El régimen comunista de Albania intentó acabar con la religión por completo. Décadas después, el país sufre bajo la migración masiva de jóvenes al exterior por falta de oportunidades. Marco Mencaglia, responsable de los proyectos de la fundación internacional Aid to the Church in Need (ACN) en el país, ha visitado el país y describe una Iglesia joven, vibrante y esperanzada, y explica cómo ACN contribuye a este renacimiento.
Albania es el país con más población musulmana de Europa, con más de 60%. Los cristianos son 36,8%. ¿Cuál es la situación de la Iglesia católica?
Albania está entre los cinco países más pobres de Europa. Tiene una población de aproximadamente tres millones de habitantes, de los cuales el 10% son católicos, distribuidos en cinco diócesis y una administración apostólica. La mayoría de los católicos están en la parte norte de Albania. En Tirana, la capital ubicada en el centro del país, la Iglesia local se ve particularmente necesitada. Hay muy pocos sacerdotes diocesanos. Allí, la pastoral es llevada a cabo por comunidades religiosas, con muy pocos medios de sostenimiento. A esto se suma la migración de la población que viene del norte del país, mayoritariamente católica, a buscar en la capital un futuro mejor. El sur, con un bajísimo número de católicos, puede ser considerado como terreno de primera evangelización y punto de inicio de una nueva misión. A esta zona han llegado muchos valientes misioneros a crear nuevas comunidades donde la Iglesia era completamente desconocida. A pesar de que los católicos son minoría en el sur del país, las relaciones con la mayoría musulmana son buenas. Por otro lado, la Iglesia en Albania se ha renovado recientemente con el nombramiento de cuatro jóvenes obispos, tres de ellos menores de 50 años que están asumiendo los desafíos que presenta la sociedad actual.
Cuando el papa Francisco visitó Albania en 2014, habló del «sufrimiento atroz» del país. ¿A qué se refería?
Albania cayó bajo el dominio del Imperio otomano en el siglo XV hasta comienzos del siglo XX. Durante este tiempo la población católica tuvo que huir hacia las montañas en el norte, la parte más pobre del país, abandonada por el gobierno. Comenzando el siglo XX, la Iglesia tuvo un periodo en el que fue relativamente libre. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial, el país se convirtió en un estado comunista. En 1967, Albania fue declarada oficialmente el primer país ateo en el mundo bajo el régimen de Enver Hoxha. Se persiguió sistemáticamente a la Iglesia, se intentó destruir todo, tanto las estructuras como a los fieles. Algunos templos fueron adaptados como edificios para diferentes usos. Por ejemplo, la catedral de Shkoder fue convertida en un salón de entrenamiento deportivo y la catedral de Durres fue usada como un teatro de marionetas. La persecución fue totalmente desconocida internacionalmente, pero ha sido una de las más feroces en Europa. Poco se supo hasta la caída del régimen en 1991. Como mencionó el papa Francisco en su viaje a Albania en 2014, han sido “decenios de atroces sufrimientos y de durísimas persecuciones”.
Debido a esta feroz dictadura, muchos huyeron del país. La situación ha cambiado pero la migración sigue siendo una realidad. ¿Cómo ha sido ese proceso de migración?
En este momento, se está dando una migración de la población principalmente del norte del país hacia otros países. Inmediatamente después de la caída del régimen comunista, la migración fue principalmente hacia Italia. Después, se dirigió especialmente hacia Alemania y Reino Unido. En la década de los 90, la migración era en botes llenos de personas que salían del país en búsqueda de un futuro mejor. Recientemente, la migración ya no es en masa sino paulatina, de uno en uno, principalmente de gente joven, toda una generación que huye de la difícil situación del país, la criminalidad, la falta de oportunidades y la corrupción. La Iglesia trata de frenar este fenómeno, pero es muy difícil. Muchos sacerdotes y misioneros se han quedado en el país para apoyar a la gente a pesar de todas las dificultades.
¿En su visita encontró algún testimonio personal que le haya llamado particularmente la atención?
Sí, por supuesto. Recuerdo el testimonio de la hermana Loise de Kenia, que forma parte de una congregación italiana que lleva varios años trabajando en Albania. La hermana nos contó que se encarga del apostolado con los gitanos en el sur del país, que sufren a menudo discriminación por parte del resto de la población. Como parte de su trabajo, recibieron niños de la población gitana en el colegio que administran. A pesar de que los padres de los demás niños sacaron a sus hijos del colegio, las hermanas continuaron con su misión, solamente para unos pocos gitanos. La hermana Louise contó que después de dos años, los niños gitanos tuvieron muy buenos resultados en el colegio. Entonces, las otras familias albanesas decidieron llevar de vuelta a sus hijos al colegio de las religiosas. Podríamos decir que esta es una pequeña victoria en contra de la discriminación interna.
En medio de tantas dificultades, ¿qué ayuda ha podido brindar ACN a la Iglesia en Albania?
La iglesia local en Tirana, por ejemplo, ha recibido ayuda de ACN para la construcción del centro pastoral de los jesuitas al lado de la iglesia que fue usada como sala de cine, también remodelada. El centro estará listo el año próximo y será un logro histórico para la Iglesia en Albania. Pues los jesuitas no cedieron a la presión ni a las ofertas de vender el terreno para construir otro rascacielos en el centro de la ciudad.
En la capital, también se está apoyando la educación ética en los colegios católicos y el trabajo pastoral con los jóvenes y estudiantes para darles perspectiva sobre el futuro y que apuesten por quedarse en el país. En el norte, se han apoyado comunidades católicas en lugares aislados en las montañas y apoyando a la Iglesia con medios de transporte. En el sur, se están construyendo y remodelando algunos edificios para la labor de primera evangelización en lugares donde la Iglesia nunca había estado presente.
ACN tiene proyectado para el futuro: mantener viva la Iglesia en el norte, ayudar en la evangelización de los migrantes y la educación de los jóvenes en Tirana y apoyar la ola de primera evangelización en el sur del país.