Érase una vez un país maravilloso donde la alegría invadía las calles todos los días del año. Venezuela, la nación del cacao, de las playas cristalinas, de la música llanera, de las frutas de mil colores, de los animales tropicales, de los estudios de belleza, de las Misses Universo… un pedacito del Caribe al que todo el mundo quería ir, al menos esa era la Venezuela que se veía en la televisión. Aunque también existía por supuesto otra realidad, el slogan turístico de la nación decía “Venezuela, donde renacen los sueños”. Hoy el sueño se ha convertido en pesadilla.
La gran mayoría de los jóvenes del estado de Sucre –al noroeste del país- han dejado la universidad porque “no tienen dinero para papel y mucho menos para fotocopias ni bolígrafos”, según explica Mons. Jaime Villarroel, obispo de la diócesis de Carúpano, en declaraciones para Aid to the Church in Need (ACN). “No se pueden pagar ni el transporte para llegar a la facultad”, así que el mero hecho de estudiar se ha convertido en un privilegio de unos pocos, siendo más normal el ser pandillero y delincuente. “¡La gente tiene miedo!”, exclama el prelado venezolano. La droga, los asesinatos y las torturas se han convertido en el pan de cada día de esta joya caribeña. “Estamos peor que nunca: los hospitales no tienen ni medicinas ni gasas; no hay comida en la casas; los camiones son saqueados continuamente porque la gente tiene hambre y ya no se respeta nada”.
La bolsa de alimentos regulados que reciben todos los meses los ciudadanos contienen harina, pasta, mantequilla y azúcar, una surtido de comida que parecería normal si no se conocen las cantidades exactas que llegan: “300 gramos de leche en polvo, medio kilo de pasta o 200 gramos de mantequilla, es lo que dan para cada familia y si se quiere comprar algo más como carne, huevos o pescado se lo paga cada uno con un dinero que no se tiene”, detalla Mons. Jaime Villarroel. “Hay mucha desnutrición, sobre todo en los niños, ésta bolsa de productos regulados tendría que durar un mes, pero no llega ni a una semana”. Una crisis que empezó como económica y que ahora arrastra verdaderas dificultades humanitarias. “La gente se desmaya del hambre, hay hambruna, una cosa que antes era impensable en Venezuela”.
Una situación insostenible que hace que los venezolanos salgan a manifestarse a las calles día sí y día también. “Ya no sabemos qué hacer ni a quién acudir, la policía muchas veces es corrupta y los políticos también. Estamos abandonados”.
La Iglesia tiene un papel fundamental en este mar de tensiones, “nuestro trabajo es acompañar a nuestro pueblo y transmitirles el mensaje de confianza en Dios”, explica el obispo venezolano a ACN quien asegura que con la crisis la gente se está acercando más a la Iglesia. “Las visitas pastorales dan mucha fortaleza en esta situación tormentosa”.
A pesar de que la mayoría de las regiones del país practican la fe católica, el noroeste de Venezuela necesita un fuerte impulso evangelizador. “La evangelización pasó por aquí, pero no llegó al corazón de las personas”. En la diócesis de Carúpano el 70% de los habitantes están bautizados, pero sólo el 2% es católico practicante. Una sede episcopal joven que fue erigida hace 16 años y que trabaja “sembrando el Evangelio” en un país donde a menudo los sacerdotes y seminaristas son agredidos y humillados en público. Tampoco las iglesias ni la Catedral de la diócesis de Carúpano se han salvado de las olas de violencia, y han sido objeto de robo y profanación en diferentes ocasiones. “Ya no se tiene respeto por nada”, repite el prelado.
Corrobora esta denuncia el reciente y vergonzoso episodio ocurrido en otra diócesis de Venezuela relatado hace unos días por monseñor Baltazar Porras, Arzobispo Metropolitano de Mérida: “Cuatro jóvenes estudiantes de bachillerato del seminario, que iban a clases de inglés fueron agredidos, desnudados y golpeados por estos antisociales que actúan con total impunidad, pues no hay policía ni Guardia Nacional que impidan estos atropellos”.
ACN ha ayudado y ayuda en diferentes ocasiones a la diócesis de Carúpano. En 2015 hubo diferentes proyectos para publicaciones ya que en el país no hay papel para imprimir. Además se ha apoyado a la formación de seminaristas y laicos.
Una terrible situación económica que atraviesa fronteras y repercute también a las instituciones venezolanas en el mundo, como es el caso del colegio venezolano de Roma que ha anunciado su cierre temporal por la grave crisis del país. Un centro donde han vivido decenas de estudiantes desde 1997 que llegaban a estudiar a la capital italiana para formarse y luego volverse a su país de origen.
Mons. Jaime Villarroel insiste en que están viviendo una “cultura de sobrevivencia” muy difícil de superar. A pesar de todo, recuerda que el pueblo venezolano se caracteriza por poner buena cara al mal tiempo y hacer bromas de todo esto, como la del “mango y las sardinas”, “¿te la sabes? El mango y la sardina son como los pantalones jeans, van bien con todo”, cuenta entre risas. Y es que estos dos productos son los únicos más accesibles que tienen ya que se trata de una zona pesquera y con muchos mangos, así que es lo que comen la mayoría de las veces, cocinado con los productos regulados “si quedan”.
ACN realizó 27 proyectos en Venezuela en el año 2015, otorgando más de 200.000 € de ayuda. En primera mitad del 2016, ACN ha aprobado otros 15 proyectos para ayudar al país en la fuerte crisis que está viviendo. El apoyo principal ha sido para publicaciones (37,5% del total en 2015), pues la emergencia en el país hace casi imposible imprimir material catequético. La ayuda fue también para intenciones de misas y formación religiosa, para cursos y retiros.