[vc_row][vc_column][vc_column_text]«Innumerables Cristianos sufren por el nombre de Jesús, expían nuestra cobarde indiferencia»
Entrevista con su Eminencia, el Cardenal Mauro Piacenza, Presidente Internacional de Aid to the Church in Need International (ACN)
El 22 de noviembre, treinta edificios se iluminaron de color rojo; entre ellos se encontraban sobre todo catedrales, iglesias y escuelas. Se trata de una acción organizada por ACN en Gran Bretaña, para dar testimonio en pro de la libertad religiosa. El pasado mes, la Fundación Pontificia iluminó la basílica del Sagrado Corazón en el Montmartre parisino. ¿Cree que esas iniciativas son eficaces para recordar a las víctimas que han sufrido por su fe, y que en parte incluso han dado su vida por ella? ¿Es posible sensibilizar de este modo a la opinión pública en relación con la libertad religiosa?
Considero que la iniciativa, en sí, es expresamente elogiable y la apoyo con entusiasmo; sin embargo, es importante que esté apoyada por la comprensión de los valores sobre los que se basa la iniciativa. De lo contrario, corre peligro de convertirse en algo similar a la iluminación navideña en determinados contextos mundanizados. En los lugares ligados al martirio de los santos Tomás Beckett, Tomás Moro y John Fischer, y si no tenemos prejuicios, podemos comprender entonces mejor el valor del martirio, también como demostración de la dignidad humana, de la libertad religiosa, de la nobleza de una conciencia formada. El martirologio (el registro eclesial de los mártires – nota de la redacción) debería ser el de una Iglesia que se renueva a sí misma.
El Santo Padre nos ha pedido repetidamente que no callemos ante la persecución de los cristianos. ¿Cómo podemos ayudar a los católicos italianos para que se conviertan en portavoz de los cristianos perseguidos, también para demostrar la merecida gratitud a los muchos mártires cristianos que han dado su vida por la fe?
Sí, el Santo Padre Francisco, nos ha recordado de forma efectiva que «callarse y guardar silencio también son pecado». En armonía con el sentir del Santo Padre, ACN condena la violencia contra los cristianos y se alza para defender a los cristianos perseguidos, para aliviar sus sufrimientos. La voz de nuestra Obra es la de un profeta que aguijonea y provoca a hacer lo único necesario: a dar de comer a los hambrientos de pan y justicia, y a ver en ellos a Jesús. Se reza con una fe profunda y se obra en consecuencia para que se abran los corazones de las personas, para secar «las lágrimas de Dios», allí donde llora. Se educa a amar incluso a los perseguidores y a entender la Iglesia como un cuerpo en el que, por supuesto, cada miembro está unido en lo más profundo con los demás. Las familias, las parroquias, los diferentes grupos, los centros de formación deberían ser asimismo instrumentos y ayudar a comprender este tema en todo su significado.
Se trata también de un amplio discurso cultural. En no pocos países del mundo, y tampoco muy lejos de nosotros, se está produciendo una auténtica persecución. Hay también una persecución subliminal, una persecución «de guante blanco», pues se trata prácticamente de una «purga sistemática» de todo aquello que es cristiano o que tiene apariencia de tener que ver con lo cristiano.
Allí donde esa persecución todavía no se ha convertido en violencia física, actúa sin embargo ya de modo destructivo, y por lo tanto no menos agresivo, cuando se intenta negar sistemáticamente la legitimación a todo lo que es cristiano, incluso en un plano histórico, artístico y social.
Eminencia: usted tuvo la presidencia cuando la Fundación ACN, el 29 de abril de 2016, hizo brillar en rojo la Fontana de Trevi, en recuerdo de la sangre derramada por los mártires cristianos. ¿Qué importancia tiene mantener despierta hoy la atención de Occidente ante la persecución que sufren millones de nuestros hermanos y hermanas en la fe?
Es sobre todo una obligación de conciencia. No olvidemos que el mártir cristiano es también un elemento de auténtica civilización, una lección de libertad auténtica y de caridad.
El color de la sangre que se proyecta a los grandes monumentos nos recuerda que los mártires cristianos expían por los demás, por Cristo, con Cristo y en Cristo, a favor de todos los hombres, ¡también —y esto diferencia el martirio cristiano de otros «martirios»— por aquellos que son instrumentos de su martirio! Por ello elevamos a Dios un cántico de alabanza por esos hermanos que han entrado en la gloria del paraíso, con la palma del martirio en la mano y coronados con la corona inmarcesible de la gloria. Efectivamente, somos conscientes de que la salvación única que Cristo nos lucró en la Cruz, hoy llega hasta nosotros también a través de ellos: el cristianismo tiene una dimensión estructuralmente martirológica que no desmerece sus efectos y su fuerza, sino que los refuerza y los hace aún más fructíferos en la fe, en la caridad y en su persistir. No olvidemos, además, que los ideales que mueren son aquellos por los que no se muere.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]