueblos como Telleskuf, cercanos a Mosul, llegué con un grupo de jóvenes. En Batnaya, lo primero que visité fue la iglesia y vi que estaba todo destruido. Por el suelo había libros de la Biblia y los leccionarios recientemente quemados. Antes de que los militantes de Daesh se fuesen del pueblo, se habían ensañado especialmente con las iglesias. Después hicimos una visita a varias casas cercanas, no pudimos visitar más porque el pueblo estaba lleno de minas. Rezamos un padrenuestro en arameo y tocamos las campanas, que sonaban por primera vez después de tres años.
¿Qué pensó cuando vio las iglesias y las casas destruidas?
Sentí un gran dolor. Teníamos muchos recuerdos de nuestros pueblos y de las iglesias. Habíamos trabajado duramente en el pasado para tener las iglesias bien adecentadas. Pero me decía: “Gracias, Señor, porque no hemos podido conservar la Iglesia como estructura pero sí la fe de la gente”.
¿La fe de los cristianos de Irak es ahora más fuerte que nunca?
Creo que sí. Ahora estamos viendo los frutos de esta fe, como la caridad con los que han perdido todo, incluidos los vecinos de otras religiones, por ejemplo musulmanes de otros pueblos. Y también, como ya he comentado antes, el del perdón de los cristianos a las personas que eran sus vecinos y ayudaron a Daesh a ocupar sus casas, a robar y quemar los pueblos.
¿Cómo es posible perdonar después de haber perdido todo? ¿Es verdadero perdón?
En nombre de Jesucristo todo es posible. La gente ha sufrido mucho, en tres años como refugiados en el Kurdistán iraquí han vivido muchas dificultades. Pero tienen una fe que hace que hayan podido superar todo, no sin dificultad. Esta fe también hace que el perdón se viva de forma verdadera.
¿Tienes algún ejemplo?
Lo primero que han hecho las familias al regresar a sus pueblos ha sido ir a visitar a sus vecinos musulmanes. Para preguntarles qué tal estaban. Y les han dicho que querían regresar para tener paz y recuperar la convivencia. Esto es algo humanamente imposible pero desde la lógica de la fe, es posible.
¿Qué necesidades tenéis?
Es urgente que todos puedan volver a sus pueblos. Esto es solo posible gracias a la ayuda de organizaciones, porque los gobiernos no nos ofrecen ayuda. Después de un año de reconstrucción, el único canal de ayuda ha sido a través de la Iglesia. Queremos regresar, para recuperar nuestra dignidad, y trabajar y vivir como antes del Daesh. Es nuestra tierra, es nuestra identidad.
Personalmente, ¿cómo ha cambiado tu vida después de tanta destrucción?
La crisis del Daesh ha hecho crecer mi vocación sacerdotal. El Señor nos usa a los sacerdotes para que estemos más cerca del pueblo en estos duros momentos, en todos los ámbitos de la vida, no sólo para temas pastorales. Esto ha fortalecido las relaciones de la Iglesia con los fieles. Es importante que los cristianos sigan en Irak. Tienen una responsabilidad moral de hacer la paz y cambiar los corazones de sus conciudadanos. Se sienten constructores de la paz en la zona de Oriente Medio.