Un superviviente recuerda, diez años después, el ataque a los cristianos coptos
En la Nochevieja de hace diez años, la vida del cristiano ortodoxo copto Kiro Khalil —que entonces contaba 20 años de edad— quedó «trastornada de arriba abajo», como él mismo dice. Esta expresión apenas refleja el horror por el que ha pasado este joven: sobrevivió a un atentado dirigido contra los cristianos, tres de sus parientes más cercanos murieron en él.
Después del ataque, Khalil experimentó discriminación, incluyendo amenazas de muerte. Tuvo que dejar su país de origen. Encontró refugio en Alemania… y también una nueva felicidad: se ha casado recientemente. Florian Ripka, director de la oficina nacional alemana de la fundación Aid to the Church in Need (ACN), ha mantenido una conversación con Khalil sobre el poder de la reconciliación, el amor a los enemigos y una fe que se mantiene firme también en la persecución.
Sr. Khalil, usted sobrevivió a un atentado a una iglesia. ¿Puede contarnos qué ocurrió
Perdí a mis familiares más cercanos en un atentado a la iglesia de San Marcos y San Pedro (Iglesia de Al-Qidissine), en mi ciudad natal de Alejandría, la víspera de Año Nuevo. El 31 de diciembre de 2010 estábamos en la iglesia para dar gracias a Dios por el año que estaba llegando a su fin. Cuando salimos, después de medianoche, un coche bomba explotó frente a la iglesia. 24 personas murieron, varios cientos resultaron heridas. Entre los asesinados estaban mi madre, mi hermana y una de mis tías. Mi otra hermana, Marina, quedó herida de gravedad: tuvo que ser operada 33 veces.
Usted perdió a familiares cercanos. ¿Cómo afronta el duelo y la ira frente a los agresores?
Desde la infancia, he experimentado el odio y la exclusión por ser cristiano. En la escuela, me insultaban muy a menudo debido a mi nombre Kiro, que es un nombre tradicional cristiano. Mi madre nos enseñó a sus hijos a amar a nuestros semejantes, hubieran hecho lo que nos hubieran hecho. «Ama a tu prójimo como a ti mismo»: mi madre nos inculcó este mandamiento de Jesús. Es algo que me ayudó mucho tras el atentado para afrontar el dolor.
En último término, fue su fe la razón por la que usted y su familia fueran el objeto de este ataque. ¿Dudó de Dios?
No, en absoluto. En la iglesia, durante la misa de Año Nuevo, estaban 4.000 personas. Tres de mis familiares fueron elegidos como mártires. Aunque parezca extraño, lo veo como un elección especial en lugar de caer en la desesperación o de preguntarme: « ¿Fue Dios injusto por permitir que esto sucediera?».
No se pudo identificar a los autores del atentado ni a los que están detrás de él. ¿Qué piensa de los agresores?
Me compadezco de los agresores. Los extremistas viven sometidos a una fuerte presión. Creen que deben usar la violencia contra los fieles de otras religiones para complacer a Dios. Estas personas tienen sangre en sus manos. ¿Cómo puede vivir una persona con tanta culpa? Me imagino que ellos sufren las consecuencias de este atentado tanto como yo.
Hoy en día vive en Alemania. ¿Se siente libre para vivir su fe aquí? ¿Qué desafíos ve para los creyentes aquí?
En Alemania hay muchas libertades, a menudo se toma como un hecho que se da por supuesto. A veces, tengo la impresión de que, con el tiempo, la fe se adormece, pues a menudo la Iglesia crece precisamente donde hay persecución. En Egipto, los cristianos mueren para poder vivir su fe. Aquí, en Alemania, se cierran iglesias o se convierten en museos. Es algo que me parece muy triste.