La juventud cristiana de Tierra Santa, aún afectada por el ataque del 7 de octubre

En un reciente viaje a Tierra Santa, una delegación de ACN ha hablado con jóvenes y personas involucradas en la pastoral juvenil en diferentes regiones. En definitiva, ha descubierto que, aunque afronten retos diferentes, todos ellos atraviesan dificultades y muchos recurren a su fe en busca de consuelo y esperanza.

Marco Mencaglia, Director de Proyectos de AIN, visita un campamento de verano para jóvenes, organizado por el Vicariato para los Católicos de Lengua Hebrea
Marco Mencaglia, Director de Proyectos de AIN, visita un campamento de verano para jóvenes, organizado por el Vicariato para los Católicos de Lengua Hebrea

Un año después del ataque terrorista que desencadenó la actual guerra en Gaza, los jóvenes cristianos de Tierra Santa se sienten perdidos y sin esperanzas de volver algún día a la normalidad.

“En nuestra cultura no abandonamos la casa de nuestros padres antes de casarnos, así que los jóvenes siguen viviendo con sus padres. Yo quiero irme, pero no puedo hacerlo si no me caso. Sin embargo, a mis 27 años no puedo permitirme una casa propia, así que no puedo permitirme casarme”, explica Raffi Ghattas, un periodista cristiano de la Juventud de la Patria de Jesús-Palestina. Esta organización, encargada de la pastoral juvenil, proporciona asistencia pastoral a los cristianos de Jerusalén y Cisjordania, y opera bajo los auspicios del Patriarcado Latino de Jerusalén.

“Al no abrigar esperanzas, la gente intenta marcharse,  muchos no tienen hijos ni se casan”, señala Dima Khoury, directora de servicios sociales del Patriarcado Latino de Jerusalén. “Es muy difícil infundirles esperanza. Los que tienen hijos sólo tienen uno o dos. Además, se necesita el salario completo de uno de los cónyuges para cubrir el alquiler, así que ambos tienen que trabajar”, añade. Los empleos, evidentemente, también escasean desde que empezó la guerra, porque muchos cristianos trabajaban en el turismo, que ahora, a causa del conflicto, es casi inexistente.

Cuando se les pregunta, todos los jóvenes cristianos coinciden en que sólo quieren volver a vivir como antes del 7 de octubre. Raffi, no obstante, explica que “antes de octubre vivíamos inmersos en nuestra rutina. La primera vez que me di cuenta de ello fue cuando, de niño, pasando unas vacaciones en Turquía, le pregunté al guía que dónde estaban los puestos de control”.

Los hijos de inmigrantes y solicitantes de asilo se sienten integrados en la sociedad israelí, pero a menudo no gozan de plenos derechos
Los hijos de inmigrantes y solicitantes de asilo se sienten integrados en la sociedad israelí, pero a menudo no gozan de plenos derechos

“En Jerusalén teníamos un puesto de control debajo de nuestra casa. Yo vivía a diez minutos de mi colegio, pero siempre tenía que pararme en el puesto de control. Un día, cuando tenía ocho años, un soldado me pidió que le dijera mi número de identidad en hebreo. No pude y rompí a llorar. Se estaban burlando de mí y me tuvieron dos horas en un rincón hasta que me lo aprendí de memoria. Más tarde, me di cuenta de que nadie debería vivir así. La gente aquí dice que hasta la guerra todo iba bien, pero no es cierto; simplemente estábamos acostumbrados a esa vida”, opina.

En su día, en Jerusalén Oeste vivían muchos cristianos autóctonos de lengua árabe, pero fueron empujados hacia el este cuando Israel ocupó la ciudad. Como resultado, ahora estas familias cristianas no son propietarias de sus casas ni poseen tierras y dependen de unos precios de la vivienda que están por las nubes.

Cargar con la cruz en Cisjordania

La vida en Cisjordania entraña sus propios retos. Antes del 7 de octubre, 180.000 palestinos tenían permisos para ir a trabajar a Israel, pero casi todos fueron revocados tras el ataque contra Israel y, hasta ahora, sólo se han renovado 10.000, en su mayoría para médicos, enfermeras y algunos profesores que trabajan sobre todo en Jerusalén.

