El 1 de diciembre es la fiesta de san Carlos Eugenio de Foucauld, canonizado por el papa Francisco el 15 de mayo de este año. Religioso y sacerdote católico francés, Foucauld vivió entre los tuaregs del Sahara en Argelia. Fue asesinado en 1916 y es considerado mártir. En una entrevista con la fundación Aid to the Church in Need (ACN), Mons. Mario León Dorado O.M.I., misionero español y actual prefecto apostólico de Sahara Occidental, habla sobre la importancia de este “nuevo” santo y describe la situación de los cristianos de la región.
ACN: El Sahara Occidental es terra incognita para muchos católicos. ¿Quiénes componen la prefectura apostólica del Sahara Occidental de la que usted es responsable desde junio de 2013?
Mons. León Dorado: La mayoría de los cristianos en el Sahara Occidental son personas migrantes que vienen cruzando África para llegar a las Islas Canarias o a la Península Ibérica; o estudiantes que llegan por tres años para hacer un curso de formación superior y luego volver a sus países. Hay algunos de Asia y Europa, pero lo que predomina son cristianos de la Iglesia subsahariana: de Costa de Marfil, Senegal, Camerún, Guinea Conakry, Kenia, Sierra Leona, Liberia y otras.
Somos una Iglesia muy pequeñita, pero pequeñita no significa muerta o insignificante. Pero sí que somos pequeños. Es decir, tenemos básicamente dos parroquias en el Sahara Occidental.
La prefectura apostólica, el Sahara Occidental, es prefectura apostólica precisamente porque no cumple las condiciones de constituir una diócesis. Por lo tanto, tampoco tenemos obispo. Yo soy un prefecto. Estamos en una situación de crecimiento, digámoslo así, aunque es un crecimiento muy lento. La comunidad de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada tiene a su cargo esta prefectura. Tenemos dos parroquias. Una está en El Aaiún, al norte, la otra está más en el centro-sur, en Dajla.
¿Cuándo dice que pequeñita, de qué número estamos hablando?
En Dajla los cristianos son entre 40 y 60, pero varía mucho. Son, sobre todo, personas migrantes que ciertamente llegan al Sahara para poder ir a Canarias, España, a veces en patera. Pero hay un buen núcleo que se queda y lleva ya años, porque en Dajla pueden ganar dinero con la industria del pescado, los frigoríficos. Y así hacen comunidad y nosotros como Iglesia queremos hacer hogar, familia, porque todos los migrantes viven lejos de sus familias, de sus Iglesias de referencia. Nosotros queremos que encuentren en nuestra Iglesia un hogar. Tenemos un centro de acogida para personas migrantes, dirigido por Cáritas parroquial, sostenido por Cáritas Rabat y por nuestra congregación. Es eso, una pequeña Iglesia, pero muy viva, muy viva. La verdad es que da gusto celebrar la Eucaristía y la fe aquí.
En la parroquia del Norte, en El Aaiún, la capital de la región con unos 400.000 habitantes, tenemos también un grupito pequeño de migrantes pero El Aaiún es zona de salida y no tiene poca industria o lugar de trabajo donde sacar dinero. Con lo cual, es más difícil quedarse mucho tiempo. Aquí, tenemos estudiantes subsaharianos que han llegado para hacer formación profesional superior. También hay un pequeñito grupo de las Naciones Unidas que desde 1991 tienen una misión y siguen ahí. Nuestras celebraciones dominicales aquí pueden contar con 40 o 50 personas. Una minoritaria dentro de la gran sociedad musulmana. El reto una vez más es hacer familia y comunidad.
¿Qué significa para estos católicos, para los cristianos de Sahara Occidental, que Foucauld suba a los altares?
La mayoría de los cristianos que vienen de Iglesias subsahariana desconocen la persona de Foucauld. Nuestra tarea es la de darles a conocer su mensaje: comprender qué significa ser cristiano en esta tierra en la que la población es prácticamente toda musulmana y los cristianos somos extranjeros.
Yo creo que Foucauld tiene mucho que decirnos y es una herramienta, creo que es una herramienta del Espíritu para que precisamente aprendamos a ser cristianos en esta tierra, porque la tentación de todos, también en nuestros hermanos subsaharianos, es la de copiar las Iglesias, los modelos de Iglesia de sus países y de sus comunidades. Foucauld es para nosotros claramente un santo, una inspiración. Es un modelo, un ejemplo de vida cristiana, de carisma, de forma de estar, de ser y de vivir, de misionar, de evangelizar en esta tierra.
También es un ejemplo para nosotros los oblatos, evidentemente Foucauld siempre está en el horizonte. Para nosotros es una confirmación y va de la mano con la llamada, la invitación del Papa a salir, a abrirnos, a sentirnos y hacernos hermanos de todos.
Uno de los proyectos que está realizando con el apoyo de la fundación de ACN es la ornamentación de las capillas de El Marsa en el norte y de Dajla en el sur. ¿Cuál es el propósito de este proyecto?
De alguna manera queremos utilizar la ornamentación de las capillas como inspiración y como catequesis para nuestros cristianos, para que podamos profundizar e imbuirnos de esta espiritualidad propia de cristianos en tierra de islam, en el Sahara. Foucauld quería que la eucaristía estuviera en medio de los musulmanes y eso somos nosotros, presencia, cuerpo de Cristo en medio de este mundo musulmán, en contacto con él.
En El Marsa se trata de unos mosaicos y una cruz con toques arabescos, de tipo oriental, porque ahora mismo hay una cruz de hierro del año 60, que la pobre está que da pena. Para el oratorio de Dajla son unas imágenes en cerámica que muestran a san Carlos de Foucauld y san Eugenio de Mazenod, el fundador de nuestra congregación, y en el centro la Virgen del Carmen.
También pondremos un cuadro de la Visitación en el hall de entrada, porque la Visitación para nosotros es un paradigma de misión, misioneros al ejemplo de María: saliendo al encuentro del otro, movidos por el Espíritu, llevando en su seno al Señor. Al lado del cuadro está el Padrenuestro en árabe, también en el hall de entrada, para explicarles a todos – también a tantos musulmanes que entran a veces por curiosidad – qué es lo que nosotros somos y queremos ser.
¿Cuáles son los retos más grandes que encuentra en su misión?
Nuestra Iglesia hace aquí lo mismo que hace cualquier Iglesia: celebrar la fe y estar al servicio de todos los cristianos. También, estar al servicio de los pobres y de los más abandonados, una labor de Cáritas, sea con personas marroquíes o saharauis, con pobres o migrantes. Y, por supuesto, evangelizar en el sentido de ayudar al Espíritu a crear su Reino, el Reino de Dios. Cada lugar tiene sus notas particulares y las Iglesias del norte de África tienen notas muy particulares.
El punto fuerte de estas Iglesias nuestras del norte de África es el diálogo y el encuentro con los musulmanes que son nuestros vecinos. Crear esos lazos de fraternidad, de encuentro, de amor, en la diversidad de lo que somos, creando amistades. Porque a partir de la amistad, dialogamos y nos apreciamos. Yo creo que la base de todo diálogo interreligioso es la amistad.