Sudán del Sur, país situado en el corazón de África, es la nación más joven del mundo, pues se independizó de Sudán en julio de 2011. Dos años más tarde estalló una guerra civil, en la que se enfrentó el Ejército de Liberación del Sudán (SPLA) gobernante con la oposición; el conflicto se convirtió en una brutal guerra tribal. El «Acuerdo sobre la resolución del conflicto en la República de Sudán del Sur», suscrito por ambos grupos en agosto de 2015, trajo la paz, pero esta fue solo temporal: el verano pasado volvieron a producirse combates. Mientras tanto, los ciudadanos corrientes de Sudán del Sur quedan entre dos fuegos y sufren hambre. La ONU estima que hay 1,7 millones de personas desplazadas en el interior (PDI), de los cuales 75% están luchando para sobrevivir en los tres estados más afectados por el conflicto: Unity, Alto Nilo y Jonglei.
La Fundación Pontificia Internacional Aid to the Church in Need mantuvo recientemente una entrevista con un trabajador pastoral de Sudán del Sur quien prefiere mantenerse anónimo; en la conversación explica las raíces de la crisis y describe la situación de la población.
Por Maria Lozano para Aid to the Church in Need (ACN)
ACN: ¿Puede describir la situación política en Sudán del Sur?
La parte del SPLA adicta al Presidente ha ganado la batalla contra el antiguo Vicepresidente, que representa a una de las tribus principales en Sudán del Sur. La situación es muy compleja, pues en los combates hay varias tribus implicadas y otras están siendo brutalmente reprimidas por el ejército, pues las considera «rebeldes». El ejército es responsable de la matanza de civiles inocentes y la destrucción de viviendas. La región tiene una historia compleja, marcada por muchas guerras. Sudán del Sur, mayoritariamente cristiana, se separó de Sudán, un país mayoritariamente islámico. Además, la cultura tribal tradicional todavía no se ha beneficiado del desarrollo económico, social y político.
¿Qué papel desempeña la cultura tribal en el conflicto?
Según la mentalidad dominante, la tribu es la unidad social más importante y las personas individuales están al servicio de las tribus, dirigidas por los consejos de ancianos, incluso hoy en día. En Sudán del Sur coexisten varias tribus, que luchan por el ganado, símbolo de poder y riqueza. El conflicto nunca ha tenido sus raíces en el odio o el genocidio; la causa de las luchas es la búsqueda de riqueza. En resumen, la población de Sudán del Sur carece de un sentido de identidad nacional. Lo primero es la lealtad a la tribu… y esto es lo que a menudo produce conflictos.
Sin embargo, lo que está ocurriendo hoy en día es que los líderes de las distintas tribus luchan, no por el ganado, sino por el poder político y el dinero (por ejemplo: aceite, madera, minerales, etc.). Estas elites se preocupan más de su propio beneficio que del bienestar de la población, muchos de los cuales están muriendo de hambre; ¡la inflación del país ha crecido hasta el 800%!
Quizás, el peor aspecto del conflicto es que los líderes tribales presentan su lucha por el poder político y económico como un conflicto étnico, que no es en ningún caso. Los miembros de las diferentes tribus no se odian mutuamente; están traumatizados por las interminables guerras y conflictos. Quieren una sociedad pacífica, pero la ambición de sus dirigentes supone un obstáculo para la paz.
¿Qué impacto tiene este conflicto en los ciudadanos corrientes?
Los ciudadanos corrientes sufren de muy diversos modos; en primer lugar, tienen que abandonar sus tierras cuando estalla algún conflicto; pierden todo lo que tienen: ganado, casas, terrenos. Se convierten en desplazados en su propio país o tienen que huir de este y convertirse en refugiados. En cualquier caso, se ven obligados a vivir en campos der refugiados, donde hay escasez de alimentos y agua, donde no hay escuelas, donde —por decirlo resumidamente— no hay futuro. La gente no puede continuar su vida corriente; pasan sencillamente a sobrevivir. La mayoría de las familias han perdido a seres queridos en los combates; algunos, incluso niños, han sido reclutados por la fuerza; las mujeres sufren violaciones y otros actos de violencia, y luego se las estigmatiza por haber sido violadas. La inflación es tan alta que casi no pueden comprar nada, de tal manera que quedan en total dependencia de la ayuda internacional, que no es suficiente. Hay una grave escasez de atención médica, en particular, y se produce un número creciente de muertes entre ancianos, mujeres y niños.
