“Las religiosas son el rostro del amor de Dios en la República Islámica de Mauritania”.
El Obispo Martin Happe de Nuakchot, Mauritania, sabe de lo que habla. Piensa en Lucile Habimana y Celina Jozefa Natanek, que trabajan en el centro para niños paralíticos y discapacitados; en Anita Martis e Isabel Marco, que acuden a las prisiones y reafirman en su dignidad a las personas que allí se encuentran; en Hilda Graber y María López, que ayudan a las mujeres embarazadas y a las madres jóvenes a superar las primeras dificultades con los recién nacidos; en Suzanne Marie Pépine y Georgette Nana, que proporcionan primeros auxilios, entre otros; en Hélène Marie Dioh y Coulette Boubane, que se ocupan de los pequeños en los jardines de infancia y guarderías para bebés.
Y la lista podría ampliarse, porque 31 religiosas de ocho congregaciones prestan, día tras día y desinteresadamente, un servicio de caridad en un país que está entre los más pobres del mundo y que es cien por cien islámico desde hace siglos.
El Islam allí tolera el trabajo de las Hermanas, un trabajo que ayuda y salva vidas, y que es un testimonio de amor que impresiona a algunos mauritanos y que, ante todo, hace que las mujeres cobren conciencia de su dignidad como hijas de Dios. ¿Qué obtienen a cambio estas religiosas? Nadie en Mauritania puede pagar su servicio. La recompensa por esta forma de vida desinteresada es vuestra ayuda amorosa.
El apoyo de ACN
Mons. Martin Happe nos vuelve a pedir ayuda para su sustento, y nosotros le hemos prometido 30.000 euros para todo el año, porque es este amor el que trae la salvación. Los ciegos vuelven a ver, los paralíticos caminan, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres les es anunciada la Buena Nueva: esta es la respuesta de Jesús a la pregunta de Juan el Bautista: ¿Quién eres? (cf. Lc 7,18 ss.). Ese es el rostro del amor, y vosotros podéis llevarlo a la gente de Maurita através de la acción de estas religiosas.