En lo alto de los Andes, a unos 4.000 metros sobre el nivel del mar, se encuentra la Diócesis de Oruro que, con una superficie de casi 53.600 kilómetros cuadrados, es más grande que algunos de los países europeos más pequeños como, por ejemplo, Holanda. Sin embargo, está poco poblada: solo cuenta con medio millón de habitantes, la mitad de los cuales vive en la ciudad de Oruro.
Las 43 parroquias se extienden por enormes territorios que, a menudo, son de difícil acceso. Para la asistencia a los creyentes, el servicio de estas religiosas es vital. Por un lado, desempeñan un papel importante en el anuncio de la fe, la catequesis, la pastoral juvenil y el acompañamiento espiritual, pero, al mismo tiempo, son las únicas que ayudan a las personas en sus necesidades concretas. Las religiosas son fundamentales en los ámbitos de la atención sanitaria y la educación, y, además, gestionan comedores para los necesitados y otros centros caritativos.
Su servicio desinteresado implica grandes esfuerzos: el frío, el difícil clima a grandes altitudes, los malos y a menudo peligrosos caminos, el paisaje desolado, el difícil entorno social… todo esto es difícil de soportar. Pero las religiosas saben que su ayuda y apoyo es allí muy necesario, por lo que realizan su trabajo sin pedir nada a cambio y sin percibir un salario.
Su Obispo, Mons. Krzysztof Bialasik, elogia por todo lo alto el bien que las religiosas hacen en su diócesis. Pero como la diócesis es pobre, nos pide que ayudemos a 27 Hermanas de nueve congregaciones diferentes, y nosotros le hemos prometido 14.730 euros para este fin.