Juan Pablo II hizo historia, ya en vida se convirtió en un gigante del siglo XX, tanto en la historia de la Iglesia como de la humanidad. Fue una estrella mediática en los primeros años y un mártir en los siguientes, cuando quedó patente que defendía la verdad sin compromisos y con amor. Incondicionales, llenos de compromiso, dotados de una dimensión histórica: así eran también los proyectos que él promovió y que la fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) en numeras ocasiones convirtió en propios.
“El papa Juan Pablo II es un amigo de nuestra obra. Le conocemos como un hombre valiente, inquebrantable en la fe y de un amor filial por la Virgen María. Quiera Dios que bajo su dirección, la resurrección del Señor llegue a ser una resurrección de la Iglesia”, escribió el padre Werenfried van Straaten, fundador de ACN. El 18 de Mayo se cumple el centenario de su nacimiento, la fundación pontificia sigue encomendando a san Juan Pablo II sus actividades.
ACN tuvo contacto con Karol Wojtyla ya antes de que fuera nombrado arzobispo de Cracovia en 1964. El que en 1978 sería nombrado Papa había acudido durante largos años a la fundación como encargado de la Conferencia Episcopal Polaca, para hablar sobre proyectos de apoyo a la Iglesia de su patria, gobernada por los comunistas.
El primer “combate” común lo acometieron en 1967 cuando los comunistas erigieron, cerca de Cracovia, una colonia para los trabajadores de una planta siderúrgica: querían erigir una “ciudad sin Dios” para un total de 200.000 habitantes y, a fin de promover el ateísmo, no proyectaron ninguna iglesia para la colonia de Nowa Huta. Pese a ello, domingo tras domingo, miles de creyentes celebraban a la intemperie y en torno a una cruz la santa misa. Pese a todas las vejaciones de los comunistas, finalmente fue posible erigir, con el apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, un templo con cabida para 5.000 creyentes. En 1977, el arzobispo Wojtyla pudo consagrar la iglesia. Este triunfo común contra el Gobierno de los comunistas también supuso un signo muy alentador para las Iglesias de los países vecinos, gobernados también por los soviéticos.
Cuando Karol Wojtyla fue elegido Sumo Pontífice, Ayuda a la Iglesia Necesitada presintió que se abría una época llena de nuevos retos para la fundación. Este Papa venido del Este, de la Polonia mártir, era un signo de Dios para ACN que había sido audaz defensora de la Iglesia perseguida detrás del telón de acero.
La fundación se puso de inmediato al servicio incondicional del pontificado de san Juan Pablo II. Así lo documentan muchos proyectos pastorales. Uno de esos deseos fue la reconciliación: así, el papa Juan Pablo II encargó a ACN que, tras el derrumbe del comunismo, buscara la reconciliación con la Iglesia ruso-ortodoxa. Por ello, y pese a su avanzada edad, el padre Werenfried viajó dos veces a Rusia para reunirse con el patriarca Alexij II y numerosos obispos ortodoxos, a los que prometía su oración y ayuda. Tanto la Iglesia ortodoxa como la católica, tuvieron que empezar de cero en Rusia tras 70 años de persecución.
Juan Pablo II vivió con Dios, obró con Dios, abarcó la tierra con Cristo. Durante 27 años fue el representante de Cristo en la tierra. Escribió 14 encíclicas y unas cien exhortaciones apostólicas, así como innumerables cartas y discursos; en más de cien viajes visitó más de 130 países; 400 millones de personas lo han visto. Reunió y entusiasmó a millones de jóvenes, en Manila celebró la santa misa ante cuatro millones de personas, el mayor encuentro de todos los tiempos.
San Juan Pablo II fue testigo directo de la labor de ACN. Durante su primera visita a Kazajastán en 2001, un niño le mostró, orgulloso, una biblia en su propia lengua, el kazajo. El Papa se alegró de ver este libro porque él había sido impulsor de esta publicación en Puebla, en enero de 1979, cuando recién nombrado Papa presidió la Asamblea Plenaria de los obispos iberoamericanos. Fue su primer viaje como pontífice. Con ocasión de esta Asamblea, el padre Werenfried indicó que los niños necesitan una biblia “para que la imagen de Jesús sea algo vivo en sus corazones”. De ahí nació uno de los proyectos más grandes de Ayuda a la Iglesia Necesitada: la “Biblia del Niño, Dios habla a sus hijos”. Años después, en la otra parte del planeta, en Kazajastán, San Juan Pablo II metió el librito de regalo en su maleta.
“La última concelebración eucarística del Santo Padre y Werenfried fue en una primavera. Corría abril de 2002.La respiración de Juan Pablo II se hacía muy penosa. Al terminar la misa, casi no pronunciaron palabras. Se sonrieron. Se abrazaron. El Santo Padre en un gesto lo dijo todo: regaló a Werenfried su propio cirio pascual y un icono de la Virgen Negra de Chestojowa. Fue la despedida terrenal”. Así relataba el periodista italiano Orazio Petrosillo (fallecido en 2007) el último encuentro del que fue testigo presencial.
100 años después de su nacimiento su legado es gigantesco y ACN le da continuidad hasta el día de hoy. Numerosos proyectos apoyados por la fundación llevan el nombre del santo canonizado en 2014, como el seminario de Tombura Yambio en Sudan del Sur, el centro para catequistas de Itigi en Tanzania, el centro de pastoral juvenil de Sarajevo en Bosnia o el instituto para la familia de Cotonou en Benín.
Otros muchos responden a la devoción de numerosos fieles que quieren poner sus nuevas capillas y templos bajo la protección de san Juan Pablo II. en distintas partes del mundo; en un barrio periférico cubano de La Habana, en un suburbio de la ciudad nicaragüense de Boaco, en la ciudad universitaria bielorrusa de Baranovichi o en la pequeña localidad de Mutoko en Zimbabue, donde viven campesinos y artesanos de humilde condición.
El 16 de noviembre de 1981 el Papa recibió a los participantes de la Asamblea General de ACN. Juan Pablo II les dijo: “En los dos milenios de historia de amor cristiano al prójimo, vosotros habéis contribuido de manera eficiente y conmovedora, como se expresa en el nombre de vuestra asociación: Ayuda a la Iglesia Necesitada. Me dirijo al querido padre Werenfried van Straaten, para expresarle mi agradecimiento, también en nombre de muchos obispos, miles de sacerdotes, religiosos, religiosas, novicios, seminaristas y millones de fieles. A todos vosotros, diligentes colaboradores de esta hermosa obra de solidaridad eclesial, os animo una vez más y os imparto mi especial bendición apostólica.” Una bendición en la que la fundación se apoya todavía, casi cuarenta años después.