[vc_row][vc_column][vc_column_text]Para el Padre Werenfried van Straaten, fundador de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), la necesidad nunca fue un problema abstracto. Él siempre veía a una persona con un rostro y un nombre, a un hijo de Dios. Y es que resulta fácil distanciarse de una estadística y unas cifras son fáciles de obviar, pero la suerte de una persona con rostro y nombre no se puede observar desde la distancia, pues esta conmueve nuestro interior y nos plantea un desafío. En sus numerosos viajes por el mundo, el Padre Werenfried se encontró con incontables personas que vivían en condiciones miserables y en los que él veía llorar a Dios mismo. Se llamaban Ana, Pablo o Juan, María o Miguel. Estas personas lo habían mirado, y lo que él veía se tornaba en grito en su interior. El Padre Werenfried se preguntaba a sí mismo y nos preguntaba a todos nosotros: “¿Por qué nos va tan bien a nosotros? Estas personas viven bajo el mismo sol y bajo las mismas estrellas que nosotros. El sexto día, Dios también los creó a ellos para que reinaran sobre la Creación. ¿Dónde está su reino? Esta reducción de la dignidad humana es un pecado mortal contra la naturaleza y una injusticia que clama al cielo. Y nosotros nos hacemos cómplices de esta injusticia si no hacemos todo lo posible por erradicarla. ¡Todo lo posible!”.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][bs_modal_gallery images=»7936,7935,7934,7933,7932,7931,7930,7929″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]No mucha gente sabe que en Argentina hay regiones en las que la gente vive en una profunda pobreza, y una de estas regiones es la Diócesis de San Roque de Presidencia Roque Sáenz Peña. Esta es una de las diócesis más pobres del país, y lo que sobre el papel no es más que un mero dato, en la realidad es un drama. Allí hay personas que viven en casas o tiendas de campaña insalubres, sucias y húmedas, hay enfermos que no reciben los cuidados necesarios, hay niños raquíticos como los que uno se imagina en África y que solo se alimentan de harina disuelta en agua, hay madres demacradas…
La diócesis abarca un territorio gigantesco de más de 70.000 kilómetros cuadrados en el norte del país, en una zona caracterizada por las pampas y los bosques secos, donde viven los descendientes de varias tribus indias. En el pasado, estos indígenas eran nómadas, y hoy siguen alimentándose de lo que obtienen como cazadores y recolectores.
Los grupos empresariales agrícolas que no cesan de expandirse limitan cada vez más su forma de vida, pues talan los bosques y cultivan soja a gran escala. Además, las reses y las cabras de los pequeños campesinos también se comen toda la vegetación en los bosques.
Sólo la Iglesia Católica permanece al lado de estas personas, pero las distancias son grandes y hay muy pocos sacerdotes. Por esta razón, la ayuda de las religiosas resulta imprescindible. En la actualidad, 38 Hermanas de diferentes congregaciones trabajan en la diócesis para ayudar a sus habitantes y para hacerles saber que son hijos de Dios. Las religiosas visitan a las familias en los pueblos, acuden a ver a los ancianos, se ocupan de los enfermos, rezan con los creyentes y llevan, aparte de la ayuda urgentemente necesaria, una sonrisa a estas miserables cabañas.
Nosotros queremos volver a apoyar a estas Hermanas en este año para que puedan costearse el sustento, pues trabajan a cambio de nada. Concretamente, les hemos prometido un total de 17.100 euros: 450 por religiosa para un año.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]