El 7 de mayo de 2020 los líderes de las Iglesias cristianas de Tierra Santa hicieron pública una declaración conjunta pidiendo al nuevo Gobierno israelí que “se abstenga” de anexionar tierras de Cisjordania. El primer ministro israelí presentará su estrategia el 1 de julio. Rechazado por los palestinos, este plan incluiría la anexión por parte de Israel del valle del Jordán y de numerosos asentamientos judíos de la Cisjordania ocupada. La fundación pontificia ‘Ayuda a la Iglesia Necesitada’ (ACN) ha entrevistado a Mons. Marcuzzo, Vicario del patriarcado latino para Jerusalén y Palestina, quien ha advertido que esta decisión “unilateral” provocará, directa o indirectamente, reacciones violentas e impulsará una nueva ola de emigración de los cristianos. El obispo ha precisado que su opinión refleja el pensar general de todas las Iglesias cristianas de Tierra Santa, como lo atestigua el comunicado conjunto. La entrevista ha sido realizada por Christophe Lafontaine.
¿Está el Gobierno israelí de emergencia para la lucha contra la Covid-19 aprovechándose de la pandemia para acelerar su plan de anexionar partes de Cisjordania?
Es fácilmente comprensible que la formación de un Gobierno de “unidad y emergencia” nacional en Israel, que prestó juramento el 17 de mayo, se vio alentada por la necesidad de hacer frente a las numerosas cuestiones planteadas por la pandemia de la Covid-19. Pero la ecuación “pandemia = aceleración de la anexión de parte de Cisjordania” no está muy clara. No obstante, sabemos por experiencia que toda oportunidad, buena o mala, se utiliza a menudo para lograr un objetivo y desviar la atención del mundo de otras cuestiones importantes como en este caso con la anexión.
Según la declaración de las Iglesias cristianas de Tierra Santa, el proyecto de anexión de Cisjordania “plantea cuestiones extremadamente serias sobre la viabilidad de cualquier acuerdo de paz”. ¿Por qué?
Este proyecto de anexión no solo es un obstáculo, entre muchos otros, sino que es el golpe de gracia a la posibilidad de lograr la creación de un Estado palestino que coexista con Israel, dentro de las fronteras reconocidas, y con Jerusalén como capital de ambos Estados. Esta llamada “solución de dos Estados” parecía ser, hasta ahora, la única solución razonable, pacífica y posible para este “eterno” conflicto y la única salida para la paz en Tierra Santa. El nuevo proyecto es desesperante y, desafortunadamente, Tierra Santa sabe por experiencia a dónde conduce la desesperación. Lo que hace aún más dolorosa esta desesperación es ver la incapacidad de la comunidad internacional, la debilidad de Europa e incluso la indiferencia de ciertos países árabes ante estas flagrantes injusticias.
¿Quiénes serán las primeras víctimas de tal proyecto?
Esta decisión unilateral es injusta desde el punto de vista histórico, moral y de los derechos de los pueblos; es contraria a todas las decisiones internacionales, contraria a toda búsqueda sincera de la paz. Cuando se produce una injusticia, todos los habitantes palestinos sufren las consecuencias. Pero los cristianos, al ser una minoría, sufren más severamente.
¿Cuáles serían las consecuencias concretas para los cristianos palestinos?
Aún no conocemos los detalles concretos de esta probable anexión y, por lo tanto, no nos damos cuenta todavía del alcance y profundidad de todos los aspectos negativos. Pero ya se sabe que algunas tierras del patriarcado latino de Jerusalén -una de las más altas instituciones eclesiales de Tierra Santa- y algunas comunidades cristianas se verán directamente afectadas por la anexión.
Además, los mapas presentados en la prensa muestran la posible fragmentación de las tierras y son sobrecogedores. Teniendo en cuenta que las tierras de todo el Valle del Jordán y los cientos de asentamientos dispersos por los territorios palestinos se anexionarían a Israel junto con toda la red de carreteras que los unirá entre sí, no es difícil imaginar la total falta o la dificultad de continuidad territorial palestina que resultará de ello.
Esto multiplicará los problemas que ya existen. Las tierras (un valle, una montaña, el lugar donde se ha construido un kibutz, un asentamiento…) pasarían al Estado de Israel. Sin embargo, los propietarios de estas tierras suelen ser palestinos, entre ellos cristianos, que viven en el pueblo o la ciudad árabe palestina de al lado. Por lo tanto, surgirán muchos problemas jurídicos y, sobre todo, prácticos, como la cuestión de eventuales expropiaciones, el del muro de separación o la imposibilidad de ir a trabajar a las propias tierras sin permiso, y, por supuesto, la dificultad de desplazarse en la vida cotidiana para acudir a un hospital, una escuela, una iglesia, un mercado, o para reunirse con la familia…
Pero también otras comunidades y propiedades sufrirán un trastorno general por la fragmentación de Cisjordania, aunque no se vean directamente afectadas.
¿Cómo ven los creyentes el futuro?
Nuestros fieles repiten hoy el “desgraciado” estribillo de la emigración, como hicieron durante y después de las Intifadas. Esto es lo que nos preocupa profundamente y contra lo que luchamos enérgicamente. Pero, ¿cómo podemos ayudarlos realmente ante estas decisiones políticas? Es más, este proyecto llega en un momento ya de por sí difícil para Tierra Santa, debido a la crisis de la Covid-19 que ha llevado a poner a media asta la economía de las peregrinaciones. Con la aparición del virus, toda la comunidad cristiana (aquí y en el extranjero) ha mostrado ciertamente una gran solidaridad, pero por un tiempo muy limitado y para casos específicos. Pero, ¿qué hacer frente a la convulsión territorial de la anexión que ya se anuncia y que tendrá repercusiones sociales, económicas, familiares y personales?
¿Teme que el proyecto de anexión lleve a la región a la violencia?
¡Desafortunadamente sí, por el momento ese es nuestro gran temor! La anexión provocará un brote de reacciones, protestas y violencia en toda la región, y no sólo a nivel popular y local. Lo más probable es que también afecte a países vecinos. En la medida de lo posible, como se indica en nuestro comunicado, pedimos a los ciudadanos que se mantengan firmes en la reivindicación de sus derechos a la justicia y la unidad, pero que se abstengan de cualquier provocación innecesaria que pueda conducir a enfrentamientos sangrientos y mortíferos. La labor pastoral de la Iglesia en Tierra Santa siempre ha mantenido, a lo largo de la historia y ahora también, dos objetivos y dos métodos: la justicia como base, y la paz y la reconciliación como fin.
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Véase el comunicado del 7 de mayo de 2020 de los patriarcas y cabezas de las Iglesias de Tierra Santa sobre los planes de anexión unilateral israelíes: inglés, italiano, francés
El 20 de mayo de 2020 en un comunicado, la Santa Sede recordó que el respeto al derecho internacional y las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas es “un elemento indispensable” para que ambos pueblos, el israelí y el palestino, puedan convivir en dos Estados, con las fronteras internacionalmente reconocidas antes de 1967. La Santa Sede manifestó su “preocupación” por eventuales actos “que pudiera comprometer aún más el diálogo, y su esperanza de que israelíes y palestinos puedan recuperar, y pronto, la posibilidad de negociar directamente un acuerdo, con la ayuda de la comunidad internacional y que la paz pueda finalmente reinar en Tierra Santa, tan amada por judíos, cristianos y musulmanes”.