A principios de octubre, al menos a 150 personas fueron asesinadas por terroristas en Manni, en el noreste del país, entre ellas se contaban muchos cristianos. Esta última masacre evidencia una crueldad y una determinación más grandes que nunca de sembrar el terror en Burkina Faso, donde actualmente los extremistas controlan más de la mitad del territorio.
El domingo, 6 de octubre de 2024, un nuevo atentado terrorista golpeó la ciudad de Manni, en la región oriental de Burkina Faso. Según diversas fuentes locales consultadas por Aid to the Church in Need (ACN) el trágico balance de víctimas supera los 150 muertos, muchos de ellos cristianos. Manni cuenta con una importante comunidad católica, aunque también viven musulmanes en ella.
Dichas fuentes han relatado a ACN que los terroristas cortaron primero las redes móviles antes de asaltar el mercado local, donde mucha gente se había congregado después de la misa. Allí abrieron fuego indiscriminadamente, saquearon tiendas e incendiaron varios edificios, quemando vivas a algunas de las personas que se encontraban en su interior. Al día siguiente, los asaltantes regresaron para atacar al personal médico del hospital de la localidad y asesinar a los numerosos heridos que allí estaban. El martes 8 de octubre, los terrosistas invadieron nuevamente Manni, masacrando a todos los hombres varones que pudieron encontrar.
Muchas de las víctimas eran residentes de pueblos cercanos que habían sido previamente expulsados por los terroristas y que se habían refugiado en Manni. “La situación es más que aterradora”, ha asegurado a ACN una de las fuentes locales. “No obstante, aunque los terroristas lo han quemado todo, ¡no han quemado nuestra fe!”.
En un mensaje dirigido a los sacerdotes, personas consagradas ya laicos – publicado el 9 de octubre-, el obispo de la diócesis de Fada-N’Gourma, Mons. Pierre Claver Malgo, califica el ataque de “barbarie”, y expresa su “sincera compasión por todas las familias en duelo”. Además, subraya que “cualquier amenaza contra la dignidad y la vida humanas no puede más que tocar el corazón mismo de la Iglesia”, e insiste en la importancia de no desanimarse y mantener viva “la esperanza de un mañana mejor”.
El ataque sufrido en Manni se enmarca en un contexto de constante deterioro de la seguridad en Burkina Faso, donde los grupos armados extremistas están intensificando sus ofensivas, dirigidas tanto contra las fuerzas de seguridad como contra la población civil. Desde hace varios años, Burkina Faso es el país de la región del Sahel donde se registra la mayor violencia extremista. A finales de agosto, el país vivió en Barsalogho el peor ataque terrorista de su historia, a fecha de hoy se estima que fueron asesinados allí al menos 400 personas, según la información recabada por la fundación. Actualmente, en Burkina Faso hay más de dos millones de desplazados.
Según el análisis de las fuentes de ACN que siguen de cerca la situación en el país, los terroristas intentan dividir a una población que desde siempre se ha caracterizado por la convivencia pacífica entre musulmanes y cristianos. La Iglesia católica hace todo lo posible por mantener esas buenas relaciones.
En respuesta a la creciente violencia, la fundación pontificia internacional ha incrementado su ayuda de emergencia para Burkina Faso en los últimos años. Ante el inmenso sufrimiento y las urgentes necesidades de la población burkinesa -en gran medida ignorada por la comunidad internacional-, varias oficinas nacionales de ACN han decidido dedicar sus campañas de Navidad a este país del África Occidental.
Por Sina Hartert.