“La guerra no perdona y tras ocho años hay cicatrices que no desaparecerán nunca”, explica el P. Andrzej Halemba, jefe de proyectos en Oriente Próximo de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN, por sus siglas en inglés). Los conflictos militares obligan a la población a experiencias terribles, sobre todo a los niños, que son el grupo más vulnerable de la sociedad. Siria no es una excepción. Las atrocidades de la guerra sobrepasan la capacidad humana de lidiar con ellas, esta es la razón por la que ACN quiere ayudar a los que sufren espiritual y mentalmente. Los Talleres del Buen Samaritano para sanar los traumas psicológicos de la posguerra siria, es una de estas medidas apoyadas por la fundación. Se están llevando a cabo en el santuario carmelita del Niño Jesús en Jounieh en Líbano. “El tiempo no cura los traumas”, insiste el P. Halemba, “y por ello, es preciso ayudar a las personas a expresar su sufrimiento y a afrontar los malos recuerdos. Si nosotros no ayudamos a las familias y comunidades sirias a recuperarse, ¿quién lo va a hacer?”.
“La guerra no perdona”, explica el P. Halemba, jefe de proyectos para Oriente Próximo de ACN, “al contrario, sus efectos crecen como un tumor. Las cifras hablan por sí solas. Según la ONU, más de 13 millones de personas en Siria necesitan ayuda humanitaria, y la mitad de ellas son niños. Estos son las que más peligro corren ante el creciente riesgo de ser mutilados de forma permanente por los combates, de verse emocionalmente afectados por todo tipo de abusos incluidos violaciones, matrimonios impuestos, trabajos forzados como esclavos, escasez de alimentos y acceso mínimo a la salud o la educación”.
Según Halemba que acaba de regresar de un viaje a Siria, las sanciones económicas contra el país sólo empeoran la situación y, en contra del objetivo declarado, castigan a la población civil al limitar incluso la actividad humanitaria en este país desolado por la guerra, donde 6,6 millones de personas viven desplazadas y casi 3 millones se encuentran en zonas asediadas y de difícil acceso”.
Gracias al apoyo internacional las Iglesias locales están desempeñando un papel vital en la prestación de ayuda humanitaria integral. “En Siria, los cristianos están realizando una extraordinaria labor en aras de la paz. Ahora urge abordar el sufrimiento espiritual y psicológico” recalca el sacerdote polaco. “La guerra y los factores estresantes de la posguerra acarrea graves consecuencias a largo plazo. Cuando el cerebro se ve expuesto a un constante estrés, este empieza a funcionar de otra forma e implica dramáticos cambios en el comportamiento que conducen a problemas a la hora de relacionarse, a la violencia y a otros desórdenes mentales. Cabía esperar un incremento del trauma de la posguerra y esto es lo que me he encontrado cuando he viajado a Siria.” El trastorno por estrés postraumático es sólo uno de los desórdenes en el amplio abanico de reacciones postraumáticas.
“El tiempo no cura los traumas”, insiste el P. Halemba. “Es preciso ayudar a las personas a expresar su sufrimiento y a afrontar los malos recuerdos. Pero, si no les ayudamos nosotros, ¿quién lo hará?”, pregunta retóricamente el sacerdote y continúa: “Por este motivo ACN acaba de lanzar un nuevo proyecto para apoyar y guiar a personas que sufren psicológicamente, en particular a niños. La mayoría de las personas en Siria no tienen oportunidad de recibir un tratamiento debido a la escasez de suministros y los altísimos precios de los servicios médicos”. El proyecto del Buen Samaritano para la curación de traumas se lleva a cabo en cooperación con socios de las Iglesias locales y profesionales invitados de varios países. Está pensado como un proceso a largo plazo e incluirá encuentros de seguimiento semanales combinados con cursos de asistencia individual y sesiones de refuerzo. El primer curso se realiza estos días en el santuario carmelita del Niño Jesús en Jounieh, en Líbano (8-23 de octubre de 2018) y va dirigido al clero y a profesionales que gestionarán luego el proyecto en Siria.
Según un informe de Unicef, 2017 fue el peor año de la guerra para los jóvenes sirios con 910 muertes. La mayoría de los niños han vivido de cerca bombardeos y ahora son víctimas del dolor, de pesadillas extremas, de recuerdos diarios de los acontecimientos traumáticos, de miedo, inseguridad y amargura. La mitad de ellos aproximadamente han sido el blanco de francotiradores y el 66% se han encontrado en una situación en la que pensaban que morirían. Casi uno de cada cuatro niños ha sido herido en el conflicto, y el número de huérfanos ha aumentado considerablemente. La llamada “generación perdida” –los menores de 15 años- nunca ha acudido a la escuela y es analfabeta. Muchos de ellos sufren depresión e intentan suicidarse. Las muertes infantiles se dispararon en un 50% el año pasado y el número de soldados jóvenes se ha triplicado desde 2015.
Cómo subraya el sacerdote Andrzej Halemba que ha viajado repetidas veces a Siria, ACN hace todo lo que puede para impulsar proyectos que ofrezcan a niños y jóvenes la oportunidad de cambiar literal y mentalmente de paisaje, para ello financia campamentos de verano, retiros para familias, jornadas regionales para jóvenes, etc. “Muchos de ellos participan por primera vez en su vida de este tipo de actividades.”
El nuevo proyecto del Buen Samaritano para la superación de traumas es otra iniciativa de la fundación pontificia que quiere ayudar en ese ámbito. Además del efecto terapéutico, ACN espera que este proyecto sea pionero para la futura estrategia de organizaciones especializadas en este campo.
Desde el inicio de la guerra, que ahora dura ya ocho años, Siria ha recibido de los benefactores de ACN más de 28 millones de euros.