Durante un encuentro en Ain Arik, a las afueras de Ramala, con el grupo Juventud de la Patria de Jesús (JPJ), Shaheen cuenta a ACN que solía ganar unos 120 dólares diarios trabajando como herrero en Israel, mientras que ahora, cuando tiene suerte, gana la décima parte trabajando en Cisjordania. Ghadeer, una joven que trabaja para la Autoridad Palestina (AP), gana sólo medio sueldo cada tres meses porque Israel está reteniendo los fondos de aduanas y el IVA que suele transferir a la AP.

El encuentro con la JPJ tiene lugar en un edificio abandonado donde, con la ayuda de ACN, la Iglesia planea construir un nuevo centro juvenil. El grupo lo dirige el P. Louis, un carismático y joven sacerdote jordano que ha insuflado nueva vida a la pastoral juvenil local. “Tuvimos algunas dificultades a la hora de dar con un lugar adecuado para los campamentos de verano, los retiros espirituales y los estudios bíblicos. Este es un buen lugar, neutral, tranquilo,  alejado de la ciudad y, además, situado en el centro de Cisjordania, lo que lo hace accesible a todos”, explica a ACN.

Un criterio importante para la ubicación del centro es la ausencia de asentamientos judíos cercanos. “Donde hay un asentamiento hay un puesto de control y, por tanto, un motivo de conflicto entre colonos y palestinos, lo que, a su vez, significa que la carretera puede estar cerrada. Eso entraña una dificultad y un peligro para los jóvenes”, explica el P. Louis.

Las barreras y los controles dificultan cada vez más la vida de los cristianos de lengua árabe
Las barreras y los controles dificultan cada vez más la vida de los cristianos de lengua árabe

En medio de las dificultades, los miembros de la JPJ consideran que su misión reside en mantener y reforzar la conexión de los cristianos que quedan en la región con su religión. “Nuestra primera prioridad en la pastoral juvenil es enseñar a los jóvenes a desarrollar un sentimiento de pertenencia a su tierra, pero no porque sean palestinos sino porque Dios eligió esta tierra cuando decidió encarnarse. Eso es un privilegio pero también una cruz, y nosotros cargamos con esa cruz”, indica Raffi.

“Si los cristianos se van”, añade el P. Louis, “los santos lugares serán como museos fríos y abandonados. Nosotros les insistimos a los jóvenes para que no emigren porque Jesús vivió y murió aquí”.

Los israelíes que no se sienten plenamente integrados

Muchos de los problemas que afrontan los cristianos en Cisjordania y Jerusalén se deben al hecho de no tener derecho a la ciudadanía israelí. Ese no es el caso de los cristianos de lengua árabe del norte del país, que sí tienen la nacionalidad israelí.

No obstante, eso no significa que no haya dificultades. “Israel es una sociedad muy secular e individualista, muy centrada en los bienes materiales y en el éxito”, afirma Mons. Rafic Nahra, vicario patriarcal latino para Israel, residente en Nazaret, Galilea.

Mons. Rafic Nahra, Vicario Patriarcal para Israel
Mons. Rafic Nahra, Vicario Patriarcal para Israel

Con el apoyo de ACN, la Iglesia se esfuerza en crear un centro para jóvenes, para acompañarlos e inculcarles valores de los que carece la sociedad. El P. Ramez Twal, que dirige la pastoral juvenil en Haifa, explica que, al principio, la gente era reacia a asistir a los actos pero que, con el tiempo, la Iglesia ha sabido ganárselos. “De 2022 a 2024, hemos atraído con nuestros actos a más de 1.000 personas, lo cual está muy bien. Gracias a ACN ofrecemos un curso de Liderazgo, Comunicación y Resolución de conflictos, el primero en Galilea”.

El P. Jonny Abu Khalil, enviado a Haifa para poner en marcha el centro pastoral, explica que también tienen previsto construir un restaurante y una casa de huéspedes. “Es posible que haya jóvenes que no vengan a las conferencias y cursos por creer que carecen de formación y sentirse ignorantes en cuanto a la fe. En cambio, con el restaurante sí vendrán, y si el sacerdote está allí, hablarán con él y le harán preguntas. Finalmente, la casa de huéspedes nos permitirá crear puestos de trabajo para quienes perdieron su empleo en los hoteles israelíes después del 7 de octubre”.