Algunos han empleado el término de «depuración étnica» . ¿Le parece apropiado?
Repito que no hay odio étnico entre los miembros de diferentes tribus; la animosidad viene causada por las acciones de los líderes del país o, en ocasiones, por el deseo de venganza después de haber sufrido mucho. Una tribu local que sufre ataques por parte del ejército —en el que la mayoría de los soldados pertenecen a una tribu distinta— reaccionará por supuesto e iniciará un proceso que parece un conflicto étnico.
¿Podría mencionar algún incidente especial que le haya movido particularmente?
Dos trabajadores de uno de nuestros proyectos, que fueron considerados como rebeldes porque ellos no quisieron unirse al ejército por la fuerza ni rendirse, fueron torturados y quemados vivos en sus pequeñas «tukuls» (casas). Esto sucedió hace tan solo unas semanas. Tomando como base una iglesia local, estamos ayudando a más de 3.000 personas que han escapado de sus hogares, pues temen sufrir la misma suerte. En otra localidad fueron saqueadas y destruidas las casas de las personas pertenecientes a una determinada tribu, distinta de la tribu a la que pertenecen los líderes locales, y solo esas; sus propietarios perdieron todo lo que tenían. Hogares quemados y cadáveres son signos muy extendidos en Sudán del Sur.
¿Cuál es la labor que están realizando en el país?
En Sudán del Sur nos dedicamos a capacitar a las personas para que sean capaces de construir una sociedad más justa y pacífica. Trabajamos con la Iglesia católica local —profesores, enfermeras, parteras y trabajadores agrícolas—. También entrenamos a agentes pastorales, a fin de prepararlos para la labor de evangelización y para construir la paz y consolidar la reconciliación.
También dirigimos centros de estudiantes. Proceden de diferentes tribus y viven y estudian pacíficamente unos con otros; construimos así una mentalidad de unidad entre ellos, una especie de baluarte contra el odio étnico. Esos estudiantes se convierten en parte de comunidades internacionales, que incluyen religiosos y religiosas, así como personas de diferentes culturas. El resultado es un testimonio vivo de que la unidad y la fraternidad son posibles en Sudán del Sur. A estos estudiantes les proporcionamos no solo una formación académica y profesional, sino también una formación humana y espiritual que les puede ayudar a producir un cambio real en el país.
¿Cómo ha afectado el conflicto a su labor?
El conflicto nos ha afectado de diferentes maneras: todos estamos experimentando mucho estrés debido a la situación de inseguridad. Nuestra propia comunidad ha sufrido ataques de diferentes grupos; incluso se ha producido un caso de violación. Después de un robo, nos vimos obligados a cerrar una de las estaciones misioneras. Es muy difícil encontrar comida y dinero en efectivo para pagar bienes que, a su vez, se han vuelto muy caros. Tenemos que aumentar las medidas de seguridad, instalando una iluminación permanente y construyendo vallas; organizamos los programas de formación de los estudiantes de tal modo que van a su casa solo una vez, para evitar peligros en la carretera y los altos gastos que suponen los viajes. Más difícil está resultando reemplazar a los miembros de nuestras comunidades que han tenido que marcharse por el peligro. Pero seguimos comprometidos para servir a las personas de Sudán del Sur en la mejor medida posible, porque es nuestra misión y nuestra vocación.
Desde su independencia, Aid to the Church in Need ha apoyado proyectos en Sudán del Sur con más de 4 millones de euros. La financiación se destinó a ayuda pastoral, estipendios de misas, la construcción de infraestructura, así como ayuda de urgencia y para la subsistencia.