Durante los últimos siete meses, en el sur del estado de Kaduna, en el centro-norte de Nigeria, se han registrado incesantes ataques a comunidades cristianas en los que han muerto 178 personas. En una declaración de los obispos católicos de la provincia de Kaduna enviada a la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), los obispos denuncian: “Oscuras nubes de violencia envuelven nuestra tierra. Nuestro país está en las firmes garras de la Parca [la Muerte]. En los últimos años, los perpetradores de esta violencia se han apoderado de la tierra y han puesto a nuestras fuerzas de seguridad a la defensiva”.
En los últimos diez años, el principal desafío de Nigeria ha sido contener al grupo terrorista Boko Haram. Hace dos años, los militares anunciaron que habían reducido el peligro. “Pero”, indican los obispos, “nuestra alegría duró poco ya que la situación ha ido empeorando progresivamente. Hoy día, casi todos los estados del norte están en manos de estos perpetradores de violencia y muerte. En los últimos tres años, hemos sido testigos de incesantes ataques y saqueos de comunidades enteras por parte de bandidos en estados como Benue, Kebbi, Plateau, Kaduna, Katsina, Nasarawa, Níger, Sokoto y Zamfara. Miles de vidas se han perdido por estos bandidos que operan con implacable desenfreno.” Y añaden: “Los estragos de Boko Haram, de los pastores de ganado, los secuestradores y los bandidos nos han convertido a todos en víctimas”.
El padre Sam Ebute sabe de primera mano de lo que hablan los obispos. El misionero de la Sociedad de Misiones Africanas (SMA) tiene su sede en Kagoro, una de las comunidades afectadas, donde trabaja como director para la promoción de vocaciones. Recientemente ha tenido que enterrar a 21 de sus feligreses, asesinados en uno de los ataques: “Ocurrió alrededor de las 23:20 horas del 21 de julio en la aldea de Kukum Daji, a unos diez minutos en auto de Kagoro. La comunidad celebraba un encuentro de jóvenes cuando, de repente, escucharon disparos y ruidos de hombres gritando. Supieron de inmediato de qué se trataba, porque allí se repitió lo que ya habían visto suceder en Agwala, Doka, Kaura y Zangon Kataf”, relata el padre Ebute a ACN.
“En menos de dos horas, los bandidos asesinaron a 17 jóvenes, la mayoría chicas, mientras que otras cuatro personas murieron de camino al hospital o en el hospital, sumando un total de 21. Otros 30 resultaron gravemente heridos y tuvieron que ser atendidos en los hospitales de Kafanchan y Kaduna”.
No ha sido la primera vez que el sacerdote ha tenido que enterrar a fieles: “Durante cuatro años, desde que me ordené sacerdote en 2016, he estado enterrando a mis feligreses. En 2017, tuve que enterrar a una mujer que había sido asesinada junto con sus cuatro hijos por la noche, en Táchira. En 2018, en la parroquia de Tsonje también tuvieron que enterrar a cuatro personas que fueron asesinadas. En 2019, en Zunruk, siete jóvenes fueron asesinados a plena luz del día mientras jugaban al fútbol”.
El último ataque ha sido en Kukum Daji. Todas estas comunidades están en zonas donde los misioneros llevan a cabo su ministerio, y todas ellas pertenecen a la parroquia principal de san José de Kagoro, en la diócesis de Kafanchan. “Durante las últimas siete semanas, hemos estado enterrando a nuestros feligreses sin vislumbrar un final. Estos últimos ataques nos han dejado a todos atemorizados, y especialmente con miedo a lo desconocido, porque no sabemos cuándo ocurrirán las próximas rondas de ataques y qué las desencadenará. No podemos practicar nuestra fe en paz. No confiamos en la seguridad de nuestros hogares”, ha señalado el misionero.
Esta situación afecta a la vida diaria: “Nuestros movimientos están limitados, nuestros fieles no pueden realizar libremente sus actividades. Ahora es temporada de cosecha, pero no se atreven a ir a sus campos por miedo a ser atacados allí. Han dejado que sus cultivos perezcan. Es como si nos dejaran morir a causa de nuestra fe.»
Cuando se le pregunta acerca de su tarea como sacerdote y misionero, el padre Ebute contesta: “Cuando eres pastor de los fieles y se producen tales ataques, es tan duro para ti como para ellos. No obstante, debes estar a su disposición para consolarlos, rezar por ellos y animarlos a conservar su fe en Dios y a mantenerse firmes. Ofrecemos apoyo espiritual, moral y material lo mejor que podemos”.
“La población del sur de Kaduna, en su dolor, se siente abandonado por su gobernador”, critican los obispos en la declaración. El P. Ebute está de acuerdo: “Lo que hace todo esto aún más difícil es el hecho de que el Gobierno no tome medidas decisivas para frenar la amenaza. Eso es lo más devastador y frustrante. Otra cosa que es difícil es predicar el perdón, la reconciliación, la paz y el amor a personas cuyos medios de vida les han sido arrebatados, cuya prosperidad disminuye y es destruida como resultado de estos ataques”.
A pesar de los asesinatos, la indescriptible violencia, de todo el dolor y sufrimiento, el misionero deposita su confianza en Dios: “En esta situación, me consuela el hecho de que Dios no está muerto y que nos está viendo. Su tiempo llegará. Él nos ha dicho en el Salmo 46, 10 que confiemos en Él. La sangre de estos mártires no será en vano”.