Después del 7 de octubre, muchos árabes israelíes que antes se sentían perfectamente integrados en la sociedad se encontraron con que, de repente, los miraban con recelo. “La guerra ha provocado más segregación y discriminación. Los palestinos de Galilea solían sentirse israelíes, pero ahora se sienten ciudadanos de segunda clase. Necesitan un lugar donde reforzar su identidad. Su identidad cristiana es débil y su identidad nacional es confusa: no pueden decir que son palestinos ni pueden decir que son israelíes después de lo ocurrido”, explica el P. Jonny.

La crisis de identidad es un problema grave, explica el P. Twal. “Los judíos no los consideran israelíes, pero los árabes de Cisjordania tampoco los consideran plenamente palestinos, pues mezclan hebreo y árabe en una misma frase. Parece que la gente de Cisjordania no acepta que tengan una identidad y problemas diferentes”.

Los que sí se sienten integrados, pero no son israelíes

Si para unos el problema es no sentirse parte del país al que pertenecen, para otros el problema es no pertenecer al país que sienten como suyo.

La legislación israelí es muy restrictiva a la hora de conceder la ciudadanía a extranjeros no judíos, incluidos los nacidos en el país, como los hijos de inmigrantes y solicitantes de asilo, entre los que hay muchos cristianos. “Culturalmente, son cien por ciento israelíes: hablan hebreo, visten a la manera israelí, escuchan música israelí y apoyan a clubes deportivos israelíes”, explica el P. Piotr Zelazko, vicario patriarcal del vicariato de Santiago, que se ocupa de la pequeña comunidad católica de habla hebrea en Israel.

ACN visitó al P. Piotr en un campamento de verano para hijos de inmigrantes y solicitantes de asilo, apoyado por la fundación pontificia. Estos campamentos son cruciales para mantener a los jóvenes firmes en su fe, asegura la Hna. Gabriele Penka, administradora del vicariato. “Viven en la sociedad judeo-israelí, por lo que les resulta muy difícil permanecer fieles a su identidad cristiana, mantener la fe y seguir siendo miembros de la comunidad católica”.

Campamento de verano en Deir Rafat, en el convento de Nuestra Señora Reina de Palestina.
Campamento de verano en Deir Rafat, en el convento de Nuestra Señora Reina de Palestina.

“Por primera vez tenemos aquí a jóvenes de 18 años que carecen de estatus legal. En el pasado, Israel les concedía la residencia permanente para que, como los demás israelíes, pudieran hacer el servicio militar, pero en estos momentos eso no es posible, así que estamos intentando ver qué opciones tienen estos jóvenes de cara al futuro. Aún corren el riesgo de ser detenidos y deportados”, explica la Hna. Gabriele.

El P. Piotr describe cómo los niños están siempre en alerta por posibles redadas de las autoridades de inmigración: “Suelen hacerlas en vacaciones, porque cuando están en el colegio, sus amigos y maestros israelíes los defienden. En cambio, en verano pueden deshacerse de los niños, así que desaparecen y no hay nadie allí para protestar”, explica.

En el pasado, el Gobierno israelí permitía a los hijos de inmigrantes ingresar en el ejército a cambio de la ciudadanía. “Cuando empezó la guerra, pensamos que el Gobierno llegaría a la conclusión de que los necesita, pero no ha sido así. Para algunos políticos es más importante ‘mantener Israel puro’. Realmente utilizan ese lenguaje, es doloroso oírlo”, dice el P. Piotr.

ACN ha incrementado su apoyo a los cristianos de Tierra Santa tras el ataque del 7 de octubre y el comienzo de la guerra. A sabiendas de que sin jóvenes no habrá futuro para la comunidad cristiana en la tierra de Jesús, la fundación pontificia prioriza iniciativas que contribuyan a infundir esperanzas a esta población, a través de la educación y la creación de empleo o sencillamente ayudando a fortalecer su identidad mediante la formación en la fe.

 

Por Filipe d’Avillez.

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