«Ahora los niños juegan más, corren más, saltan más… «
En la parroquia de Itoculo, diócesis de Nacala, existe un proceso de acogida para personas desplazadas de Cabo Delgado. Son víctimas del terrorismo que asola la región norte de Mozambique desde octubre de 2017, provocando horror y dejando más de 3.000 muertos y 850.000 desplazados en todo el país.
Casi 22.000 de estos desplazados, esencialmente mujeres y niños, han buscado refugio en Nacala, a pesar de que la diócesis se encuentra a más de 400 kilómetros de distancia. En la parroquia de Itoculo hay más de un centenar de estos desplazados: 117 personas, casi la mitad de ellos niños. Están en el centro de una iniciativa que cuenta con el apoyo de la fundación ACN y brinda asistencia psicosocial para que puedan enfrentar con más resiliencia los desafíos a los que se enfrentan como víctimas de la guerra.
La papilla de los niños
En medio del suelo, resguardados del implacable sol africano por la sombra de unos árboles, un grupo de niños toma probablemente la única comida del día: la papilla.
Zeca Virgilio y Amon Ali son dos monitores de Cáritas que coordinan el proyecto de ACN. Llevan una camiseta azul con los símbolos de ambas instituciones. Virgilio cuenta que ayuda a los niños “a rezar, a cuidar la higiene, a lavarse las manos…” y añade que le gusta mucho su trabajo “porque está ayudando a la gente”. Amon también está feliz de dar nueva vida a todos los desplazados, aunque sea al costado de la carretera, que es donde trabajan.
Todos los días, junto a las casas, “inventan” un aula y una cafetería. El cielo es el techo y la tierra y las hierbas son el suelo de las clases y el comedor. La comida de los niños es una papilla, un verdadero «chupito» de vitaminas mezclado con maíz, leche, cáscara de huevo y cualquier otra cosa que puedan juntar. El hambre es una realidad cruel.
En un mensaje de marzo de 2021, el obispo de Nacala, monseñor Alberto Vera, subrayaba la necesidad del apoyo a los desplazados internos: «Lamentablemente, la época es de hambruna generalizada por la escasez de producción en la campaña agrícola de 2020 y la falta de lluvias en esta campaña de 2021», dijo el obispo. Explicando que esta realidad ha dejado al 85% de la población «en una situación de extrema vulnerabilidad”, lo cual ha aumentado “aún más la presión social».
Apoyo psicosocial para los desplazados
Los tiempos son difíciles, pero las respuestas de la Iglesia local son un signo de esperanza. El proyecto de apoyo psicosocial a familias desplazadas en la parroquia de Itoculo es un buen ejemplo. Además de Cáritas y la fundación ACN, el proyecto también cuenta con la colaboración del padre Mário João, sacerdote portugués que está en misión en Mozambique.
No puede pasar desapercibido por su altura y su cabello largo y rubio. Se encuentra con ACN en Mweravale, una de las comunidades que ha recibido personas desplazadas de Cabo Delgado: “Llegaron aquí en marzo de 2020. En septiembre, comenzamos este proyecto con tres vertientes: para los más pequeños están “los amigos de los niños”, con juegos, para intentar ayudarlos a superar un poco todo lo que han vivido en Cabo Delgado. Para las personas mayores tenemos un espacio de formación en lengua macua y matemáticas y otro que llamamos ‘escucha activa’, que es un espacio para compartir las historias, buenas y menos buenas, que vivieron con el fin de superar las dificultades en este proceso de guerra en Cabo Delgado”.
Tiempos de incertidumbre
El padre Mário conoce muy bien la historia de estos desplazados. “Se fueron antes de que se complicaran las cosas. Cuando supieron que los terroristas se acercaban a las aldeas , huyeron, llegaron aquí porque tenían familiares que llevaban más tiempo aquí. Entonces, familiares, vecinos, amigos vinieron y se establecieron”.
Este proyecto de Cáritas Nacala, financiado por los benefactores de la fundación ACN, ayuda a 117 personas desplazadas de Cabo Delgado e involucra a siete colaboradores locales apoyados por tres misioneros. En Itoculo, ahora se puede escuchar las voces alegres de los niños, especialmente a la hora de la comida. Para estas personas desplazadas, los tiempos son de gran incertidumbre. Muchos quieren volver a sus aldeas de origen y están a la expectativa. Hay que estar al tanto de las noticias que llegan del norte. Si los ataques terminan, llegará el momento de regresar a casa, pero todo parece indicar que la paz aún está lejos.
Mientras tanto, allí en la diócesis de Nacala, casi al costado de la carretera, hay un grupo de personas, desplazados, que necesitan ayuda. “Es un desafío, pero es positivo ver la evolución de los niños que ahora juegan más, corren más, saltan más e incluso aprenden a hablar portugués”, dice Padre Mário.